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SECCIÓN de Política
Mientras Nicolás Maduro celebra su “mejor momento político”, Venezuela se hunde en crisis humanitaria, represión, fraude electoral y migración masiva. ¿Hasta cuándo resistirá la mentira oficial?

Venezuela en crisis.
Nicolás Maduro dice estar en su mejor momento político. Con una sonrisa forzada y rodeado de su cúpula leal, repite que goza del respaldo popular, que avanza en nuevos procesos electorales y que ha “garantizado la estabilidad del país”. Pero tras ese discurso de aparente fortaleza se esconde una cruda verdad: su poder no se sostiene en la legitimidad democrática, sino en el control absoluto del aparato estatal.
Su autoproclamado éxito es una ilusión construida sobre la represión, el miedo y la manipulación institucional. El Consejo Nacional Electoral (CNE) actúa como un brazo político, no como árbitro imparcial. El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) emite sentencias a la medida del Ejecutivo. La Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) custodia urnas sin supervisión independiente. Y una burocracia amaestrada repite el guion oficial, sin cuestionamientos.
Un país atrapado en su propia sombra
Mientras Maduro habla de victorias, Venezuela se desangra en silencio. La economía informal ha devorado lo poco que quedaba del mercado interno. Los salarios mínimos no alcanzan para medio kilo de carne. Los hospitales están sin insumos, las escuelas en ruinas y el transporte público convertido en un cementerio ambulante.
El colapso no es accidental. Es el resultado de políticas erradas, corrupción desbordada y persecución sistemática a todo disenso. Decenas de opositores permanecen presos. Otros han sido inhabilitados políticamente sin juicio previo. Miles han debido exiliarse, perseguidos por pensar distinto. Y sin embargo, la maquinaria oficialista insiste en hablar de paz, estabilidad y democracia.
¿Quién puede hablar de democracia cuando el pueblo vota en condiciones de chantaje, con hambre y sin garantía de que su voto será respetado?
La gran estafa electoral
Las últimas elecciones presidenciales, que Maduro presenta como su gran aval político, son ampliamente cuestionadas por la comunidad internacional. Desde la Unión Europea hasta la OEA, pasando por organismos de derechos humanos y centros de observación independientes, todos coinciden en lo mismo: hubo fraude, opacidad y ventajismo brutal.
Los centros de votación fueron custodiados por militares. Las máquinas presentaron fallas inexplicables. Hubo denuncias de acarreo de votantes y sustitución de testigos. Lo que ocurrió no fue una elección libre, sino una coreografía cuidadosamente ensayada para simular legalidad. Una pantomima de urnas con resultado escrito desde Miraflores.
Maduro no ganó. Usurpó.
El precio de la represión
El control político tiene un costo, y lo paga el pueblo. Desde 2014, más de 7 millones de venezolanos han abandonado el país. Es el mayor éxodo en la historia contemporánea de América Latina. Familias enteras cruzan fronteras a pie, enfrentando abusos, xenofobia y peligros de todo tipo. Muchos mueren en el intento. Otros sobreviven vendiendo caramelos o trabajando en condiciones infrahumanas.
Dentro del país, la situación no mejora. La represión es cotidiana. Periodistas independientes enfrentan amenazas, bloqueos y censura. Las ONG operan bajo vigilancia. Estudiantes, sindicalistas y vecinos comunes son detenidos por protestar. En Venezuela, alzar la voz es un acto de valentía.
La resistencia silenciosa
Pero incluso en medio del caos, la esperanza resiste. Millones de venezolanos siguen creyendo en el cambio. Cada protesta, cada denuncia, cada acto de solidaridad construye un camino. La sociedad civil, las comunidades organizadas y la diáspora internacional mantienen viva la llama de la libertad.
Ese “mejor momento” del que habla Maduro es una bomba de tiempo. No se puede sostener una nación sobre el miedo. No se gobierna eternamente silenciando al pueblo. El cambio, aunque lento, avanza desde abajo. Y la historia nunca absuelve a los usurpadores, por mucho poder que acumulen.
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Maduro afirma estar en su mejor momento, pero Venezuela se desmorona bajo su poder absoluto
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