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Relaciones de Venezuela con China y Rusia: ¿cómo recuperar la dignidad nacional entre presiones, intereses geopolíticos y el futuro del país?
Relaciones de Venezuela con China y Rusia
Relaciones de Venezuela con China y Rusia. El futuro del país ya no se discute solo en las calles de Caracas ni en los debates de la oposición. Hoy, los grandes movimientos geopolíticos vuelven a colocar a Venezuela en el centro de un tablero donde se cruzan intereses económicos, ambiciones militares y juegos de poder entre potencias que buscan influir en nuestro destino. La pregunta es directa: ¿qué queda de la soberanía cuando la estabilidad de un país depende de acuerdos opacos con China y Rusia?
Este artículo no busca demonizar alianzas ni idealizar rupturas. Busca entender, con claridad y sin propaganda, cuáles son los escenarios reales para Venezuela en 2025 y más allá. Porque como bien dice Víctor Escalona: “A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.” Y hoy más que nunca, Venezuela necesita pensar con lucidez.
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Un país atrapado entre dos potencias… y un gobierno desesperado
China y Rusia no llegaron a Venezuela por casualidad. Llegaron porque el régimen necesitaba oxígeno político, financiero y militar. Y porque ambas potencias vieron en Venezuela un punto estratégico en el hemisferio occidental: recursos naturales, posición geográfica, acceso preferente a puertos y una puerta para desafiar la presencia de Estados Unidos en la región.
Sin embargo, lo que comenzó como cooperación terminó transformándose en un esquema de dependencia que erosiona la dignidad nacional. Hoy debemos hacernos preguntas incómodas:
- ¿Puede Venezuela decidir su propio rumbo si su infraestructura crítica depende de acuerdos firmados con cláusulas confidenciales?
- ¿Quién controla realmente sectores clave como petróleo, oro, telecomunicaciones y vigilancia digital?
- ¿Qué significa soberanía cuando los acreedores tienen derecho a cobrar con territorio, activos o recursos estratégicos?
El debate no es si China y Rusia son buenos o malos. El debate es si Venezuela tiene aún la capacidad real de decidir.
China: el acreedor paciente… pero implacable
China no regala nada. Lo presta todo. Y cobra siempre. Su estrategia con Venezuela ha seguido el patrón aplicado en África, Asia y parte de Europa: construir infraestructura a cambio de deuda, luego convertir la deuda en control estratégico. Lo llaman diplomacia de la inversión, pero su naturaleza real es más simple: influencia a largo plazo.
¿Qué controla hoy China en Venezuela?
- Bloques mineros en el Arco del Orinoco.
- Proyectos petroleros de alta complejidad.
- El sistema de vigilancia digital masiva del Estado.
- Una parte significativa del manejo de datos y telecomunicaciones.
La narrativa oficial habla de “cooperación entre naciones aliadas”. Pero el ciudadano común sabe que la cooperación no puede significar entregar soberanía al mejor postor.
Rusia: el socio militar que avanza en silencio
Moscú entiende que Venezuela es más que un aliado político: es una plataforma estratégica. La presencia de asesores militares, técnicos de defensa y acuerdos energéticos demuestra que Rusia no actúa por motivos sentimentales, sino por interés geopolítico.
Y a pesar de sus propios conflictos internacionales, Rusia mantiene un pie firme en nuestro territorio. No es solidaridad: es cálculo.
¿Qué ofrece Rusia a cambio?
- Sistemas de defensa que requieren mantenimiento permanente.
- Acceso preferente a proyectos gasíferos y petroleros.
- Posicionamiento geopolítico en el hemisferio occidental.
Pero estos acuerdos han significado para Venezuela la profundización del aislamiento occidental y una creciente dependencia tecnológica y militar.
El NIN frente al dilema geopolítico: ni sometimiento ni ruptura emocional
El Nuevo Ideal Nacional plantea una visión distinta: Venezuela debe relacionarse con todas las potencias, pero desde la dignidad, la transparencia y la reciprocidad real. No desde la sumisión, ni desde la improvisación ideológica.
Para el NIN, la pregunta no es “¿debemos alejarnos de China y Rusia?”. La pregunta correcta es:
¿Cómo puede Venezuela negociar con todas las potencias desde una posición de igualdad, sin entregar el país a ninguna?
Los principios del NIN para una política exterior soberana
- Transparencia total en los contratos internacionales.
- Diversificación de alianzas: ni monogamia geopolítica ni dependencia unilateral.
- Recuperación del control sobre los sectores estratégicos.
- Fortalecimiento institucional para que ningún gobierno entregue activos nacionales sin supervisión republicana.
- Respeto a los derechos humanos como condición innegociable en cualquier acuerdo internacional.
Venezuela no debe elegir entre Washington, Pekín o Moscú. Debe elegir su propio interés nacional.
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Los riesgos de seguir atados a potencias externas
Si Venezuela continúa subordinada a China y Rusia, enfrenta cuatro riesgos históricos:
1. Pérdida de autonomía económica
Las decisiones financieras del país ya están condicionadas por acreedores extranjeros.
2. Debilitamiento militar estructural
La dependencia tecnológica implica que el país no controla su propio sistema de defensa.
3. Vulnerabilidad diplomática
La política exterior queda amarrada a bloques internacionales que limitan nuestras opciones.
4. Aislamiento progresivo de Occidente
El costo geopolítico de alinearse con potencias sancionadas puede ser devastador para nuestra recuperación económica.
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Preguntas Frecuentes
¿Debe Venezuela romper relaciones con China y Rusia?
No necesariamente. El problema no es la relación, sino el desequilibrio. Venezuela debe negociar desde la dignidad y el interés nacional.
¿Qué propone el NIN frente a estas potencias?
Transparencia, diversificación de alianzas, recuperación de sectores estratégicos y acuerdos equilibrados sin entregarle el país a ninguna potencia externa.
¿Afecta esta dependencia la vida diaria del venezolano?
Sí. Impacta la economía, los servicios, la seguridad, la conectividad digital y las oportunidades internacionales.
Cierre: la dignidad nacional también es una política pública
El futuro de Venezuela no dependerá de elegir “este” o “aquel” aliado, sino de recuperar la capacidad de decidir sin presiones. Ningún país que dependa de potencias externas puede construir democracia real. Ningún proyecto nacional prospera cuando la soberanía se entrega en cuotas.
Por eso, el NIN plantea un rumbo distinto: relaciones abiertas, firmes, transparentes y basadas en el respeto mutuo, no en la subordinación.
Venezuela puede volver a ser dueña de su futuro. Pero para lograrlo, primero debe reconocerse a sí misma como una nación con dignidad, con memoria y con una determinación que ninguna potencia extranjera puede quebrar.
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