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Refugiados Rohingya en Bangladés 2025: 1,3 millones de vidas atrapadas en el mayor campo del mundo, mientras Dhaka pide auxilio.

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Cox’s Bazar, Bangladés — 25 de agosto de 2025. Ocho años después del éxodo masivo desde Myanmar, el Premio Nobel de la Paz, Muhammad Yunus, lanzó una advertencia que ya no admite excusas: “Bangladés no puede seguir soportando solo esta carga humanitaria”. La frase condensa una realidad insoportable para cualquier Estado en desarrollo: más de 1,3 millones de refugiados Rohingya sobreviven en el mayor complejo de campamentos del mundo, atrapados entre el olvido internacional y la imposibilidad de regresar a casa.
Para quienes nacieron o crecieron en Cox’s Bazar, la crisis no es un tema del pasado. Es la vida diaria: colinas cubiertas por lonas, pasillos de barro, escasez de agua potable y aulas improvisadas donde se intenta enseñar sin identidad legal. El mundo pareció girar la mirada; sin embargo, dentro de estas carpas hay infancias enteras sin papeles, mujeres con historias de violencia y hombres que buscan empleo en la sombra, sin derechos ni horizonte.
“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.” — Víctor Escalona
Bangladés pide socorro: cuando la solidaridad necesita ser global
Bangladés abrió sus fronteras en 2017 para salvar vidas, y las salvó. No obstante, hoy la factura es descomunal: presión demográfica, economía interna debilitada, temporadas de ciclones más agresivas y una tensión social que crece en las periferias. El gobierno repite una verdad simple: sin un compromiso internacional sostenido, el país no puede garantizar un mínimo de dignidad a una población refugiada que ya supera la capacidad de respuesta.
Cox’s Bazar: la ciudad de lona
La topografía cambió. Donde había bosque y colina ahora hay calles de tierra y techos de zinc. Con el paso de los años, los campamentos dejaron de ser “temporales” y se transformaron en una ciudad paralela con clínicas básicas, comedores, centros de aprendizaje y sistemas comunitarios de alerta frente a incendios. Aun así, un sistema paralelo no reemplaza derechos: sin ciudadanía, no hay acceso pleno a educación formal, a trabajo regulado ni a justicia.
El costo invisible para Dhaka
Los recursos de Bangladés se estiran hasta el límite: seguridad, salud pública, infraestructura y logística humanitaria. Además, cada monzón abre nuevas grietas. Hay que reconstruir drenajes, reforzar taludes y reubicar familias por riesgo de deslizamientos. El tiempo desgasta la solidaridad y, también, el presupuesto.
La crisis que salió de portada… pero no de los campamentos
La fatiga compasiva y el ruido geopolítico desplazaron a los Rohingya del foco mediático. Nuevas guerras ocuparon titulares y agendas diplomáticas, mientras los fondos humanitarios se redistribuyeron. Sin embargo, el principio humanitario no caduca: las vidas no expiran por falta de audiencia. La “normalización” del campamento es una ilusión peligrosa; el riesgo es perpetuar guetos sin Estado.
Myanmar: ciudadanía negada, retorno bloqueado
El retorno seguro y digno exige reconocimiento de ciudadanía, garantías de protección y mecanismos internacionales de verificación. Sin estos tres pilares, cualquier repatriación sería sólo un movimiento en el tablero, no una solución. Hasta que eso cambie, Cox’s Bazar seguirá siendo un hogar prestado para quienes perdieron el suyo.
Ecos en América Latina: cuando el desarraigo tiene múltiples acentos
Desde Caracas hasta Buenos Aires, y desde Ciudad de México hasta Madrid, la historia Rohingya resuena por similitudes emocionales: familias partidas, jóvenes que ponen la vida en pausa y diásporas que piden una oportunidad. Para la comunidad migrante venezolana, el eco es inmediato: espera interminable, ventanillas cerradas y documentos que deciden el tamaño del futuro.
Lecciones compartidas
- Documentación y estatus: sin papeles no hay derechos. Regularizar salva vidas y economías.
- Educación como ancla: la escuela reduce riesgos de trata, reclutamiento y violencia de género.
- Trabajo con protección: permitir empleo regulado evita mercados clandestinos y abusos.
- Salud mental: el trauma migratorio no es abstracto: necesita atención sostenida y culturalmente adecuada.
¿Qué puede venir ahora? Tres rutas posibles para no fallar otra década
El mensaje de Yunus obliga a mover fichas en la ONU y en los donantes. El camino no es único, pero sí urgente.
1) Reasentamiento en terceros países
Una cuota de reasentamiento alivia la presión en Bangladés y ofrece futuro a familias con mayor vulnerabilidad: mujeres cabeza de hogar, sobrevivientes de violencia sexual, personas con discapacidad o patologías crónicas.
