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Maduro se arma contra el pueblo venezolano: drones, milicias e Irán. No teme a EE.UU., teme a una rebelión popular. Análisis y claves.

La crisis política en Venezuela 2025; drones y milicias de Maduro; narcotráfico y represión; rebelión popular en Venezuela; conflicto EE.UU. y Venezuela
Maduro se arma contra el pueblo: drones y represión

Maduro no se prepara para enfrentar a Estados Unidos: se prepara para enfrentar a los venezolanos. Drones en los cielos, milicias en los barrios y acuerdos con Irán dibujan a un régimen que teme más a una rebelión popular que a un desembarco en sus costas. El viejo estribillo de “Chávez los tiene locos” fue reemplazado por otro: “Trump y María Corina los tienen locos”. Gritan independencia hacia afuera, pero aprietan hacia adentro: esa es la verdadera cara de una “revolución” que solo se sostiene con miedo.
“El miedo del tirano no está en el enemigo externo, sino en la multitud que ya no le cree.” — Víctor Escalona, El Estoico
1) Maduro no se arma contra EE.UU., se arma contra los venezolanos
El discurso oficial repite que la amenaza viene de afuera; sin embargo, los hechos muestran otra cosa. Los recursos se concentran en vigilancia interna: tecnología para identificar focos de protesta, despliegue de milicias en comunidades vulnerables y doctrinas de control social que nada tienen que ver con la defensa de fronteras. La pregunta no es si habrá una invasión extranjera, sino por qué un gobierno arma su aparato de seguridad como si su enemigo fuera su propio pueblo.
La paciencia social está al límite. Sueldos que pulverizan la vida, hospitales colapsados y servicios en ruina empujaron a millones al exilio y a quienes permanecen, a la resistencia. El arsenal que crece no es para disuadir fuerzas externas: es para asfixiar la voz interna.
2) Barrrios bajo vigilancia: el laboratorio del control
Allí donde el Estado abandonó, el miedo intenta sustituir al derecho. En muchos sectores populares, la presencia de milicias y cuerpos parapoliciales actúa como recordatorio de que protestar puede salir caro. La idea es disuadir, desmovilizar, quebrar la organización vecinal. No hay estrategia de defensa; hay estrategia de sometimiento.
- Drones de monitoreo usados como “ojo” disuasivo —y eventualmente represivo— sobre concentraciones espontáneas.
- Milicias de barrio reclutadas con promesas básicas (alimentos, bonos), entrenadas para control y vigilancia comunitaria.
- Protocolos de intervención diseñados para dispersar marchas, cercar urbanizaciones y “neutralizar” liderazgos locales.
3) ¿Guerra fría? No: conflicto caliente
Algunos titulares enmarcan la relación con EE.UU. como “guerra fría”. Pero lo que existe no es un duelo ideológico distante; es un conflicto caliente alimentado por rutas de narcotráfico, corrupción y represión. Estados Unidos no combate a Venezuela —país y pueblo—, combate a un régimen que opera como estructura criminal. Llamar a esto “frío” es minimizar un incendio que ya calcina la vida cotidiana.
La sociedad venezolana no desea ver a los responsables paseando con lo robado. Desea justicia, procesos, condenas y reparación. Mientras tanto, el relato oficial necesita enemigos externos para tapar la realidad interna: hambre, huida, humillación.
4) Diosdado y el espejismo de la fuerza
Los discursos de Diosdado Cabello, a gritos y descalificación, ya no engañan. “El que mucho grita, mucho teme.” La figura de María Corina Machado, y la presión internacional, han desnudado un poder que perdió autoridad moral. Cuando el aparato se apoya más en el volumen que en los argumentos, la legitimidad ya se quebró.
“Un poder que necesita gritar para imponerse ya perdió la autoridad moral.” — Víctor Escalona, El Estoico
5) La narrativa del miedo: independencia hacia afuera, puño hacia adentro
“Nos quieren invadir”, “defendamos la soberanía”, “la patria está en peligro”. Frases repetidas para ocultar lo obvio: el miedo real está en las calles de Venezuela, en madres que no consiguen medicamentos, en jóvenes que solo ven futuro si migran, en abuelos con pensiones que no compran ni una semana de comida. Por eso la gente habla de “malestar interno”: no se lo cura con propaganda, se lo cura con libertad y justicia.
