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SECCIÓN: CULTURA –
No era sacerdote y gobernó solo cinco años, pero cambió el rumbo de la Iglesia para siempre. La historia del pontífice que forzó el nacimiento del cónclave y desafió el caos del poder.

Por el equipo de Cultura de RadioAmericaVe.com
Durante tres años, la silla de Pedro estuvo vacía. La Iglesia católica, sin líder, se sumía en una crisis de poder que amenazaba su unidad espiritual y política. El año era 1268 y el caos reinaba en Viterbo, donde 20 cardenales debatían, conspiraban y se dividían sin llegar a ningún acuerdo. Fue necesario un gesto radical, casi absurdo: los ciudadanos de la ciudad los encerraron bajo llave, les cortaron el techo y, con el tiempo, hasta les racionaron la comida. De esa tensión extrema emergió Gregorio X, un papa inesperado que ni siquiera era sacerdote al momento de su elección, pero que transformaría la historia de la Iglesia para siempre.
Y lo hizo con una medida revolucionaria: la creación del cónclave, el sistema de elección papal que, con algunas modificaciones, sigue vigente hasta hoy y marcará también el futuro tras la muerte del papa Francisco.
Un laico en el trono de Pedro
Tebaldo Visconti, nacido en Piacenza, no formaba parte del cuerpo eclesiástico cuando fue elegido. Era un laico, diplomático y hombre de fe, conocido por su integridad y prudencia. En una jugada inusual, pero desesperada, los cardenales decidieron ofrecerle el papado en 1271, tras casi 1.000 días de deliberaciones infructuosas.
Tebaldo aceptó. Fue ordenado sacerdote, luego obispo y finalmente coronado como Gregorio X. Su elección marcó un punto de inflexión, no solo por su perfil atípico, sino por las profundas reformas que impulsó en tan poco tiempo.
El nacimiento del cónclave: encerrarse para elegir con conciencia
Consciente del desastre que significó su elección, Gregorio X decidió que algo debía cambiar. En 1274, durante el Segundo Concilio de Lyon, propuso —y logró implementar— una medida sin precedentes: los cardenales serían encerrados sin contacto con el exterior hasta alcanzar un consenso. El objetivo era claro: evitar presiones externas, demoras interminables y disputas políticas que paralizaban la Iglesia.
Así nació el cónclave, palabra que proviene del latín cum clave, que significa "con llave". No se trataba solo de un encierro físico, sino de una forma de blindar espiritualmente la decisión más importante del catolicismo.
El mundo no volvió a ser el mismo desde entonces. Esta norma se convirtió en la columna vertebral del proceso de sucesión papal y continúa rigiendo los cónclaves del siglo XXI.
Un pontificado breve, un legado eterno
Gregorio X gobernó durante apenas cinco años (1271-1276), pero su impacto fue descomunal. Además de crear el cónclave, promovió la paz entre las casas reales europeas, convocó el ya mencionado Concilio de Lyon, y trabajó incansablemente por reconciliar a la Iglesia católica con los ortodoxos orientales.
El papa también se adelantó a su tiempo en su visión global. Impulsó misiones diplomáticas hacia el mundo islámico y Asia, e incluso llegó a contactar con representantes del Gran Kan mongol. En plena Edad Media, pensó en una Iglesia con alcance planetario.
Murió repentinamente en Arezzo, en ruta hacia una nueva cruzada. Fue beatificado en 1713 por el papa Clemente XI. Hoy, su tumba permanece en la catedral de Arezzo, silenciosa pero elocuente.
El cónclave de hoy: herencia directa de una decisión radical
Cuando los cardenales entren en cónclave para elegir al sucesor del papa Francisco, seguirán un ritual que tiene más de 700 años de antigüedad. Serán encerrados en la Capilla Sixtina. No podrán usar teléfonos ni tener contacto con el exterior. Y no saldrán hasta que uno de ellos obtenga dos tercios de los votos.
Esto es posible gracias a la decisión de un hombre que nunca fue previsto como papa. Gregorio X demostró que las soluciones más duraderas surgen en momentos de máxima tensión. Su legado trasciende su tiempo y condiciona directamente el presente.
Una figura olvidada, pero más vigente que nunca
Pese a su impacto, Gregorio X rara vez aparece en los titulares o en las aulas. No es una figura popular ni celebrada. Sin embargo, sin él, la Iglesia tal como la conocemos sería otra. Su legado no está hecho de mármol ni de milagros, sino de estructuras institucionales que han sobrevivido a guerras, cismas y siglos.
Hoy, mientras el mundo observa con expectación el proceso que definirá al próximo papa, es necesario mirar hacia atrás y recordar a quien hizo posible ese proceso.
Gregorio X fue un reformador silencioso. Uno que entendió que, para cambiar la historia, a veces basta con cerrar una puerta.
“Línea de tiempo del pontificado de Gregorio X, desde su elección en 1271 hasta su muerte en 1276.”

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