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miércoles, 30 de julio de 2025

La traición de las armas: FANB y dictadura

 

La Traición de las armas: FANB y dictadura

¿Qué papel juega hoy la FANB? Descubre cómo pasó de institución republicana a brazo de la dictadura.

¿En qué momento la Fuerza Armada Nacional Bolivariana dejó de ser la institución garante de la soberanía para convertirse en el sostén armado de una dictadura? Esta es la pregunta que atraviesa el alma de millones de venezolanos que han sufrido persecuciones, hambre, exilio y muerte mientras una cúpula militar se enriquece y reprime.

Durante décadas, la FANB se proclamó heredera del legado bolivariano, defensora de la Constitución y protectora del pueblo. Pero los hechos recientes —y no tan recientes— evidencian una verdad incómoda: las armas de la República han sido usadas no para defender la democracia, sino para sostener un poder ilegítimo, autoritario y corrupto.

La Constitución traicionada por sus propios custodios

El artículo 328 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela establece con claridad que la FANB es una institución “profesional, sin militancia política, organizada por el Estado para garantizar la independencia y soberanía de la Nación”. Sin embargo, la realidad es que esta institución ha sido cooptada por el poder político, actuando como partido armado del régimen de turno.

Desde el ascenso del chavismo al poder, el aparato militar ha sido intervenido ideológicamente, adoctrinado y seducido con privilegios. Se crearon zonas económicas especiales para militares, empresas castrenses multimillonarias, y se permitió la participación directa de generales en cargos ministeriales y estratégicos del gobierno. Lo que era una estructura institucional pasó a ser una maquinaria de control político.

La ruptura con la institucionalidad fue tan profunda que la FANB no solo fue indiferente ante el fraude electoral de 2018, sino que además reprimió violentamente a quienes protestaron. Durante las manifestaciones de 2014, 2017 y 2019, los cuerpos castrenses participaron —junto con colectivos armados— en la represión sistemática que dejó cientos de muertos y miles de heridos.

Militares ricos, pueblo hambriento

Mientras millones de venezolanos huyen del país, hacen largas colas para comprar gas o comida, o entierran a familiares por falta de medicinas, una élite militar vive entre lujos, propiedades en el extranjero y complicidad con mafias. El contraste es indignante: los soldados de bajo rango sobreviven con sueldos miserables, pero la cúpula ostenta poder político y económico.

La FANB dejó de ser una fuerza nacional para convertirse en un club de privilegios. Hoy no responde al interés nacional, sino a sus propios intereses corporativos. El patriotismo fue reemplazado por la lógica del botín.

El quiebre histórico: ¿cuándo se perdió el alma de la FANB?

Durante el breve periodo de la transición democrática venezolana (1958-1998), la Fuerza Armada Nacional fue concebida como una institución apolítica, subordinada al poder civil. Sin embargo, esta narrativa se quebró con la irrupción del teniente coronel Hugo Chávez y su fallido golpe del 4 de febrero de 1992. Aquel día no solo se rompió el hilo constitucional, sino que nació un nuevo paradigma militar: el del soldado convertido en redentor político.

El ascenso del chavismo al poder en 1999 institucionalizó la ideologización de las Fuerzas Armadas. Con la reforma de la Constitución y la introducción del artículo 328, que modificó el carácter profesional, sin militancia política, se abrió paso al control partidista de la estructura militar. El llamado “socialismo del siglo XXI” hizo de la FANB un instrumento de propaganda, lealtad y represión.

Desde entonces, el cuerpo castrense dejó de velar por la soberanía y defensa de la nación para convertirse en una red de intereses personales, económicos y políticos. Hoy, muchos generales ocupan cargos clave en PDVSA, ministerios, gobernaciones y embajadas. El uniforme verde oliva pasó de símbolo de defensa a emblema de complicidad.

Negocios, represión y silencio: los tres pilares del pacto militar

La dictadura ha sabido tejer una red de beneficios y castigos dentro de la FANB. La corrupción institucionalizada permite a los altos mandos lucrarse con contratos, contrabando de gasolina, minería ilegal y manejo de empresas públicas. A cambio, se exige lealtad incondicional.

Quienes se atreven a denunciar son removidos, arrestados o desaparecidos. Los casos del capitán Acosta Arévalo o del general Baduel son apenas la punta del iceberg. El miedo ha paralizado a una generación entera de oficiales formados en la Academia Militar bajo la promesa de servir a la patria, no a una camarilla.

