Inundaciones en Pekín 2025: catástrofe natural que nos interpela
La furia de la lluvia se desató sobre el Gran Pekín a finales de julio de 2025 y, en apenas tres días, duplicó el promedio anual de precipitaciones. 72 horas, 540 mm de agua, un centro geriátrico arrastrado por un alud y 70 vidas truncadas: una tragedia que debería golpearnos los ojos...
Este desastre no es un caso aislado ni queda lejos de nuestra realidad. Desde Caracas hasta Madrid, el cambio climático abandona la lejanía y se instala en la puerta de nuestra casa. No importa cuán lejos esté Pekín: cuando el cielo se rompe, todos somos vulnerables.
Como bien recuerda Víctor Escalona El Estoico:
“El agua no pide permiso para decidir dónde caer. Cuando lo hace, no distingue géneros, clases ni fronteras.”
Un diluvio sin precedentes: cifras y hechos
Las lluvias torrenciales comenzaron el 29 de julio de 2025, azotando Pekín, Tianjin y las provincias vecinas como Hebei. Según datos oficiales, más de 1.2 millones de personas han sido afectadas, decenas de miles evacuadas y más de 70 muertos confirmados, cifra que podría aumentar con el paso de los días.
El agua colapsó hospitales, destruyó puentes, aisló barrios enteros y convirtió autopistas en ríos furiosos. Lo más trágico: 29 ancianos murieron ahogados en un centro geriátrico de Zhuozhou, donde las autoridades no llegaron a tiempo para evacuar.
¿Por qué Pekín? ¿Por qué ahora?
Expertos climatológicos atribuyen la violencia de este fenómeno a una triple combinación:
- Calentamiento del mar de China Meridional, que potencia la humedad atmosférica.
- Urbanización salvaje sin drenaje adecuado en la región de Pekín.
- Fenómeno climático El Niño, intensificado este año por emisiones acumuladas de efecto invernadero.
La Organización Meteorológica Mundial ya advirtió en junio que 2025 sería un año con récords de extremos climáticos, y lo estamos confirmando: Canadá ardía, Italia se secaba y ahora, China se inunda.
Reacción mundial: silencio o indiferencia
Mientras el pueblo chino enfrenta barro, lodo y muerte, el mundo —como en tantas otras ocasiones— observa sin comprender la magnitud de lo que está en juego. Algunos gobiernos emitieron comunicados diplomáticos, pero el debate mediático ha sido tibio y escaso.
¿Cuántas tragedias más son necesarias para que asumamos que el cambio climático ya no es un problema “futuro”? ¿Acaso tenemos que esperar a que Pekín sea Caracas o Miami para despertar?
Impacto económico: una China paralizada afecta al mundo
El centro neurálgico de la economía china ha quedado golpeado. Las inundaciones han afectado zonas industriales clave, interrumpiendo cadenas logísticas globales. El puerto de Tianjin —uno de los más importantes del mundo— suspendió temporalmente sus operaciones. Los efectos ya se sienten:
- Retrasos en exportaciones de componentes electrónicos, baterías y maquinaria.
- Alza de precios en materias primas y productos terminados.
- Interrupciones en la producción de automóviles en Europa y América.
En palabras del analista David Liu: “Lo que ocurre en una provincia china, se traduce en desabastecimiento global a los 15 días. Esto no es local, es sistémico.”
¿Quién pagará la factura?
El gobierno chino ha movilizado recursos, pero las aseguradoras estiman daños superiores a los 35.000 millones de dólares. Esto amenaza con desestabilizar las finanzas regionales y reducir el ritmo de crecimiento del gigante asiático.
Los mercados han reaccionado con caídas en las bolsas asiáticas y una revalorización del dólar por la percepción de riesgo. Mientras tanto, la ciudadanía china exige explicaciones: ¿por qué no se previeron estas consecuencias si los datos meteorológicos lo anunciaban?
Efecto dominó global
Las inundaciones en Pekín no son un fenómeno aislado. Se suman a una lista de eventos extremos que, juntos, podrían desatar una recesión global impulsada por el clima:
- Sequías en India que afectan la producción agrícola.
