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Cúpula chavista y narcotráfico: la verdad que intentan ocultar
Cúpula chavista y narcotráfico: cómo Maduro, Cabello y Padrino huyen hacia adelante ante el despliegue antinarcóticos de EE.UU.

La cúpula chavista y narcotráfico son hoy dos caras de una misma moneda. Cuando la presión internacional aumenta, los jerarcas del régimen reaccionan con discursos altisonantes y maniobras desesperadas. Es una estrategia vieja: ganar tiempo, huir hacia adelante, hablar de “lucha revolucionaria” mientras protegen sus negocios oscuros. La reciente operación antinarcóticos desplegada por Estados Unidos en el Caribe ha encendido las alarmas en Miraflores, y el triángulo conformado por Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino López se siente acorralado.
Lo curioso es que hace apenas unos días se jactaban de tener “contactos” en la Casa Blanca y de esperar nuevos negocios. Luego intentaron ridiculizar las denuncias con el cuento de un video fabricado por “inteligencia artificial”. Hoy, sin embargo, ajustan el discurso: sí hubo lancha, sí hubo ataque, y sí es una amenaza real. La improvisación en sus palabras confirma lo que desde esta tribuna hemos dicho: María Corina Machado tenía razón cuando advirtió lo que se venía, aunque tanto el gobierno como una oposición complaciente intentaron descalificarla.
“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.” — Víctor Escalona
Un triángulo de poder en crisis
Maduro, Cabello y Padrino constituyen un triángulo que concentra el control del aparato estatal, militar y económico. Los tres, sin embargo, cargan con un lastre común: las acusaciones internacionales por narcotráfico. La justicia de EE.UU. mantiene abiertos expedientes y ofrece recompensas millonarias por información que conduzca a sus capturas. Este contexto convierte cualquier despliegue militar estadounidense en el Caribe en un recordatorio incómodo: ya no se trata de retórica, sino de posibles acciones concretas.
La respuesta: huir hacia adelante
En política, huir hacia adelante significa intentar tapar un problema generando uno mayor, desviando la atención y multiplicando los discursos de confrontación. La cúpula chavista lo ha hecho en repetidas ocasiones:
- Cuando arrecia la presión internacional, hablan de invasión extranjera.
- Cuando se revelan negocios ilícitos, anuncian supuestas victorias económicas.
- Cuando la oposición logra algún avance, fabrican divisiones internas y campañas de descrédito.
Esta estrategia funciona mientras la población se mantenga en el miedo y el aislamiento. Pero la acumulación de pruebas y la pérdida de credibilidad están debilitando la narrativa oficial.
Del humo a la confesión
La secuencia de los últimos días es reveladora. Primero, burlas y desdén: “todo es humo”, decían, mientras Cabello sonreía en su programa de televisión. Después, un giro inesperado: admiten que el ataque existió, que sí había una lancha y que la operación era real. Este reconocimiento tardío expone su nerviosismo. El problema no es solo el despliegue militar, sino lo que significa: la comunidad internacional se está tomando en serio las denuncias de narcotráfico en las más altas esferas del poder venezolano.
La oposición complaciente
El otro elemento incómodo es el papel de una parte de la oposición. Lejos de apoyar las advertencias de María Corina Machado, varios de sus voceros la atacaron con la misma saña que el oficialismo. Lo hicieron por conveniencia, por resentimiento o por miedo, pero el resultado fue el mismo: le dieron la razón al régimen. Este comportamiento desnuda la cooptación de sectores opositores que actúan como válvulas de escape del poder, descalificando a quienes representan una amenaza real.
El caso reciente de la lancha y el despliegue antinarcóticos es una muestra clara de cómo el poder, sea rojo o disfrazado de “plural”, se une para proteger los mismos intereses. Los que pagaron el precio fueron los ciudadanos, quienes reciben cada día menos certezas y más incertidumbre.
