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Descubre por qué Venezuela no ha logrado una transición política. Análisis profundo con claves, actores y escenarios reales.

La transición sigue siendo una promesa incumplida. Mientras el mundo observa, Venezuela continúa atrapada en una pausa política que amenaza con volverse permanente. La pregunta central de hoy es directa: ¿por qué no ha ocurrido? Este análisis revela razones estructurales y emocionales detrás del estancamiento.
La falsa normalidad como freno a la transición
Venezuela vive una estabilidad aparente. La ilusión de control ejerce un efecto anestésico en la sociedad. Los principales indicadores sociales —servicios públicos, seguridad, economía— muestran deterioro, pero el mensaje oficial minimiza la crisis e impide el discernimiento colectivo.
Víctor Escalona reflexiona: “Mientras aceptemos la normalidad como destino, renunciamos al impulso de cambiarla.” Esa quietud estructural impide que aparezca una fuerza política capaz de levantar expectativas reales.
El miedo como herramienta del régimen
La represión no siempre surge en forma de violencia visible; muchas veces es el silencio impuesto por el temor. Ese miedo se distribuye vía controles sociales, económicos y judiciales. La consecuencia es un tejido social inhibido frente al cambio.
Consecuencias cotidianas del temor
- Censura indirecta en medios alternativos y redes.
- Aislamiento de líderes comunitarios por presión económica o represalia.
- Autoexclusión política entre la ciudadanía como estrategia de supervivencia.
En palabras de Víctor Escalona: “El silencio no es paz, es miedo domesticado.” Esa domesticación del temor perpetúa la inercia.
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Fragmentación de la oposición como segundo gran obstáculo
La ausencia de unidad entre partidos y liderazgos civiles ha socavado cualquier posibilidad de negociar una transición. Las pugnas internas, diferencias ideológicas y competencia por espacios simbólicos han debilitado la coherencia estratégica.
Comparativa regional
En contraste, países como Perú o Chile lograron transiciones cuando los sectores opositores lograron acuerdos mínimos para consolidar hojas de ruta comunes. En Venezuela, esa articulación no ha sido posible, incluso fuera del país.
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El factor militar: entre lealtad institucional y miedo a perderlo todo
Una de las razones más poderosas —y menos confesadas— de la ausencia de una transición política en Venezuela radica en el rol de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). Aunque la Constitución le atribuye el deber de garantizar la soberanía y el orden democrático, en la práctica se ha transformado en un actor político con intereses propios.
“La FANB ya no responde a una lógica profesional ni institucional, sino a una economía de privilegios. Romper con el régimen significaría, para muchos altos mandos, perder impunidad, negocios y hasta la libertad”, afirma Víctor Escalona El Estoico. Esa simbiosis entre poder político y militar ha blindado al gobierno frente a cualquier intento de ruptura interna.
Presión internacional: ruido sin consecuencias reales
Durante años, Estados Unidos, la Unión Europea y varios organismos internacionales han emitido sanciones, resoluciones y comunicados. Pero salvo el apoyo simbólico y algunas medidas financieras, la presión externa no ha logrado el objetivo central: desmontar la estructura de poder del chavismo.
¿Por qué? Porque la comunidad internacional, aunque critica al régimen, teme una crisis migratoria mayor o un conflicto regional si se presiona más allá del límite. Además, actores como Rusia, China, Irán o Turquía han llenado el vacío con acuerdos energéticos y militares que fortalecen al gobierno.
“No basta con indignarse desde Bruselas o Washington. Mientras otros llenan el tanque, Maduro seguirá conduciendo”, ironiza Escalona con una mirada crítica pero realista.
Una dirigencia opositora desconectada del pueblo
Otro elemento decisivo en la parálisis es la fractura de la oposición. Dividida entre egos, partidos, agendas foráneas y cálculos personales, ha sido incapaz de articular un proyecto común que conecte con el dolor y las necesidades de la población.
Muchos venezolanos han perdido la fe tanto en el régimen como en quienes dicen combatirlo. La abstención electoral, el éxodo masivo y la apatía política son síntomas de esa desafección crónica. Sin liderazgo creíble, no hay esperanza que prenda.
