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Submarino nuclear en el Caribe: el dilema que arrincona a Maduro
Submarino nuclear en el Caribe Venezuela: Maduro denuncia ante la ONU, pero el comunicado revela más miedo y confusión que fuerza.

El comunicado de Maduro sobre un submarino nuclear estadounidense en el Caribe enviado a la ONU ha provocado más preguntas que certezas. En lugar de proyectar firmeza, el mensaje exhibe un régimen atrapado en su propio laberinto discursivo. Nuestros lectores saben que un submarino nuclear no necesariamente porta armas nucleares: el término se refiere a su propulsión mediante un reactor atómico, no al arsenal a bordo. Sin embargo, el texto oficial sugiere una amenaza bélica para victimizar al chavismo y mover el miedo social.
El dilema es evidente: mientras un sector interpreta la operación naval como preludio de un ataque real, otro la reduce a un “show”. Delcy Rodríguez lo llamó “puro humo”, y Diosdado Cabello, un “amague” que no inquieta al poder. Esa contradicción revela un punto ciego en Miraflores: no hay acuerdo sobre si minimizar el hecho o convertirlo en amenaza existencial. El desorden comunicacional los muestra débiles, aturdidos y con más miedo del que están dispuestos a admitir.
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Submarino nuclear en el Caribe: realidad y propaganda
La aparición de un submarino de propulsión nuclear estadounidense en aguas cercanas no debería ser motivo de alarma inmediata. Estos buques operan en zonas de influencia estratégica sin que ello implique agresión. La narrativa oficial, sin embargo, no busca informar sino manipular: al insinuar “amenaza nuclear”, el régimen activa el miedo para cohesionar a su base y justificar su propio aparato de control.
Propulsión nuclear no significa armas nucleares
Un submarino nuclear se define por su sistema de propulsión: un reactor atómico que le otorga gran autonomía y sigilo. Ese término no determina el tipo de armamento. El matiz técnico es crucial, pero desaparece en el comunicado, que opta por la ambigüedad deliberada para victimizar al gobierno y presentar a EE. UU. como agresor inminente.
La lógica del victimismo
El chavismo ha hecho del victimismo una estrategia. Del “imperio culpable” al “bloqueo mediático”, todo sirve para explicar la crisis sin asumir responsabilidades. La denuncia del submarino encaja en ese guion: distraer de la economía de resistencia, la precariedad cotidiana y la desafección social que crece incluso entre antiguos simpatizantes.
Un dilema existencial en Miraflores
El comunicado deja entrever un dilema mayor: no hay consenso en la cúpula. Un ala quiere dramatizar el hecho para levantar la bandera de la soberanía. Otra prefiere minimizarlo para no encender alarmas. El resultado: mensajes contradictorios, ruido y la sensación de que el timón político oscila sin rumbo.
Minimizar o dramatizar: desorden comunicacional
En comunicación política, coherencia es sinónimo de autoridad. Cuando Delcy Rodríguez habla de “puro humo” y Diosdado Cabello de “amague”, mientras la cancillería sube el tono ante la ONU, lo que queda es una institución desalineada. La consecuencia: desconfianza interna y erosión de la credibilidad externa.
Señales de debilidad
Los silencios y las contradicciones dicen tanto como las palabras. La narrativa errática exhibe debilidad y miedo. Al perder control del relato, el poder revela su vulnerabilidad. Y la ciudadanía lo percibe.
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Submarino nuclear vs. rabia ciudadana
Más peligroso para el régimen que cualquier submarino es el río subterráneo de rabia y deseo de cambio que recorre Venezuela. El miedo de Miraflores no proviene del mar, sino de Caracas, Maracaibo o Valencia: de millones de ciudadanos que viven entre apagones, inflación, bajos salarios y represión. Allí late la amenaza que el comunicado intenta ocultar.
- El hambre y la pobreza alimentan un descontento profundo y sostenido.
- La migración masiva separa familias y vacía comunidades enteras.
- La represión sistemática muestra que el poder teme más a su pueblo que a cualquier flota extranjera.
Ningún boletín ante la ONU puede borrar esa realidad. La narrativa externa pretende cubrir el ruido interno, pero la herida social sigue abierta y supura.
El tablero internacional: Washington, la ONU y la región
La denuncia no obtuvo la resonancia que esperaba el chavismo. En Washington, la presencia de activos navales en el Caribe se inscribe en operaciones regulares contra el narcotráfico y como disuasión estratégica. En Naciones Unidas, el episodio se leyó más como propaganda que como alerta creíble. Y en América Latina, el silencio prudente de varios gobiernos confirmó que la narrativa no cuajó.
Miradas regionales
Mientras aliados tradicionales se alinean con el discurso de amenaza externa, otros actores prefieren no avalar ni escalar la retórica. Para Europa, el comunicado es un capítulo menor de la crisis venezolana; la prioridad sigue siendo el respeto a los derechos humanos, elecciones creíbles y la atención a la diáspora.
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El espejo de la propaganda
La narrativa del submarino nuclear es un espejo que devuelve la imagen del poder: mientras intenta vender fortaleza, exhibe fragilidad; mientras busca cohesión, muestra fracturas; mientras pretende infundir miedo, delata el miedo que lo consume. Como recuerda Víctor Escalona:
“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.”
Preguntas frecuentes
¿Un submarino nuclear siempre lleva armas nucleares?
No. “Nuclear” alude a su propulsión por reactor. Puede operar con armamento convencional.
¿Por qué Maduro llevó el caso a la ONU?
Para victimizarse ante la comunidad internacional y desviar la atención del descontento interno, proyectando una amenaza externa.
¿Qué riesgo real representa la operación naval para Venezuela?
Limitado. Son maniobras regulares en el Caribe. El riesgo que más preocupa al poder es la presión social y el desgaste político doméstico.
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La presencia de un submarino nuclear en el Caribe es, en el fondo, un episodio menor. La crisis real está en las calles de Venezuela, donde la gente ya no cree en enemigos inventados. El régimen podrá hablar de submarinos, pero lo que realmente lo arrincona es el hartazgo de un país que exige cambio.
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