- Incendios forestales incontrolables en Canadá y California.
- Inestabilidad en África por conflictos relacionados con el agua.
Todo esto ocurre mientras la comunidad internacional continúa postergando decisiones serias sobre transición energética, emisión de gases y justicia climática.
Un régimen que controla el relato
Desde el primer día de la catástrofe, el gobierno chino ha intentado controlar el relato. Se activaron de inmediato brigadas de rescate y asistencia, pero también se ordenó censurar contenidos en redes sociales, restringir a periodistas independientes y emitir comunicados oficiales cuidadosamente redactados.
Los noticiarios estatales repiten una narrativa de “respuesta ejemplar” y “unidad nacional”, pero los ciudadanos denuncian a través de canales alternativos la falta de ayuda en zonas rurales y la priorización de recursos en áreas urbanas estratégicas.
Medios occidentales: silencio o cálculo
Lo más llamativo ha sido el bajo nivel de cobertura de medios internacionales. Las imágenes devastadoras apenas han ocupado unos segundos en los informativos europeos y estadounidenses. ¿Por qué?
- Temor a represalias económicas por parte de China.
- Desinterés editorial frente a tragedias fuera del espectro occidental.
- Fatiga informativa provocada por el exceso de crisis simultáneas.
El resultado es un fenómeno preocupante: el mundo no está reaccionando con la urgencia ni la empatía que una catástrofe de esta magnitud exige.
Las redes sociales como refugio de la verdad
Ante la censura estatal, miles de ciudadanos han recurrido a plataformas como Telegram, TikTok (con VPN) y foros privados para compartir imágenes, videos y testimonios que contradicen la versión oficial. Una joven de apellido Lin escribió:
“No tenemos agua, no hay electricidad, mi abuelo murió y nadie ha venido en tres días. Solo nos queda gritarle al viento.”
Mientras tanto, el algoritmo favorece videos virales de celebridades y retos absurdos, ocultando la tragedia real que afecta a millones.
¿Una tragedia más en el olvido colectivo?
Cuando una catástrofe natural ocurre en Asia o África, el tratamiento informativo y la respuesta internacional suelen ser fríos y burocráticos. Se publican comunicados, se activan ONG en pequeñas escalas, pero no hay la presión mediática ni diplomática que sí aparece cuando una tragedia ocurre en el mundo occidental.
Esto plantea una pregunta ética inquietante: ¿cuántas vidas se tienen que perder para que una tragedia merezca atención mundial?
El clima no distingue entre fronteras
La crisis climática no entiende de ideologías, religiones ni geopolítica. Lo que hoy ocurre en Pekín puede mañana suceder en París, en Ciudad de México o en Madrid. Las inundaciones, los incendios, las sequías extremas y los huracanes son expresiones de un sistema planetario que colapsa.
Sin embargo, seguimos actuando como si cada evento fuera aislado. El aislamiento informativo que vive China por la censura no puede servir de excusa para que el mundo libre guarde silencio.
El deber de informar, el deber de actuar
Como medio independiente, Vierne5.com alza la voz en medio del ruido. No solo para visibilizar una tragedia, sino para recordarle a nuestros lectores que cada omisión es también una forma de complicidad. Mientras los gobiernos miden costos políticos, millones de ciudadanos sufren en soledad.
Es momento de repensar el rol de los medios, la diplomacia internacional, y la ciudadanía global. Porque el silencio ante una tragedia anunciada es también un crimen moral.
No podemos normalizar lo inaceptable
Las imágenes que llegan desde Pekín nos confrontan con una realidad incómoda: la crisis climática ya no es una amenaza futura, es una catástrofe presente. Cada rostro anónimo que lucha por sobrevivir en medio del agua contaminada, cada niño que pierde su hogar, cada anciano que muere esperando auxilio… nos interpela como humanidad.
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Por eso, esta es más que una crónica de inundaciones: es un llamado para despertar, adaptarnos y actuar. Porque no estamos escritos en una geografía inmune. Todos habitamos el mismo planeta en emergencia.vulnerabilidad es global. Ya no basta con enviar condolencias; debemos actuar localmente, pero pensando como humanidad.
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