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“Diáspora venezolana” Más de 7 millones de venezolanos han emigrado. ¿Es posible convertir esta diáspora en un motor de cambio? Aquí te lo explicamos.

La diáspora venezolana: una fuerza en resistencia global
La diáspora venezolana: una fuerza en resistencia global
La diáspora venezolana no es solo una consecuencia de la crisis nacional, sino también una reserva invaluable de talentos, energías y capacidades distribuidas por todo el mundo. Hoy, más que nunca, es hora de transformar esa realidad en una herramienta estratégica para el rescate del país.
¿Quiénes conforman la diáspora venezolana?
La diáspora venezolana está conformada por más de siete millones de compatriotas que se han dispersado por América Latina, Europa, Norteamérica y otras regiones. Muchos de ellos son profesionales, técnicos, trabajadores, estudiantes y emprendedores que han logrado insertarse en distintas sociedades, demostrando capacidad de adaptación y resiliencia.
La diáspora venezolana tiene las herramientas para incidir…
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El poder dormido de nuestra migración
Durante años, se ha visto a la migración como una pérdida, pero ha llegado el momento de comprender que la diáspora venezolana también representa una fuerza productiva, intelectual y organizativa de gran valor para reconstruir el país. Cada venezolano fuera de nuestras fronteras es un embajador natural de nuestras causas, cultura e identidad.
Organización y articulación como eje de acción
Para convertir a la diáspora venezolana en un actor político activo, debemos comenzar a organizarnos. Ya existen asociaciones de venezolanos en diferentes países, pero aún falta una visión estratégica compartida. Crear nodos de articulación por áreas geográficas y profesionales permitirá canalizar la ayuda, la opinión, y la acción organizada hacia Venezuela.
Recursos humanos en resistencia
Ingenieros, médicos, docentes, enfermeros, obreros, artistas, empresarios, todos forman parte del capital humano que aún tiene una deuda pendiente con su nación. No todos pueden regresar hoy, pero todos pueden participar desde donde están. La diáspora venezolana tiene las herramientas para incidir en procesos de cambio, mediante formación, visibilización, redes de apoyo y presión internacional.
Un plan común para el cambio
Un primer paso es establecer un canal único de comunicación e información. Un centro de gravedad digital donde converjan todas las iniciativas y que actúe como punto de encuentro para la diáspora venezolana. Desde allí, se pueden coordinar proyectos solidarios, campañas internacionales, denuncias, formación de cuadros y estructuras de apoyo a los movimientos democráticos dentro del país.
Desde el exilio, con propósito
No podemos subestimar el impacto de nuestra voz en redes sociales, medios, organismos internacionales, universidades, empresas y gobiernos. Somos millones, y juntos podemos cambiar la narrativa. La diáspora venezolana debe dejar de ser solo una estadística y convertirse en sujeto político y social de cambio.
El futuro nos llama
Así como en otros países la diáspora ha sido clave en procesos de transición y reconstrucción (casos como la diáspora afgana, iraní o siria), Venezuela también puede contar con su fuerza fuera de casa. La clave es la organización, la visión compartida y la acción sostenida. El momento de despertar ha llegado. La diáspora venezolana no es pasiva. Es una fuerza en resistencia. Y juntos, desde todas partes del mundo, podemos volver a soñar y construir una Venezuela libre, digna y democrática.
“Diáspora venezolana” Millones de venezolanos salieron del país buscando sobrevivir. Hoy, son parte de un ejército humano que resiste desde el exilio y sostiene a Venezuela desde afuera.
Una herida abierta que no deja de sangrar
La diáspora venezolana es mucho más que cifras. Es el rostro de la maestra que hoy limpia oficinas en Madrid, del ingeniero que hace delivery en Bogotá, de la enfermera que trabaja en turnos dobles en Santiago. Son más de 7 millones de historias dispersas en el mundo, pero unidas por la nostalgia y la resiliencia.
“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana”, dice Víctor Escalona El Estoico. Y eso es precisamente lo que ha hecho la diáspora: resistir. Pensar distinto. Adaptarse sin perder el alma.
Desde 2014, la migración forzada se convirtió en un fenómeno imparable. Naciones Unidas reconoce la crisis venezolana como una de las más graves del hemisferio occidental. Sin embargo, detrás de cada maleta hay un profesional, un soñador, un proyecto de vida truncado.
Recursos humanos en movimiento: ¿fuga o inversión externa?
La diáspora venezolana es, paradójicamente, uno de los principales activos del país. Cada día, miles de venezolanos envían remesas que sostienen a sus familias y dinamizan economías locales. De hecho, el Banco Mundial estima que en 2024 entraron más de 5.200 millones de dólares en remesas a Venezuela.