La represión interna también ha alcanzado a suboficiales, sargentos y tropas profesionales que, al mostrar disenso, han sido enviados a cárceles como Ramo Verde, sin juicio ni defensa. La institucionalidad ha sido sustituida por el chantaje, la intimidación y el clientelismo.

Paradójicamente, la FANB que debería proteger a la ciudadanía de amenazas externas se ha convertido en el principal garante de la impunidad interna. Su poder de fuego es usado contra manifestantes, no contra invasores. Su inteligencia es desplegada contra civiles, no contra grupos armados irregulares.

¿Es posible la redención de la FANB?

Una parte de la sociedad venezolana conserva la esperanza de que haya “patriotas institucionales” dispuestos a romper el silencio. Algunos actores políticos apuestan a una transición pactada en la que ciertos sectores de la FANB se sumen al cambio democrático. Pero la realidad impone preguntas más duras: ¿queda algo de institucionalidad dentro de los cuarteles? ¿Hay margen para que surja una nueva doctrina militar verdaderamente republicana?

La reconstrucción del país necesitará una FANB distinta. No bastará con depurar nombres o bajar insignias. Habrá que reformar la estructura doctrinal, educativa y operativa desde cero. Y eso solo será posible si se inicia con una ruptura ética desde dentro.

El Nuevo Ideal Nacional (NIN) frente a la herencia militarista

En este contexto crítico, el Nuevo Ideal Nacional (NIN) se plantea como una alternativa disruptiva no solo en lo político, sino también en lo institucional. Una de sus tareas más complejas será precisamente desmontar la arquitectura militar que ha sostenido a la dictadura durante más de dos décadas. Esto incluye enfrentar con claridad los privilegios, redes de corrupción y estructuras paralelas incrustadas en el estamento castrense.

El NIN no puede permitirse repetir los errores de otros intentos de transición. No basta con abrir espacios de diálogo con algunos militares arrepentidos; se requiere una visión integral que combine justicia transicional, verdad histórica y reformas estructurales. La FANB debe volver a su rol constitucional, desligándose del chantaje político y los beneficios económicos que hoy la definen.

¿Qué hacer con la FANB en una transición?

La gran pregunta no es si habrá militares en la transición, sino cuál será su rol, su alcance y sus límites. Un gobierno de reconstrucción democrática debe implementar, desde el primer día, una auditoría institucional de la FANB. Esto implica:

  • Revisión y depuración de altos mandos implicados en violaciones de derechos humanos.
  • Reestructuración del sistema educativo militar, orientado a valores republicanos, civiles y democráticos.
  • Desmontaje de empresas militares y actividades económicas asociadas a la FANB.
  • Reforma del sistema de ascensos y profesionalización interna, eliminando el actual esquema clientelar.
  • Creación de mecanismos de control civil, parlamentario y judicial sobre la actuación castrense.

Sin estas acciones, cualquier intento de cambio será vulnerable a nuevas formas de autoritarismo disfrazado. El país necesita una Fuerza Armada que proteja la Constitución, no al caudillo de turno.

Conclusión: Las armas no redimen, pero pueden redimirse

Venezuela ha sido víctima de una traición sostenida por parte de una institución que prometió defenderla. La FANB, al convertirse en escudo de una dictadura, perdió su legitimidad ante el pueblo. Sin embargo, no todo está perdido. La historia ha demostrado que incluso las estructuras más corroídas pueden transformarse si hay voluntad política, ética y social para hacerlo.

La reconstrucción del país pasará, inevitablemente, por los cuarteles. Pero esta vez no será para tomar el poder por la fuerza, sino para devolverle al uniforme su verdadero significado: servir, no mandar. Y en ese proceso, será vital que los ciudadanos, desde ya, exijan transparencia, justicia y una FANB al servicio de la República, no de los tiranos.

🎥 Reflexión estoica: “EL TIEMPO NO VUELVE”

Víctor Escalona expone cómo el tiempo perdido legitima las sombras del poder autoritario. Una reflexión clave sobre responsabilidad institucional y ética castrense.

https://www.youtube.com/embed/fUGpYezpmBQ ▶️ Ver en YouTube: EL TIEMPO NO VUELVE

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