2) Financiamiento predecible para servicios esenciales
La asistencia no puede depender de la generosidad estacional. Se necesitan fondos plurianuales para salud, agua, saneamiento e higiene, así como para educación y protección infantil. Además, financiar drenajes, taludes y refugios resilientes al clima reduce costos de emergencia a medio plazo.
3) Presión diplomática efectiva hacia Myanmar
Sin avances en el reconocimiento de ciudadanía y garantías de seguridad, el retorno no será viable. Las sanciones, resoluciones y misiones de verificación deben enfocarse en diseñar un marco de derechos y responsabilidades; de lo contrario, Cox’s Bazar seguirá creciendo por descarte.
“Mi hija sólo conoce este lugar”: la vida en pausa
Rahima tiene 24 años. Llegó adolescente y hoy cría a su hija entre pasillos de lona y zinc. “Mi niña nunca vio el pueblo donde nací”, cuenta, mientras muestra un cuaderno con dibujos de casas y árboles que ya no existen. Su historia se repite en miles de familias; cada cumpleaños en el campamento es un año más sin patria.
Infancias sin Estado
Los niños Rohingya nacen en tierra de nadie: no son ciudadanos de Myanmar y tampoco adquieren automáticamente la nacionalidad de Bangladés. Sin un estatus claro, crecen en una legalidad suspendida que limita el acceso a estudios formales, a movilidad y a oportunidades de empleo futuro.
En síntesis: lo que debes saber de Cox’s Bazar
- 1,3 millones de refugiados Rohingya sobreviven en el complejo de campamentos más grande del mundo.
- Ocho años de crisis activa desde el éxodo masivo de 2017.
- Riesgo climático: deslizamientos, incendios y ciclones aumentan cada temporada del monzón.
- Derechos bloqueados: sin ciudadanía, no hay retorno seguro ni integración plena.
- Financiamiento inestable: la ayuda humanitaria se reduce cuando el tema sale de la agenda mediática.
De la emergencia a la dignidad: cuatro claves de política pública
A. Educación formal y acreditable
Implementar currículos reconocidos regionalmente para que los años de estudio cuenten dentro y fuera del campamento. Un diploma válido abre puertas y previene la perpetuación de la pobreza.
B. Permisos de trabajo con protección
Autorizar empleos regulados en sectores específicos —con supervisión laboral y protocolos contra la explotación— formaliza ingresos, reduce el trabajo infantil y dinamiza economías locales.
C. Infraestructura climática
Obras de drenaje, muros de contención y refugios modulares resistentes al monzón reducen costos de respuesta y pérdidas humanas. La prevención es más barata que la reconstrucción perpetua.
D. Participación comunitaria real
Los comités Rohingya deben tener voz en el diseño de soluciones. Sin participación, no hay legitimidad; sin legitimidad, no hay sostenibilidad.
¿Y América Latina qué puede aportar?
La región conoce el desplazamiento forzado, y también la cooperación. Universidades y gobiernos locales podrían ofrecer becas de estudio y cupos de reasentamiento para casos de alto riesgo. Además, organizaciones de la diáspora latinoamericana pueden canalizar campañas de donación y programas de tutoría educativa a distancia. La solidaridad no necesita pasaporte.
Preguntas frecuentes sobre los Rohingya en Bangladés
1) ¿Quiénes son los Rohingya y por qué huyeron?
Los Rohingya son una minoría musulmana históricamente asentada en el estado de Rakhine, Myanmar. En 2017, una ofensiva militar desencadenó un éxodo masivo por persecución, violencia y negación de ciudadanía. Desde entonces, la mayoría vive refugiada en Cox’s Bazar, Bangladés.
2) ¿Por qué Bangladés dice que ya no puede más?
Porque el esfuerzo humanitario supera su capacidad fiscal y logística. Mantener servicios básicos, seguridad y obras de mitigación climática para 1,3 millones de personas exige apoyo internacional estable, no campañas puntuales.
3) ¿Qué soluciones reales existen a corto y mediano plazo?
Reasentamiento de casos prioritarios, financiamiento plurianual para servicios y educación, y presión diplomática efectiva para que Myanmar reconozca ciudadanía y garantice un retorno seguro. Además, permisos de trabajo regulados en Bangladés mitigarían la precariedad.
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Una deuda pendiente de la humanidad
La crisis Rohingya no es un capítulo menor del sudeste asiático; es un espejo incómodo sobre cómo el planeta gestiona —o posterga— sus responsabilidades. Bangladés cumplió cuando abrió sus puertas. Ahora el mundo debe cumplir con soluciones que trasciendan la foto y el tuit. Porque cada día que pasa en Cox’s Bazar es una biografía que se escribe sin Estado y sin futuro.
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