6) El arsenal del miedo: señales que no mienten
La militarización de la vida cotidiana se observa en hechos concretos. A modo de guía, estas son señales que delatan el propósito interno del aparato:
- Drones y sensores en áreas urbanas con historial de protesta.
- Militarización de servicios (gasolina, electricidad, agua) para controlar flujos y castigar zonas rebeldes.
- Centros de “coordinación social” que funcionan como nodos de vigilancia y coacción.
- Compra de equipos antidisturbios por encima de necesidades de defensa externa.
- Campañas de desinformación para demonizar a líderes comunitarios y “criminalizar” asambleas vecinales.
7) El nuevo estribillo: “Trump y María Corina los tienen locos”
“Chávez los tiene locos” fue el mantra. Hoy, el régimen vive obsesionado con dos nombres. María Corina como símbolo interno de cambio, y Trump como presión externa que reordena alianzas. No asusta un portaaviones en alta mar; asusta una mayoría que perdió el miedo y una comunidad internacional que dejó de comprar relatos.
8) Coste humano: la factura que paga el país
El costo de sostener el poder con miedo se mide en vidas rotas. Familias separadas por la migración, aulas vacías, quirófanos sin insumos, barrios sitiados por el hambre. La represión no solo persigue; empobrece y enferma. Se vuelve una máquina de fabricar resignación. Sin embargo, Venezuela insiste: se organiza, se cuida, se ayuda. La solidaridad —y la memoria— son la reserva ética de la nación.
9) Lecciones regionales: cuando el autoritarismo se disfraza
En América Latina ya hemos visto este libreto: autoritarismos que gritan antiimperialismo mientras endeudan al país con potencias de turno; que prometen igualdad mientras blindan privilegios de cúpulas; que hablan de paz mientras atornillan la represión. La salida no es simple, pero hay brújula: unidad cívica, presión institucional y memoria. La dignidad no se decreta: se practica.
10) ¿Qué hacer ahora? Claves para lo que viene
- Cuidar liderazgos comunitarios: proteger a quienes organizan y dan la cara.
- Documentar abusos: cada prueba importa, cada caso cuenta.
- Redes de apoyo: alimentación, salud, educación en manos de comunidades.
- Unidad en lo esencial: diferencias estratégicas no deben romper objetivos comunes.
- Paciencia activa: avanzar sin regalar pretextos a la represión.
“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.” — Víctor Escalona, El Estoico
Preguntas frecuentes (FAQ)
¿Maduro realmente se prepara para una invasión extranjera?
No. La priorización de drones, milicias y equipos antidisturbios revela un enfoque de control interno. La doctrina que crece es la del miedo social, no la de defensa nacional.
¿Qué papel juegan aliados extra-regionales?
Proveen tecnología, entrenamiento y cobertura política. El patrón común es el fortalecimiento de capacidades de vigilancia y represión, lejos de cualquier lógica de soberanía democrática.
¿Por qué el régimen necesita un enemigo externo?
Porque el relato del “asedio” intenta justificar la crisis económica y la represión. Sin embargo, la vida diaria desmiente la propaganda: el conflicto decisivo es entre el poder y la ciudadanía.
¿Qué espera la mayoría de los venezolanos?
Justicia y transición. No impunidad, no olvido. Procesos institucionales, reparación a víctimas y una reconstrucción que priorice salarios dignos, salud y educación.
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Conclusión: la diarrea del poder, el pulso de la ciudadanía
Llamarlo “diarrea interna” no es vulgaridad: es precisión. Un régimen que se arma contra su gente padece un malestar que no sana con discursos. Dice independencia, pero se arrodilla fuera; habla de paz, pero aprieta dentro. La ecuación no cierra: cuando el miedo manda, la libertad resiste.
Maduro no se arma contra EE.UU.; se arma contra los venezolanos. Podrá vigilar, apretar y encarcelar, pero no podrá detener una verdad simple: la justicia llega. Y cuando llegue —con memoria y proceso—, el país volverá a respirar en libertad.
“Los pueblos no olvidan: la represión puede postergar la libertad, pero nunca cancelarla.” — Víctor Escalona, El Estoico
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