¿Qué tendría que pasar para que ocurra una transición real?
La respuesta corta es: una combinación de factores internos e internacionales que coincidan en un punto de inflexión. Sin embargo, en el tablero venezolano ese equilibrio ha sido sistemáticamente evitado o desactivado.
Un posible escenario es una ruptura interna dentro del chavismo que dé paso a una negociación real. Otro, menos probable pero más profundo, es una presión ciudadana organizada, masiva y sostenida, que obligue a cambios reales. Pero para ello haría falta una dirección política que no existe en la actualidad.
“Toda transición nace cuando los de arriba ya no pueden seguir gobernando como antes, y los de abajo ya no quieren seguir siendo gobernados como siempre”, afirma Víctor Escalona El Estoico, evocando a Gramsci desde un contexto tropical.
También se ha planteado una intervención internacional, humanitaria o militar. Pero fuera del plano discursivo, ese camino carece hoy de viabilidad, legitimidad y respaldo regional.
La mirada desde el exilio: ¿fuerza desperdiciada o reserva moral?
Más de 7 millones de venezolanos viven hoy fuera de su país. La diáspora no solo representa un drama humano sin precedentes en América Latina, sino también un capital político, económico y simbólico ignorado por años.
Mientras miles trabajan para sostener a sus familias en Venezuela, otros tantos han comenzado a organizarse políticamente, impulsar campañas de denuncia, medios de comunicación alternativos y redes de ayuda humanitaria.
“Muchos creen que estamos fuera, pero en realidad somos parte del país que ya comenzó a reinventarse desde el exilio”, sostiene Escalona desde Madrid, donde lidera iniciativas ciudadanas como el Nuevo Ideal Nacional (NIN) y el medio Vierne5.
El exilio puede ser el semillero de una nueva élite política, económica y moral. Pero solo si logra articulación, visión estratégica y retorno a los temas fundamentales: salud, justicia, empleo, educación y democracia.
¿Y si el cambio no llega desde la política?
En muchos países, las grandes transiciones no comenzaron en los parlamentos, sino en las conciencias, en la cultura y en la sociedad civil. Venezuela no es la excepción. El despertar de nuevas iniciativas empresariales, sociales, espirituales o educativas puede ser más disruptivo que un acuerdo entre cúpulas.
La pregunta no es si habrá transición. La pregunta es desde dónde y con quién. Y en ese sentido, cada ciudadano —dentro o fuera del país— es protagonista.
Preguntas frecuentes sobre la transición en Venezuela
¿Por qué los militares no han propiciado un cambio?
La Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) está profundamente integrada al poder político y económico del régimen. Además, altos mandos reciben beneficios directos que disminuyen el incentivo para rebelarse. La falta de garantías para una salida segura también alimenta su lealtad al statu quo.
¿Qué rol juega la comunidad internacional en esta parálisis?
Si bien existen sanciones, pronunciamientos y presiones diplomáticas, la comunidad internacional está fragmentada. Algunos países priorizan la estabilidad regional sobre la democracia venezolana. Otros, como Rusia, China e Irán, respaldan al régimen con intereses estratégicos. No hay una coalición fuerte y coherente que impulse una transición.
¿Qué puede hacer el ciudadano común ante este escenario?
Organizarse localmente, participar en proyectos comunitarios, apoyar medios independientes como Vierne5.com, educarse políticamente, denunciar abusos y no ceder a la resignación. Cada acto de dignidad es una forma de resistencia.
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Conclusión: pensar distinto también es rebelarse
La ausencia de transición en Venezuela no es fruto de la apatía del pueblo, sino de una estructura de poder diseñada para perpetuarse. Sin embargo, la historia demuestra que ningún sistema autoritario es eterno. Las semillas del cambio a menudo germinan en los lugares más insospechados: una conversación, un medio independiente, una comunidad en resistencia o una generación que se niega a repetir la historia.
“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana”, reflexiona Víctor Escalona El Estoico, reafirmando que el despertar comienza con la conciencia individual.
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Victor Julio Escalona
Editor.
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