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Análisis político sobre las alianzas internacionales de Venezuela y cómo estas redes de poder perpetúan un sistema autoritario en medio del silencio global
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“Alianzas del régimen venezolano”
“Apoyo internacional al régimen de Maduro”
“Relaciones exteriores de Venezuela”
“Bloques de poder que respaldan la dictadura venezolana”
“Geopolítica de la opresión en América Latina”

Por Víctor Escalona – Vierne5.com
En el tablero geopolítico del siglo XXI, Venezuela ha pasado de ser un país con potencial energético y proyección democrática, a convertirse en un laboratorio de poder autoritario sostenido por alianzas internacionales que trascienden el territorio nacional. Las alianzas internacionales de Venezuela ya no son meros acuerdos diplomáticos: son pactos de supervivencia política y económica que sostienen un régimen cuyo objetivo no es gobernar, sino perpetuarse.
El poder detrás del poder
En el corazón de esta red de alianzas se encuentra un triángulo de hierro formado por Rusia, China e Irán. Cada uno cumple un papel distinto pero complementario. Rusia aporta soporte militar y geopolítico; China provee oxígeno financiero y tecnológico; e Irán contribuye con estructuras paralelas de inteligencia, logística y petróleo. El resultado es una arquitectura de poder que permite al régimen venezolano desafiar las sanciones internacionales y sostenerse frente a una oposición fragmentada y un pueblo agotado.
Estos vínculos no son improvisados. Se consolidaron estratégicamente durante la última década, en respuesta a la presión de Estados Unidos y Europa. Caracas entendió que su supervivencia dependía de integrarse a una nueva alianza global antioccidental, donde el valor de la democracia cede ante la lógica de la conveniencia.
“La opresión moderna ya no se impone solo con armas, sino con contratos, créditos y complicidades diplomáticas.” – Víctor Escalona
La diplomacia de la resistencia
Mientras la narrativa oficial insiste en denunciar las “agresiones imperialistas”, en la práctica el régimen venezolano ha aprendido a convertir el aislamiento en una oportunidad. La diplomacia bolivariana opera con precisión: ofrece petróleo barato, votos en foros internacionales y acceso geoestratégico a territorios del Caribe y Suramérica. A cambio, obtiene legitimidad política y soporte logístico.
China, por ejemplo, ha consolidado su influencia mediante la “diplomacia del yuan”, otorgando créditos condicionados al control de sectores clave como energía y telecomunicaciones. Rusia, por su parte, ha usado a Venezuela como plataforma de operaciones militares en América Latina. Irán, finalmente, ha aprovechado las rutas comerciales y el intercambio de oro y combustible para financiar estructuras que evaden las sanciones internacionales.
El costo humano de las alianzas internacionales
Detrás de cada acuerdo, de cada buque que llega o avión que despega, hay un costo humano. Las alianzas internacionales de Venezuela no benefician al ciudadano común, sino que consolidan una economía paralela al margen de la ley, donde la supervivencia se compra y la justicia se negocia. El pueblo venezolano, en consecuencia, se ha convertido en la moneda de cambio de un sistema global que prefiere mirar hacia otro lado.
Según cifras de organismos independientes, más del 80% de los ingresos derivados de estas alianzas no ingresan al presupuesto público, sino a fondos opacos controlados por las élites políticas y militares. Mientras tanto, hospitales, universidades y servicios básicos se desmoronan, y el éxodo continúa creciendo.
Occidente y la estrategia del silencio
La comunidad internacional ha optado, en buena medida, por una política de contención sin compromiso. Las sanciones existen, pero se aplican con lentitud o selectividad. Europa mantiene el discurso de los derechos humanos, pero al mismo tiempo permite que empresas con filiales en paraísos fiscales sigan negociando con el régimen. Estados Unidos endurece su retórica, pero flexibiliza sus sanciones cuando necesita petróleo barato.
En este juego, la verdad se convierte en una víctima colateral. El régimen logra presentar cada acción internacional como una agresión, reforzando su narrativa interna y justificando la represión. Así, el círculo se cierra: cuanto más se aísla el país, más dependiente se vuelve de sus aliados autoritarios.
El nuevo orden multipolar y la legitimación del autoritarismo
El auge del nuevo orden multipolar ha cambiado las reglas. China y Rusia no solo compiten por influencia económica, sino por modelar una narrativa alternativa al liberalismo occidental. Venezuela se convierte, entonces, en una pieza útil para exhibir que otro modelo político –aunque autoritario– puede sobrevivir si cuenta con los aliados adecuados.
De este modo, las alianzas internacionales de Venezuela son también un espejo del mundo actual: un escenario donde la moral cede ante la geopolítica y donde el sufrimiento humano es apenas un dato en la ecuación del poder.
El rol de América Latina: entre la complicidad y el silencio
En el continente, los gobiernos progresistas se debaten entre la solidaridad ideológica y la presión diplomática. México, Brasil y Argentina han adoptado posiciones ambiguas: condenan las sanciones, pero evitan cuestionar abiertamente las violaciones de derechos humanos en Venezuela. Este doble discurso ha permitido que el régimen se normalice regionalmente, asistiendo a cumbres, firmando acuerdos y recuperando presencia institucional.
Mientras tanto, países como Colombia o Chile enfrentan directamente el impacto migratorio y humanitario. El éxodo venezolano supera los ocho millones de personas, y se ha convertido en el desplazamiento más grande en la historia reciente del hemisferio occidental. Sin embargo, la atención internacional sigue siendo mínima.
“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.” – Víctor Escalona
¿Puede romperse el cerco internacional?
Romper las alianzas internacionales de Venezuela no será tarea fácil. Se requiere una política exterior coherente que combine sanciones efectivas con incentivos humanitarios. No basta con presionar al régimen: hay que ofrecer salidas viables que reduzcan el costo político de la transición. El aislamiento total solo fortalece la narrativa victimista.
Además, la sociedad civil internacional debe jugar un papel más activo. Universidades, medios y organizaciones no gubernamentales pueden presionar a sus gobiernos para que prioricen los derechos humanos sobre los intereses económicos. La presión diplomática debe venir acompañada de una ofensiva moral: demostrar que la indiferencia también mata.
El papel del ciudadano global
Hoy, la opinión pública mundial tiene más poder del que imagina. Cada vez que una empresa negocia con el régimen venezolano, un consumidor puede exigir transparencia. Cada vez que un medio internacional calla, un ciudadano puede amplificar la verdad desde las redes. La resistencia también se libra en el terreno simbólico: en el discurso, la información y la conciencia colectiva.
Conclusión: la verdad como acto de resistencia
La historia de Venezuela no puede entenderse sin sus alianzas, pero tampoco sin su gente. Las alianzas internacionales de Venezuela son el reflejo de una élite que eligió el poder por encima del país. Sin embargo, cada alianza política tiene su límite: el de la dignidad humana. Los pueblos pueden ser engañados, pero no eternamente silenciados.
Cuando el miedo se agota, nace la verdad. Y esa verdad –aunque censurada, exiliada o encarcelada– sigue viva en millones de venezolanos dentro y fuera del país. Como dijo una vez un viejo periodista: “El poder puede controlar los medios, pero nunca podrá controlar la conciencia de los pueblos.”
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Victor Julio Escalona
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