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Con sonrisas forzadas y flashes oficiales, el régimen celebra la llegada de otro vuelo de deportados mientras oculta la tragedia que representa para miles de familias venezolanas un retorno impuesto al país que los expulsó.

Desde la Redacción de RadioAmericave.com – Donde la verdad no se deporta – La Voz Del Lector.
Una fotografía cuidadosamente encuadrada. Rostros cansados, miradas vacías, algunas banderas, y funcionarios que sonríen como si estuviesen recibiendo héroes de guerra. Así vendió el régimen de Nicolás Maduro el segundo vuelo de deportados que llegó este jueves al Aeropuerto Internacional Simón Bolívar, en La Guaira, con casi 200 venezolanos expulsados desde Estados Unidos.
La imagen fue difundida con orgullo por el Ministerio de Interior, Justicia y Paz, como parte de una estrategia propagandística que intenta convertir un drama humano en un logro político. Pero lo que realmente ocurrió fue la culminación de un ciclo de desesperación, violencia fronteriza y fracaso estatal.
Porque nadie huye de su país por gusto. Nadie se lanza al Darién, duerme bajo puentes, ni camina miles de kilómetros para volver al mismo sitio donde la vida se le hizo imposible. Estas personas no están “regresando con esperanza”, como afirma el discurso oficial. Están siendo forzadas a aterrizar en el país que los obligó a irse.
El vuelo no fue humanitario. Fue el resultado directo de los acuerdos oscuros entre el régimen venezolano y el gobierno de Estados Unidos, que busca reducir la presión migratoria interna mostrando músculo con deportaciones masivas. Una jugada que beneficia políticamente a ambos extremos: a Maduro, que finge control y soberanía; y a Washington, que presume “orden migratorio” ante su electorado más conservador.
Pero ¿quién piensa en los deportados?
Muchos de los que llegaron en ese avión lo perdieron todo: sus ahorros, sus documentos, su dignidad. Fueron capturados por ICE, marcados como “ilegales”, tratados como delincuentes y retornados sin protección ni planes de reinserción. Vienen de un infierno y aterrizan en otro. Y al pisar suelo venezolano, lo que encuentran no es apoyo, sino un micrófono, una cámara y una sonrisa hipócrita.
Mientras tanto, el país que los recibe sigue sin empleo formal, sin seguridad, sin medicamentos, sin servicios básicos, y sin ninguna estrategia nacional para asumir el retorno masivo de migrantes. Maduro se toma la foto, pero no se hace cargo. No ofrece vivienda, trabajo ni reintegración. Solo propaganda.
¿Y el pueblo? Mira. Observa. Se indigna. Porque cada vuelo de deportados es una fotografía del fracaso estructural de una nación. Una nación que obligó a más de siete millones de personas a huir, y que ahora, como un mal padre, les abre la puerta solo para posar ante el mundo, sin reparar el hogar destruido que los expulsó.
En RadioAmericave.com no aplaudimos la propaganda. Denunciamos la realidad. Porque cada deportado es una historia de dolor, no un número en un boletín oficial.
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