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✍️ Desde la corresponsalía de RadioAmericaVe.com en Washington – Por Víctor Julio Escalona
En medio de una guerra comercial que no da tregua, Estados Unidos y el Reino Unido han firmado un acuerdo comercial parcial que promete relajar, al menos superficialmente, las tensiones en el comercio bilateral. La noticia llegó desde la Casa Blanca y fue anunciada con bombos y platillos: ciertos automóviles británicos verán reducidos sus aranceles, mientras que cantidades limitadas de acero y aluminio podrán entrar a territorio estadounidense sin ser gravadas.
A primera vista, parece un respiro. Pero cuando se mira de cerca, lo que se encuentra es un gesto más simbólico que estructural. Aunque el acuerdo fue presentado como un triunfo diplomático, deja muchas preguntas abiertas sobre su verdadero impacto económico.
¿Por qué este acuerdo importa ahora?
Desde que Donald Trump impuso su enfoque de "America First", el mundo ha tenido que acostumbrarse a una diplomacia comercial agresiva. Europa, y en particular el Reino Unido tras el Brexit, han sido arrastrados a un nuevo orden donde los acuerdos multilaterales pasan a segundo plano.
Este pacto con Washington llega en un momento crucial para Londres. El gobierno británico necesita mostrar avances tras su separación de la Unión Europea, y asegurar vínculos sólidos con aliados clave. Para Trump, es una oportunidad para aliviar la presión interna sin renunciar a su narrativa nacionalista.
Acero y aluminio: más política que economía
No es casualidad que el acuerdo toque dos de los sectores más simbólicos para Trump. El acero y el aluminio no solo representan industrias estratégicas, sino que han sido el estandarte de su guerra arancelaria. Los aranceles del 25% impuestos desde 2018 afectaron incluso a socios históricos como el Reino Unido.
Ahora, se abre una ventana para que cierta cantidad de estos materiales británicos entre a EE.UU. sin aranceles. ¿El problema? Esa cuota representa apenas un 15% del volumen exportado. Es decir, más un gesto diplomático que una solución real para la industria.
Autos británicos: un guiño con límites
Uno de los anuncios más destacados del pacto es la reducción de aranceles para modelos específicos de automóviles británicos, especialmente del segmento premium. Marcas como Jaguar o Land Rover celebraron la medida, pero los expertos señalan que deja fuera a la mayoría de los vehículos utilitarios, que conforman el verdadero núcleo del mercado.
En otras palabras, se premia a los emblemas de lujo que brillan en las portadas… pero no se mejora la situación del ciudadano promedio ni de las pymes del sector.
¿Una jugada electoral de Trump?
Con las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, muchos ven en este acuerdo una estrategia electoral bien calculada. La administración Trump, golpeada por las consecuencias de su política comercial, necesita mostrar avances sin ceder completamente su postura dura. Este pacto ofrece el equilibrio perfecto: alivia ciertas tensiones, mantiene su discurso y proyecta liderazgo.
Del otro lado del Atlántico, Boris Johnson también aprovecha el momento. La firma del acuerdo le permite ganar terreno político tras meses turbulentos post-Brexit, donde ha sido criticado por su manejo económico e interno.
Conclusión: ¿Tregua comercial o maquillaje político?
Lo firmado entre Washington y Londres tiene poco de acuerdo histórico. Más bien, parece una coreografía cuidadosamente montada para calmar los ánimos y ganar titulares sin alterar demasiado el fondo del conflicto.
¿Es un avance? Sí.
¿Es suficiente? Claramente no.
Ambos gobiernos ganan tiempo, imagen y discurso. Pero las verdaderas tensiones comerciales —y sus consecuencias— siguen ahí, latentes, esperando el próximo episodio.
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