Pero el verdadero valor no está solo en el dinero. Está en el capital humano. Médicos en Argentina, ingenieros en Perú, programadores en Canadá, chefs en Miami, cuidadores en Chile. Gente que, pese a las dificultades, ha demostrado ser resiliente, capaz y adaptable.
“Venezuela no solo exportó petróleo, también exportó talento humano de altísimo nivel. Lo trágico es que lo hizo por necesidad y no por estrategia”, reflexiona Escalona.
Países como Colombia, España y Estados Unidos han recibido el grueso de esta diáspora. Algunos gobiernos han desarrollado políticas para integrarlos, mientras otros apenas los toleran. La integración, sin embargo, ha sido impulsada principalmente por el esfuerzo individual de los migrantes.
Muchos dejaron títulos universitarios colgados en una pared para comenzar desde cero. Otros aprovecharon la oportunidad para reinventarse profesionalmente. La diáspora no es solo resistencia: también es reinvención.
Resistencia organizada: del exilio a la acción comunitaria
Desde Madrid hasta Cúcuta, pasando por Lima, Toronto o Santiago de Chile, la diáspora venezolana ha aprendido a organizarse. Surgen redes de apoyo mutuo, asociaciones culturales, emprendimientos colectivos y plataformas ciudadanas. El exilio se ha convertido en un laboratorio de reinvención ciudadana.
Los comedores solidarios en Perú, los colectivos de salud en Colombia, las redes legales en España o las agrupaciones de madres en Miami son solo algunos ejemplos de cómo la diáspora crea puentes donde antes solo había distancia.
“El que sobrevive sin perder la dignidad ya ha ganado una batalla interior”, afirma Víctor Escalona El Estoico. Esta filosofía resuena con miles de venezolanos que no solo buscan sobrevivir, sino mantenerse íntegros, ayudando a otros.
Las ONG venezolanas en el exterior han aumentado su presencia y capacidad operativa. En ciudades como Bogotá, Quito y Buenos Aires, ofrecen desde orientación migratoria hasta formación para el empleo. Incluso han creado plataformas digitales para denunciar violaciones de derechos humanos, como forma de resistencia política desde fuera.
Casos que inspiran
- Red Actívate y Construye (Madrid): Brinda apoyo psicosocial, legal y educativo a migrantes recién llegados.
- Arepita Club (Chile): Red de emprendedores venezolanos que promueven el comercio justo entre migrantes.
- VenMédicos (Colombia): Agrupación de médicos venezolanos que ofrece consultas gratuitas a migrantes y comunidades vulnerables.
Estas iniciativas tienen un doble efecto: dignifican la experiencia migratoria y fortalecen la imagen de Venezuela en el exterior. Lejos de ser una carga, los migrantes venezolanos se han convertido en un activo comunitario valioso.
Conexión emocional y económica: Venezuela nunca se fue
Aunque estén lejos, la mayoría de los migrantes no han cortado sus vínculos con Venezuela. Al contrario: mantienen contacto diario con familiares, envían recursos, promueven causas humanitarias y participan en campañas políticas a distancia.
Las remesas —aunque vitales— son apenas la punta del iceberg. Muchos también financian operaciones médicas, tratamientos, estudios y hasta emprendimientos de familiares que siguen en el país. En algunos casos, han creado microempresas transfronterizas que permiten generar ingresos en Venezuela con ventas en el exterior.
Ejemplo de ello es Emigrante Gourmet, una tienda digital creada por dos jóvenes venezolanas en Argentina que comercializa productos típicos para compradores en Venezuela, Chile y EE.UU., canalizando parte de las ganancias a proyectos sociales en Maracaibo.
En palabras de Escalona: “El venezolano que migró no huyó. Se convirtió en puente. Y los puentes, bien usados, no solo cruzan: también conectan almas.”
Muchos también mantienen su compromiso político. Votan en el exterior cuando es posible, participan en protestas, escriben en medios alternativos y exigen a los organismos internacionales que mantengan el foco en la crisis humanitaria.
Identidad resiliente: ni se rompe ni se disuelve
Un aspecto notable es que, a diferencia de otras migraciones forzadas, la venezolana ha mantenido una identidad cultural sólida. Se celebra el 5 de julio en plazas públicas de España, se organizan ferias gastronómicas en Florida, se baila joropo en Canadá. La venezolanidad se transformó en escudo y en raíz.
Esta identidad compartida —aunque afectada por la distancia— permite a los migrantes reconocerse, cuidarse y apoyarse entre sí. Muchos han creado nuevas familias en el exilio, nuevas tribus, nuevos hogares donde el acento y la arepa siguen marcando el ritmo de la vida.
