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Régimen sobrevive a sus crisis: cómo se aferra al poder
Lo decimos claro: Descubre cómo el régimen venezolano ha permanecido aún a sus crisis: estrategias de control, manipulación social y resistencia internacional.
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Cada vez que parece que el régimen sobrevive a sus crisis, surge una nueva maniobra que le permite resistir, adaptarse y prolongar su dominio Es un ciclo que se repite: crisis económica, crisis social, crisis internacional… y sin embargo, el poder se reinventa. Lejos de caer por el peso de sus fracasos, el régimen ha aprendido a sobrevivir a sus propias crisis, convirtiendo cada desastre en oportunidad de control. La pregunta ya no es por qué Venezuela está en crisis, sino cómo un sistema tan erosionado logra perpetuarse en medio del colapso.
“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.” — Víctor Escalona
La crisis como estrategia de poder
En cualquier democracia, una crisis política suele ser el preludio de un cambio de gobierno. En Venezuela, en cambio, las crisis se han convertido en el oxígeno del régimen. El colapso económico, la hiperinflación, los apagones eléctricos o la escasez de alimentos no han debilitado al poder; al contrario, le han permitido crear nuevas formas de dependencia.
Los subsidios focalizados, las cajas CLAP y los bonos electrónicos son ejemplos claros. Se presentan como soluciones a la crisis, pero en realidad refuerzan el control político: quien recibe ayuda siente que su supervivencia depende del régimen. La crisis no es un accidente, sino un instrumento.
El arte de dividir y vencer
Otra de las claves de la supervivencia ha sido el uso sistemático de la división. La sociedad venezolana está fragmentada en múltiples bandos: opositores enfrentados entre sí, comunidades desconfiadas unas de otras, instituciones paralelas y medios de comunicación perseguidos. Mientras el país se divide, el poder se mantiene cohesionado.
En ese juego, la polarización no es un problema, es una ventaja. El régimen alimenta los odios cruzados, exagera las diferencias y promueve enfrentamientos internos para asegurarse de que la oposición nunca logre un frente común. Cada división social se traduce en un año más de permanencia en el poder.
Control sobre el hambre y la esperanza
La supervivencia también se sostiene en dos emociones básicas: el hambre y la esperanza. El hambre mantiene a la población ocupada en sobrevivir día a día, sin tiempo ni energía para organizarse políticamente. La esperanza se administra en pequeñas dosis: promesas de cambio, anuncios de diálogo, aperturas parciales que nunca llegan a concretarse.
Así, el régimen juega con la psicología colectiva: no deja que la desesperación estalle en rebelión, ni que la esperanza se transforme en transformación real. El pueblo queda atrapado en una eterna espera.
La represión como último recurso
Aunque la represión es evidente, su uso no siempre es indiscriminado. El régimen ha aprendido a dosificarla, aplicándola de forma selectiva y ejemplarizante. Un preso político encarcelado, una protesta reprimida, una voz silenciada bastan para enviar el mensaje de que el poder sigue intacto. La represión, cuando se combina con propaganda, crea un efecto de intimidación general que inhibe la acción colectiva.
El factor internacional: sobrevivir en la tormenta
El régimen no solo sobrevive gracias a lo que hace internamente, sino también por cómo se mueve en el tablero internacional. Las alianzas con potencias como Rusia, China o Irán le han garantizado oxígeno financiero, mientras el petróleo y el oro se convierten en moneda de intercambio. Por otra parte, la fragmentación de la comunidad internacional entre quienes sancionan y quienes hacen negocios, le permite siempre encontrar un resquicio para mantenerse.
En este contexto, la geopolítica se convierte en un escudo. Cada sanción externa es presentada como agresión imperialista, reforzando el discurso nacionalista. El régimen transforma la presión internacional en un relato de resistencia, ganando legitimidad interna en sectores que aún creen en la narrativa oficial.
La narrativa de la resistencia eterna
Uno de los recursos más efectivos ha sido el relato de que el régimen no gobierna, sino que resiste. Se presenta como víctima de conspiraciones, bloqueos y amenazas externas, lo que le permite justificar sus fracasos y mantenerse en el poder bajo la bandera de la “resistencia”. Esa narrativa le otorga una especie de heroísmo falso que confunde a sectores de la población y refuerza la idea de que, aunque todo está mal, el poder debe seguir.
El costo humano de la supervivencia
Pero toda estrategia tiene un precio. La supervivencia del régimen se paga con el sufrimiento de millones de venezolanos. La pobreza alcanza niveles históricos, la migración ha vaciado ciudades enteras y el colapso de los servicios públicos condena a la población a vivir en condiciones indignas. La resiliencia del poder se sostiene en la fragilidad del pueblo.
La pregunta que surge es dolorosa: ¿vale la pena sobrevivir si el costo es destruir a la nación? El régimen parece responder que sí, porque su lógica no es la del país, sino la de su propia permanencia.
Preguntas frecuentes
¿Cómo logra el régimen sobrevivir a tantas crisis?
Transformando las crisis en instrumentos de control: hambre, división social, manipulación ideológica y alianzas internacionales.
¿La comunidad internacional puede acelerar un cambio?
Sí, pero solo si logra coordinarse y evitar que las sanciones sean usadas como excusa para reforzar la narrativa del poder.
¿Qué papel tiene la sociedad civil?
Es clave. La resistencia ciudadana, organizada y persistente, puede romper el ciclo de manipulación que mantiene al régimen.
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Conclusión: un poder que sobrevive, un país que resiste
El régimen desde lo más profundo permanece aún en sus crisis porque, ha convertido el colapso en estrategia, la división en fortaleza y la represión en advertencia. Pero su permanencia no es invulnerable: cada crisis que administra deja cicatrices más profundas en el pueblo, y ninguna narrativa puede borrar el sufrimiento real de millones de venezolanos. La verdadera incógnita no es cuánto tiempo más podrá sobrevivir el régimen, sino cuánto más podrá resistir un país al peso de su propia tragedia.
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Victor Julio Escalona
Editor.
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