Hugo Chávez lo expulsó de Venezuela acusándolo de hacer “el trabajo sucio del imperio”. Álvaro Uribe le dijo a los gritos que era “el embajador de las FARC en Washington”, furioso por una pregunta que le hizo sobre los “falsos positivos” en Colombia durante una cena con funcionarios y legisladores norteamericanos en el Capitolio.
Con Fidel Castro negoció la liberación de presos políticos toda una noche en La Habana hasta las 4 de la madrugada.“Fidel perdía el control, golpeaba la mesa, me apuntaba con el dedo todo el tiempo. Era expedientes, café y agua, y un fotógrafo que no paró de sacar fotos toda la noche”, recuerda José Miguel Vivanco, de 60 años de edad, director para las Américas de Human Rights Watch (HRW).
Vivanco lleva una vida en la batalla por los derechos humanos en América Latina. Después de casi tres décadas en Human Rights Watch, cree que ha llegado el momento de abrir un nuevo capítulo y anticipa su salida de la organización en una entrevista con La Nación.
Seguirá en Washington, en la misma pelea. En HRW, a la que define como “una organización extraordinaria, altamente profesional”, Vivanco dice que tuvo el apoyo y las oportunidades para desarrollar una estrategia de alcance regional que logró defender el Estado de derecho, los derechos humanos y las libertades públicas con un alto impacto, algo inusual, señala, en un campo “donde normalmente se pierden las batallas”.
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