El riesgo para sus negocios
El discurso oficial habla de soberanía, pero lo que realmente les preocupa son sus negocios. El narcotráfico, las redes de contrabando de oro y los vínculos con mafias internacionales no son rumores: han sido documentados por agencias de inteligencia, periodistas de investigación y tribunales extranjeros. Cada operación en el Caribe representa una amenaza directa a estas estructuras de enriquecimiento ilícito. En otras palabras, lo que está en juego no es la “revolución”, sino la fortuna personal de quienes controlan el poder.
Señales de debilidad
El cambio en el discurso, el nerviosismo en las declaraciones y la necesidad de justificar lo injustificable son señales de que la cúpula no se siente tan segura como aparenta. El mismo Padrino, habitualmente hermético, ha tenido que salir a dar explicaciones que suenan más a confesiones que a defensas. El desgaste es evidente, y lo será más en la medida en que Estados Unidos y otros actores internacionales mantengan la presión.
EE.UU., el Caribe y la presión que no cede
El despliegue antinarcóticos de Estados Unidos en el Caribe no es un gesto simbólico: es una arquitectura operativa que combina patrullaje marítimo, inteligencia aérea y cooperación con países aliados. El mensaje es inequívoco: las rutas ilícitas que parten o atraviesan el territorio venezolano están en la mira. Cada interceptación, cada incautación y cada señal de radar registrada deteriora la narrativa oficial que pretende reducir todo a “campañas mediáticas”.
Cuando la presión internacional crece, el cálculo del régimen cambia. Por un lado, necesita mostrar control interno para evitar fisuras en su alianza cívico-militar. Por el otro, intenta enviar señales ambiguas al exterior: ensaya diálogos, promete reformas y habla de elecciones “libres”, mientras preserva intocado el corazón del negocio. Esa dualidad se fractura cuando los operativos externos comienzan a afectar la logística criminal: menos salidas, más riesgos, más costos. Y lo que toca el bolsillo del cartel, duele.
En paralelo, los gobiernos de la región —del Caribe y Suramérica— miden su propio riesgo. La tolerancia al tránsito de sustancias y al lavado de activos tiene costos políticos internos que ya no se pueden ocultar. A mayor cooperación interestatal, menor margen para la impunidad. Y a menor impunidad, mayor nerviosismo en la cúpula que por años se amparó en la opacidad.
Tres escenarios de corto plazo
- Sanciones focalizadas y judicialización: aumento de listas nominales, congelamiento de activos y órdenes de captura, con coordinación fiscal entre países.
- Blindaje de rutas alternativas: intento del régimen por desplazar operaciones a zonas menos visibles, elevando el costo y la exposición.
- Fisuras internas: tensiones entre mandos por la administración de riesgos, que podrían traducirse en delaciones o reacomodos.
La “lucha revolucionaria” como cortina de humo
Ante cada golpe de realidad, el oficialismo activa su manual: retórica épica, amenazas a “traidores”, y una sobredosis de consignas que intentan transformar la defensa de negocios ilícitos en defensa de la patria. Ese truco, sin embargo, pierde eficacia cuando los hechos se imponen: la admisión tardía de que “sí hubo lancha y sí hubo ataque” desmonta el relato previo de burla y negación. La propaganda puede retrasar la verdad, pero no abolirla.
La clave del discurso es confundir. Cuando se cuestiona el vínculo entre cúpula chavista y narcotráfico, desvían el tema hacia supuestas conspiraciones. Cuando se exhiben pruebas, responden con descalificaciones personales. Cuando hay operativos en el Caribe, gritan “soberanía” para ocultar que lo que está en juego no es el país, sino negocios privados que se alimentan del sufrimiento de millones.
“La libertad no se defiende con consignas huecas, sino con verdad, coraje y responsabilidad.” — Víctor Escalona
El impacto en el ciudadano: economía rota y miedo cotidiano
Mientras los jerarcas juegan a la épica, el venezolano común lidia con la economía rota: salarios de hambre, inflación persistente, servicios colapsados y una migración que desangra afectos y capital humano. En los barrios, la represión no es un debate televisivo, es un ruido de madrugada: allanamientos sin orden, retenes arbitrarios, patrullas que se llevan a alguien y lo devuelven —si lo devuelven— días después, golpeado y asustado.
