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Analizamos si la FANB puede recuperar su legitimidad ante Venezuela y cuál sería su rol en la reconstrucción democrática del país.

Cuando un país se derrumba desde sus cimientos institucionales, la mirada tarde o temprano se dirige a quienes portan las armas. ¿Qué ha hecho la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en los años más oscuros de la República? ¿Puede redimirse ante un pueblo que la ha visto rendir honor a la corrupción, aplaudir abusos y sellar con silencio las heridas de una nación violentada?
Este artículo busca, sin concesiones, analizar si aún hay espacio para una redención histórica. Porque si algo está claro es que la reconstrucción de Venezuela no será posible sin una transformación profunda —moral, estructural y funcional— de su cuerpo armado.
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Una FANB sometida al poder, no al pueblo
Desde el ascenso del chavismo al poder, la FANB fue transformada de manera progresiva, pero contundente. Pasó de ser una institución profesional con vocación republicana a convertirse en un instrumento de control político. Se le impuso una doctrina ideológica que desdibujó la neutralidad constitucional del estamento militar.
Los militares dejaron de ser árbitros en defensa de la soberanía nacional para convertirse en actores subordinados al proyecto político de turno. El poder civil fue sustituido por la verticalidad de un mando militar profundamente ideologizado. Así, nació una FANB leal no a la Constitución, sino a una élite que secuestró al Estado.
Corrupción y silencio: las manchas del uniforme
Muchos de los altos mandos de la FANB fueron premiados con el control de empresas del Estado, acceso a divisas preferenciales y participación directa en el contrabando de gasolina, oro y alimentos. El uniforme se tiñó de oro, no de honor.
Pero más allá de la corrupción, lo que más indigna al ciudadano común es el silencio cómplice. La FANB no reaccionó ante la represión brutal de manifestaciones, las desapariciones forzadas, ni la militarización de la vida cotidiana. En lugar de erigirse como institución garante de paz, se convirtió en instrumento del miedo.
La deuda moral con el país
Hoy, con una nación fragmentada, una economía destruida y millones de compatriotas en el exilio, la FANB arrastra una deuda profunda: una deuda moral con el pueblo venezolano. No basta con decir “cumplimos órdenes”. Las instituciones no pueden esconderse tras la obediencia cuando la desobediencia era un deber moral y constitucional.
La pregunta entonces no es solo si la FANB puede redimirse, sino si quiere hacerlo. Porque la redención implica sacrificio, humildad y ruptura con el pasado. ¿Están dispuestos los hombres de uniforme a recorrer ese camino?
La institucionalidad perdida: entre el silencio y la complicidad
La palabra “institución” supone estabilidad, permanencia, respeto a la norma y subordinación a la Constitución. Sin embargo, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) ha abandonado su carácter institucional desde hace al menos dos décadas, al someterse a los intereses de un régimen que ha utilizado las armas para perpetuarse en el poder. En lugar de ser garante de soberanía y custodio de los derechos del pueblo, ha devenido en brazo operativo de una maquinaria autoritaria.
El problema no radica solo en la obediencia vertical —propia de cualquier cuerpo castrense— sino en la pérdida total de independencia frente a un proyecto político que ha corrompido las bases republicanas. La promoción militar ya no se rige por el mérito o la formación, sino por la lealtad ideológica. Esta distorsión ha convertido a la FANB en una organización cautiva, y en algunos casos, cómplice de crímenes de lesa humanidad.
¿Redención o punto de no retorno?
La gran pregunta es: ¿estamos frente a una FANB irrecuperable o puede aún jugar un papel transformador en la reconstrucción democrática del país? La respuesta no es sencilla, pero comienza por asumir responsabilidades. Cualquier intento de redención parte de una autocrítica real y una ruptura con la cadena de complicidades.
Hoy más que nunca, el país necesita militares dispuestos a ponerse del lado del pueblo, no desde el populismo ni la rebeldía desordenada, sino desde una conciencia institucional que entienda que el uniforme no es para servir a caudillos, sino para proteger a la República.
El rol de la nueva generación militar
La generación de oficiales jóvenes —formados bajo una narrativa ideológica sin matices— tiene ante sí una oportunidad histórica: demostrar que no están condenados a repetir los errores de sus superiores. Aunque han sido moldeados dentro del modelo del “socialismo militar”, también son hijos de una Venezuela colapsada que clama por justicia, dignidad y renovación.
Muchos de ellos han visto en silencio el deterioro ético de la institución. Pero el silencio, en este contexto, es también una forma de complicidad. Romper ese silencio es el primer paso hacia la redención. El país necesita escuchar voces militares que reconozcan lo que se hizo mal y que estén dispuestas a sumarse a una transición que implique justicia, memoria y garantías para todos.
Condiciones para la redención: ¿Por dónde empezar?
Redimirse no es un acto de comunicación institucional ni una campaña de relaciones públicas. Es un proceso complejo que implica romper con las redes de corrupción internas, renunciar al tutelaje político del régimen y recuperar el respeto de la ciudadanía. Para ello, la FANB debe cumplir con, al menos, tres condiciones fundamentales:
1. Depuración de mandos comprometidos con delitos
Sin justicia, no hay credibilidad. Los oficiales señalados por violaciones a los derechos humanos, crímenes de lesa humanidad, narcotráfico o enriquecimiento ilícito deben ser apartados, investigados y, de ser el caso, juzgados con todas las garantías legales. Ninguna institución puede regenerarse si quienes la dirigen han delinquido impunemente.
2. Retorno a la doctrina constitucional
La FANB debe reorientarse bajo los principios establecidos en la Constitución de 1999: subordinación al poder civil, profesionalismo, y defensa de la soberanía sin injerencia en la política partidista. Eso significa, entre otras cosas, eliminar la obediencia ideológica y reafirmar el carácter pluralista de la República.
3. Participación activa en el rescate de la institucionalidad
Una FANB que se pone del lado de la democracia no solo deja de reprimir: también protege, resguarda, y contribuye a estabilizar el proceso de reconstrucción. Desde el resguardo de elecciones limpias hasta la protección de infraestructura crítica, su rol puede ser esencial si está al servicio de la nación, no del poder.
¿Hay señales de cambio?
En los últimos años han aparecido pequeñas señales: oficiales disidentes, denuncias internas, deserciones y declaraciones aisladas de respeto a la Constitución. Sin embargo, son aún insuficientes. La estructura jerárquica sigue controlada por quienes juraron lealtad al proyecto hegemónico. No obstante, todo cuerpo institucional tiene fisuras. Y en tiempos de cambio, esas fisuras pueden convertirse en brechas de transformación.
El Nuevo Ideal Nacional —como visión política y social— tiene ante sí el reto de reconstruir una FANB al servicio del pueblo. No como un actor del pasado, sino como una institución reformada, útil y legítima para el futuro. Pero para eso, la FANB debe elegir entre seguir siendo cómplice o convertirse en garante de la refundación nacional.
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