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Tortura, trabajo forzado y celdas inhumanas: el lado oscuro del sistema penitenciario chino que Pekín intenta silenciar
Desde Pekín, corresponsalía de Vierne5.com
Cuando Matthew Radalj, ciudadano australiano, fue detenido en China por supuestos delitos de drogas, jamás imaginó que estaba a punto de ingresar en un infierno. Cinco años más tarde, fuera del país y con su vida reconstruida a duras penas, rompe el silencio. Su testimonio, validado por la BBC y otros ex prisioneros, saca a la luz una de las zonas más sombrías del aparato estatal chino: el trato inhumano en las cárceles chinas para extranjeros.
Este caso no es aislado. En la Prisión número 2 de Pekín, destinada a reclusos internacionales, se reproducen patrones sistemáticos de violaciones a los derechos humanos: celdas sobrepobladas, vigilancia las 24 horas, prohibiciones absurdas, violencia física y una constante tortura psicológica. Todo bajo la estricta censura y el control de las autoridades chinas.
Cárceles chinas para extranjeros: condiciones de hacinamiento y violencia estructural
Radalj compartió celda con más de una decena de presos. Sin acceso regular a duchas ni higiene básica, pasaban semanas sin poder asearse. “Los desechos de los retretes de arriba goteaban sobre nosotros. Solo podíamos usar el baño a horas específicas, como animales", relató.
Las luces permanecían encendidas día y noche. El sueño era interrumpido constantemente, como parte de una estrategia de desgaste psicológico. Muchos de los reclusos, provenientes de países como Pakistán, Afganistán, Corea del Norte y América Latina, habían sido detenidos por delitos menores relacionados con el tráfico de drogas. Casi todos cumplían condenas tras procesos judiciales opacos.
Esta situación recuerda otras denuncias sobre la opacidad del sistema judicial chino (https://www.vierne5.com/internacionales/justicia-en-china), que hemos abordado previamente en esta sección.
Trabajo forzado: la otra forma de castigo invisible
Uno de los aspectos más perturbadores del testimonio de Radalj es la existencia de trabajo forzado sistemático. "Nos obligaban a fabricar productos durante jornadas interminables. Quienes se negaban eran castigados con aislamiento o privación de alimentos", afirmó.
Estos relatos coinciden con informes de organizaciones como Human Rights Watch, que han documentado prácticas similares no solo en cárceles para extranjeros, sino también en campos de reeducación como los de Xinjiang. El sistema penitenciario chino se convierte así en un engranaje más de su maquinaria productiva.
Para una visión más amplia sobre estas violaciones, consulta nuestro especial China y los derechos humanos: entre la propaganda y el silencio. https://www.vierne5.com/editoriales/china-derechos-humanos
El silencio impuesto: miedo, trauma y amenazas a las familias
Muchos de los ex prisioneros entrevistados por la BBC pidieron el anonimato. Temen por sus vidas, pero aún más por las represalias contra sus familias dentro de China. Otros, simplemente, desean olvidar. Pero el trauma permanece. Las cicatrices físicas y mentales son el legado silencioso de una experiencia que contradice los discursos oficiales del Partido Comunista sobre dignidad y reforma penitenciaria.
Estos mecanismos de represión encajan con el modelo de vigilancia y castigo que analizamos en el artículo Tecnología y control social en la China del siglo XXI. https://www.vierne5.com/internacionales/control-digital-china
Una prisión con nacionalidades múltiples y los mismos abusos
Los grupos más numerosos dentro de la prisión, según Radalj, eran ciudadanos africanos, pakistaníes y latinoamericanos. Pero también convivían con prisioneros de Reino Unido, EE.UU., Taiwán y Corea del Norte. El común denominador: racismo institucional, desigualdad de trato, desinformación legal y ausencia total de monitoreo internacional.
“Éramos números. No importaba el país. No importaba tu historia. Solo la obediencia o el castigo”, recuerda Radalj.
Este enfoque despiadado ha convertido a las cárceles chinas para extranjeros en centros de castigo ejemplarizante, donde el aislamiento cultural y lingüístico agrava el sufrimiento diario.
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Conclusión: cuando la justicia se convierte en herramienta de castigo
Las denuncias sobre las cárceles chinas para extranjeros deberían alertar a la comunidad internacional. No se trata de un asunto diplomático o anecdótico. Es una crisis de derechos humanos a gran escala, encubierta por el poder del Estado y silenciada por el miedo.
Mientras Pekín exporta tecnología y lidera acuerdos comerciales con el mundo, su sistema carcelario continúa operando con lógicas del siglo pasado. La voz de quienes sobrevivieron es, quizás, la única grieta por la que se filtra la verdad.
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Vierne5. / internacionales.
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