La combinación de crisis económica y miedo político opera como un círculo vicioso. Quien protesta por agua, luz o gas, es señalado. Quien documenta, es perseguido. Quien lidera, es demonizado. Y, sin embargo, persiste algo indomable: la conciencia cívica que aprende, compara y conecta puntos. Ese aprendizaje explica por qué la narrativa oficial necesita cada vez más gritos para obtener cada vez menos obediencia.
Seis hechos que el poder no puede ocultar
- La admisión tardía de incidentes que primero fueron negados.
- La intensificación de operativos regionales contra rutas ilícitas.
- La erosión de la credibilidad del discurso “revolucionario”.
- El encarecimiento del negocio criminal por mayor riesgo y exposición.
- La cooptación de sectores opositores, cada vez más visible y menos eficaz.
- La resistencia de una ciudadanía que no compra el libreto del miedo.
¿Qué puede hacer la sociedad civil ahora?
La salida no es mágica, pero sí estratégica. Primero, documentar: registrar incidentes, guardar evidencias y respaldar testimonios en redes seguras. Segundo, conectar: articular redes entre gremios, universidades, ONG y diáspora para que la presión tenga múltiples voces y plataformas. Tercero, sostener el foco: no dejar que el régimen cambie el tema cada semana con cortinas de humo. La constancia informada es el peor enemigo de la propaganda.
- Informar con rigor: verificar datos antes de compartir y evitar trampas de desinformación.
- Apoyar a víctimas: ofrecer acompañamiento legal y emocional a familias afectadas.
- Tejer alianzas: multiplicar vocerías en medios, foros y organismos internacionales.
Preguntas frecuentes
¿Por qué se vincula a la cúpula chavista con el narcotráfico?
Existen investigaciones de la DEA, fiscales federales en EE.UU. y reportajes periodísticos que documentan redes de transporte de cocaína en las que altos funcionarios estarían involucrados.
¿Qué significa “huir hacia adelante” en política?
Es una estrategia en la que un líder enfrenta un problema creando una crisis mayor o cambiando el foco de atención, en lugar de resolver el conflicto de fondo.
¿Cuál es el papel de la oposición en este contexto?
Una parte de la oposición ha actuado como cómplice, descalificando a voces críticas como María Corina Machado y reproduciendo la narrativa del régimen, lo que debilita la lucha por el cambio.
¿Qué cambia con los operativos en el Caribe?
Se eleva el costo y el riesgo de las rutas ilícitas, lo que presiona a las redes criminales y expone a quienes las protegen. A mayor fiscalización externa, mayor dificultad para sostener el negocio sin fisuras internas.
¿Por qué la retórica “revolucionaria” pierde eficacia?
Porque la realidad económica y la evidencia acumulada contradicen el relato. Cuando la nevera está vacía, la épica no alimenta; cuando hay admitidas contradicciones oficiales, la propaganda suena hueca.
¿Cómo incide la diáspora venezolana?
Es un actor clave: envía remesas que alivian, conecta con la prensa y las cortes del exterior, y sostiene el tema en la agenda pública internacional. Su rol comunicacional y cívico es hoy determinante.
“El poder teme a las verdades pequeñas repetidas millones de veces.” — Víctor Escalona
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Un cierre con advertencia
La cúpula chavista y narcotráfico no son dos elementos separados, sino un engranaje que explica la resistencia del régimen a cualquier transición democrática. Hablan de revolución, pero protegen fechorías. Se dicen patriotas, pero entregan soberanía a mafias internacionales. Se presentan como líderes, pero actúan como jefes de cartel.
La historia enseña que los regímenes basados en negocios ilícitos terminan cayendo por sus propias contradicciones. La pregunta es cuánto tiempo pasará y cuántos venezolanos seguirán pagando el precio. El despliegue estadounidense en el Caribe es una señal clara: el tiempo del silencio se agota.
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