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"OVF proyecta inflación del 530 % en Venezuela para 2025. Sin datos oficiales desde 2024, el país enfrenta una tormenta económica sin precedentes."

Por la Redacción de RadioAmericaVe.com | Jueves, 31 de julio de 2025
La economía venezolana vuelve a ser protagonista de un escenario crítico: expertos advierten que la inflación podría alcanzar el 530 % para el cierre de 2025. Esta proyección, hecha por el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), se cierne como una tormenta sobre un país sin brújula fiscal, con una moneda colapsada y sin datos oficiales desde octubre de 2024.
Mientras el mundo mira hacia otras tensiones geopolíticas, en Venezuela se gesta una nueva hiperinflación, silenciosa pero devastadora, con consecuencias directas en el bolsillo del ciudadano común, en las decisiones de la diáspora y en la estabilidad del tejido social.
“Cuando la inflación se convierte en parte de la rutina, el caos económico deja de ser noticia y pasa a ser el pan de cada día. Es entonces cuando la resignación amenaza con reemplazar la esperanza.” – Víctor Escalona El Estoico
Contexto de emergencia: Venezuela sin datos oficiales
Desde octubre de 2024, el Banco Central de Venezuela (BCV) ha dejado de publicar cifras oficiales sobre inflación y comportamiento monetario. Esta opacidad alimenta la incertidumbre y dificulta la planificación económica tanto para empresas como para familias, tanto dentro como fuera del país.
En ausencia de cifras oficiales, el OVF se ha convertido en la principal fuente alternativa de información económica. Según sus reportes más recientes, Venezuela experimenta una inflación mensual superior al 20 %, lo que significa que los precios pueden duplicarse en lapsos de apenas tres meses. La proyección acumulada para 2025: un devastador 530 %.
Este número no solo marca un retroceso dramático, sino que ubica al país nuevamente en el podio de las economías más afectadas por la inflación a nivel mundial, junto a naciones como Zimbabue, Líbano o Sudán.
¿Qué está provocando este escenario?
Detrás del colapso inflacionario en Venezuela hay una tormenta de causas estructurales y coyunturales que se han intensificado en los últimos meses. En primer lugar, la caída abrupta de los ingresos por exportaciones petroleras ha privado al Estado de su principal fuente de divisas. Según datos del Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), la producción de crudo se mantiene en niveles históricamente bajos, incluso por debajo de los 700.000 barriles diarios, lo que representa una fracción mínima de lo necesario para equilibrar la balanza de pagos.
A esto se suma la salida de inversiones extranjeras claves como la de Chevron, y la continuidad de sanciones internacionales que, aunque en ocasiones parcialmente flexibilizadas, siguen afectando la operatividad financiera del país. Las empresas privadas enfrentan dificultades para importar materias primas, pagar proveedores o incluso mantener márgenes de ganancia sostenibles.
Por otro lado, la contracción del consumo interno y la reducción de la producción nacional han llevado a una espiral recesiva: menos oferta, menos empleo, más escasez, y por ende, más inflación. “Venezuela no está en crisis solo porque los precios suben. Está en crisis porque los ciudadanos están siendo expulsados del sistema económico”, dice Víctor Escalona El Estoico.
Efecto en la vida diaria
El rostro más cruel de esta crisis lo vive el ciudadano común. Con una inflación mensual superior al 20 %, los precios de alimentos, medicinas y servicios se duplican en cuestión de semanas. Un kilo de queso que costaba 5 dólares en junio puede superar los 10 dólares en agosto. Las pensiones siguen ancladas a niveles irrisorios, y el salario mínimo apenas representa el 1 % del costo de la canasta básica, que ya supera los 500 dólares mensuales.
El transporte público se ha encarecido de forma exponencial debido al aumento del combustible en el mercado informal, lo que obliga a muchos trabajadores a caminar largas distancias para ahorrar. Las tarifas eléctricas, de agua y telecomunicaciones —aunque subsidiadas en teoría— presentan incrementos irregulares, fallas constantes y cobros arbitrarios.
En palabras de Escalona: “El caos monetario no es una abstracción. Se siente en el mercado, en el autobús, en el bolsillo del que cobra en bolívares y compra en dólares”.
Mirada desde el exterior
La diáspora venezolana, que supera los 7,7 millones de personas según estimaciones de ACNUR, juega un rol fundamental en la sobrevivencia económica del país. Las remesas familiares se han convertido en el principal salvavidas para millones de hogares. Sin embargo, la aceleración inflacionaria ha obligado a replantear las dinámicas de envío.
Desde Madrid, Carolina Sánchez, enfermera migrante, cuenta que ahora divide sus remesas: “Antes enviaba una vez al mes, ahora hago dos envíos más pequeños para que el dinero no pierda tanto valor. Todo sube tan rápido que lo que mando hoy, en tres semanas ya no alcanza”.
Otros prefieren enviar directamente alimentos, medicinas o pagar servicios desde el exterior, evitando la conversión al bolívar. Esto ha impulsado una economía paralela basada en apps, deliverys internacionales y pagos directos entre familiares desde el extranjero.
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Perspectiva económica: ¿Colapso reformista en puerta?
En el contexto global, la situación venezolana solo encuentra paralelos en economías que han atravesado procesos hiperinflacionarios como Zimbabue o la Alemania de posguerra. La diferencia es que, en estos casos, la intervención institucional y el rediseño monetario jugaron un rol clave para la recuperación.
En cambio, en Venezuela no hay señales claras de una intervención monetaria robusta, ni de apertura fiscal. La falta de cifras oficiales, la opacidad institucional y la desconfianza ciudadana complican cualquier escenario de estabilización.
“No se puede construir confianza con silencio. Cuando el Estado no habla, la inflación grita”, reflexiona Víctor Escalona El Estoico.
Conclusión
Lo que está ocurriendo con la inflación venezolana va más allá de un índice. Es una emergencia nacional con impacto regional que atraviesa cada espacio de la vida venezolana. Los que están dentro lo viven con angustia; los que están fuera lo sienten con impotencia.
La fragilidad monetaria del país exige un monitoreo constante, respuestas institucionales coherentes y, sobre todo, una ciudadanía bien informada para tomar decisiones cruciales en sus finanzas, sus vínculos familiares y su futuro.
“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.” — Víctor Escalona El Estoico
Preguntas frecuentes (FAQ)
¿Por qué no hay datos oficiales recientes de inflación en Venezuela?
El Banco Central de Venezuela (BCV) dejó de publicar cifras actualizadas desde octubre de 2024. Esto ha generado un vacío informativo que solo ha sido cubierto parcialmente por fuentes independientes como el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), cuya labor es fundamental para estimar el impacto real de la inflación.
¿Cómo afecta esta inflación a las remesas enviadas desde el exterior?
La inflación descontrolada reduce rápidamente el valor de las remesas en bolívares. Muchas familias optan por enviar dinero en divisas o cubrir directamente los gastos desde el extranjero, para evitar que el poder adquisitivo de sus aportes se evapore en semanas.
¿Qué puede hacer un ciudadano común para proteger sus ingresos en este contexto?
Una de las pocas estrategias viables es el refugio en divisas fuertes (como dólares o euros), evitar el ahorro en bolívares, y reducir gastos innecesarios. Algunos también recurren al trueque, redes de apoyo comunitarias o ingresos alternos en moneda extranjera.
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