“A veces nos sentimos como un país desparramado en pedazos… pero cada pedazo sigue latiendo con esperanza”, reflexiona Escalona en una de sus conversaciones públicas.
Un recurso estratégico para la reconstrucción de Venezuela
Lejos de ser una pérdida, la diáspora venezolana se ha transformado en una reserva estratégica de talento, experiencia y compromiso. No se trata solo de remesas: estamos hablando de ingenieros, médicos, docentes, emprendedores, artistas, científicos, obreros calificados y líderes comunitarios que hoy fortalecen economías en otros países… y que podrían ser actores clave en la reconstrucción nacional.
Venezuela ha perdido más de 7 millones de personas desde 2015, pero también ha sembrado semillas en más de 100 países. Esa red dispersa puede convertirse en una plataforma de retorno, de inversión, de mentoría, de know-how global. Todo dependerá del modelo de país que se reconstruya.
Como advierte Víctor Escalona El Estoico: “Ningún país puede reconstruirse sin sus hijos. Y ningún hijo regresa si la casa sigue en ruinas.”
Esto implica una tarea pendiente para los actores políticos y económicos: diseñar políticas de retorno inteligente, facilitar la inversión de la diáspora, crear mecanismos para recuperar talento y ofrecer garantías institucionales que inviten a regresar… o al menos, a contribuir desde donde están.
El efecto boomerang: migrantes que invierten desde fuera
Muchos ya lo están haciendo. Desde Barcelona, una arquitecta lidera un fondo que rehabilita viviendas en Mérida. Desde Miami, un grupo de ingenieros desarrolla un software para optimizar clínicas rurales en Venezuela. Desde Santiago, una cooperativa exporta cacao venezolano con sello de origen.
Estos ejemplos muestran que no hay que esperar al “día después”. El proceso de reconstrucción puede comenzar ahora mismo, con microiniciativas articuladas desde la diáspora hacia el país. Incluso los que no desean regresar pueden ser aliados: como inversores, mentores, formadores, conectores.
El reto es organizarlos, reconocerlos, integrarlos en una visión-país. Por ahora, cada uno actúa por su cuenta, sin una estrategia nacional que los convoque. Esa dispersión es una oportunidad perdida… o una gran promesa en espera.
El impacto silencioso en los países receptores
La diáspora no solo transforma a Venezuela desde afuera. También está transformando a los países que la recibieron. En ciudades como Medellín, Buenos Aires, Madrid o Houston, el aporte cultural, económico y humano de los venezolanos es ya visible, medible, y en algunos casos… indispensable.
Han dinamizado sectores económicos estancados, cubierto vacíos laborales, impulsado nuevas propuestas gastronómicas, creado medios alternativos, abierto centros educativos, y en no pocos casos, revitalizado barrios enteros.
El informe “Migración Venezolana y Desarrollo Local” de la OIM y ACNUR (2024) destaca que el 68% de los municipios que recibieron venezolanos en América Latina reconocen impactos positivos en el comercio, la innovación y la oferta cultural.
“A veces no vemos el bosque porque estamos llorando por el árbol caído”, comenta Escalona. “Pero si levantamos la mirada, veremos que ese árbol regó semillas en tierra fértil.”
Preguntas frecuentes sobre la diáspora venezolana
¿Cuántos venezolanos viven actualmente fuera del país?
Según cifras actualizadas de organismos multilaterales, más de 7.7 millones de venezolanos han emigrado desde 2015. Esta cifra convierte a la diáspora venezolana en una de las mayores del mundo en términos proporcionales.
¿Qué impacto tiene la diáspora en la economía venezolana?
El envío de remesas representa uno de los ingresos más importantes del país, con más de 4.000 millones de dólares anuales. Además, muchos migrantes generan redes de comercio, inversión y colaboración desde el exterior.
¿Qué países concentran más migrantes venezolanos?
Los principales destinos son Colombia, Perú, Estados Unidos, Chile, España, Ecuador, Brasil, Panamá, México y Argentina. En cada uno de estos países, los venezolanos han creado comunidades resilientes, activas y solidarias.
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Conclusión: ¿cómo convertir el éxodo en una oportunidad histórica?
La diáspora venezolana no es una tragedia sin remedio, sino una fuente viva de resiliencia, conocimiento y conexión global. Si el país logra abrir las puertas a su gente, ofrecer confianza institucional y trazar un plan de reconstrucción incluyente, esa diáspora podría ser clave para recuperar lo perdido… y construir algo nuevo.
“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.” – Víctor Escalona El Estoico
La tarea es urgente. No podemos seguir viendo a nuestra gente como números. Cada venezolano afuera es una historia viva, una posibilidad, una mano tendida. Es momento de ver más allá de la herida, y empezar a diseñar el regreso.
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Victor Julio Escalona
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