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Cuando votar se convierte en una trampa para legitimar el oprobio

Venezuela ha vivido dos décadas de elecciones que, lejos de ser instrumentos democráticos, han sido transformadas en dispositivos para perpetuar una dictadura con disfraz electoral. La única constante en estos procesos ha sido la manipulación estructural, el ventajismo, el abuso de poder, la inhabilitación de candidatos y la represión de quienes se atreven a confrontar el sistema.
La elección presidencial del 28 de julio de 2024 fue, sin lugar a dudas, el punto de quiebre más brutal en esta saga de fraudes. No hubo transparencia, no hubo equidad, no hubo observación internacional real. Y, lo más grave: no hubo reconocimiento de la voluntad popular. Fue un acto de imposición con sello autoritario.
La pregunta entonces es inevitable: ¿vale la pena participar en elecciones bajo dictadura?
Elecciones como estrategia de legitimación
En regímenes como el de Maduro, las elecciones no buscan alternancia, sino consolidación. El aparato electoral ha sido secuestrado. El CNE actúa como apéndice del PSUV. La justicia electoral es inexistente. Los medios están censurados. Y el uso del miedo y la pobreza como mecanismo de control social ha alcanzado niveles de perversión.
Participar en esas condiciones puede interpretarse como una convalidación del sistema. Porque cada voto emitido en condiciones de absoluta desventaja termina siendo instrumentalizado por el poder para mostrar al mundo una apariencia de normalidad institucional.
El costo de la abstención
Pero no votar también tiene sus consecuencias. La abstención masiva puede debilitar la narrativa del régimen, pero si no está acompañada de una estrategia paralela de presión nacional e internacional, puede terminar sirviéndole al poder como una herramienta de división y frustración.
Los ciudadanos no deben cargar con la culpa de una participación forzada. Es el sistema el que ha hecho de las elecciones una pantomima. El foco debe estar en desmontar ese sistema, no en culpabilizar a las víctimas de la trampa.
La solución es política, no electoral
Mientras la dictadura controle todos los poderes del Estado, no habrá salida vía comicios. La transición en Venezuela será un proceso eminentemente político, donde la presión ciudadana, internacional, institucional y moral se articulen para quebrar el aparato de dominación.
Las elecciones deben volver a ser el mecanismo para expresar la soberanía popular, no un callejón sin salida. Pero para ello, primero debe haber condiciones: CNE independiente, registro electoral depurado, participación libre, campaña equilibrada, observación calificada.
Hoy, ninguna de esas condiciones existe.
No más trampas vestidas de democracia
Insistir en participar sin condiciones es, en los hechos, contribuir a la estabilidad del régimen. No hay nada más peligroso que una dictadura que se reviste de legalidad para continuar su asfixia.
Desde esta tribuna, hacemos un llamado a las fuerzas democráticas a no seguir el juego. No más elecciones sin garantías. No más ilusiones manipuladas. Es momento de construir una ruta de verdadera transición.
La historia no perdonará a quienes sigan sosteniendo este teatro sangriento. La democracia no se mendiga; se conqEnlaces internos sugeridos:
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Vierne5. / Editorial
Victor Julio Escalona
Editor.
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