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Un deslave en Darfur borró del mapa al pueblo de Tarasin y dejó hasta 1.000 muertos. Sudán revive el dolor bajo el lodo.

Darfur, 3 de septiembre de 2025. La tragedia volvió a golpear a Sudán. Entre el 31 de agosto y el 1 de septiembre, lluvias torrenciales provocaron un deslave devastador en el poblado de Tarasin, en las Montañas Marrah, borrando del mapa a toda la comunidad. Las cifras estremecen: entre 370 y 1.000 personas habrían perdido la vida en cuestión de horas.
Lo que alguna vez fue un caserío rural hoy es solo una extensión de barro y escombros. Los sobrevivientes describen la magnitud del desastre con frases que hielan la sangre: “No quedó nada. Ni casas, ni animales, ni árboles… nada”, relató un habitante desplazado a una emisora local en Nyala, la capital regional.
“Estamos enterrando a nuestros muertos en silencio. No hay cámaras, no hay gobierno, no hay ayuda. Solo nosotros, bajo el cielo roto de Darfur.” — Líder comunitario
El acceso al área es casi imposible. Tarasin solo puede alcanzarse a pie o en burro, lo que retrasa la llegada de ayuda humanitaria. Los equipos locales excavan con palas y manos desnudas, mientras organizaciones internacionales intentan evaluar la magnitud de una catástrofe que desnuda la vulnerabilidad de las comunidades más olvidadas del planeta.
Darfur: una herida abierta
Sudán vive desde hace décadas una espiral de violencia, desplazamientos masivos y crisis humanitarias. Darfur, en particular, se asocia en la memoria global con los crímenes de guerra y la limpieza étnica que dejaron cientos de miles de muertos en los años 2000. Hoy, esa herida se ensancha con un desastre natural que encuentra a las comunidades en el abandono más absoluto.
La falta de carreteras, hospitales y refugios convierte cada fenómeno natural en una sentencia de muerte para quienes viven en la región. En Tarasin, el deslave no solo destruyó casas, también borró la posibilidad de una respuesta inmediata. Sin puentes ni vías de acceso, la ayuda internacional enfrenta un laberinto de obstáculos logísticos y de seguridad.
El dolor de los sobrevivientes
Las voces que emergen entre el barro son las de quienes lo perdieron todo. Una mujer desplazada describió la escena: “El ruido de la montaña cayendo fue como un trueno que no terminaba. Intenté correr con mis hijos, pero el lodo nos alcanzó. Solo sobrevivimos porque una roca detuvo el torrente”.
Los testimonios se multiplican y dibujan un panorama devastador: familias enteras sepultadas, cultivos arrasados y animales desaparecidos. En medio del caos, los sobrevivientes entierran a sus muertos con las manos, sin ataúdes, sin ceremonias, sin cámaras que registren la magnitud del desastre.
“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana”, recuerda Víctor Escalona en una frase que bien puede aplicarse a quienes, a pesar del dolor, eligen seguir resistiendo.
Cuando la naturaleza golpea a los más vulnerables
Los meteorólogos locales señalan que las lluvias de finales de agosto fueron las más intensas en más de 40 años. El cambio climático está exacerbando la frecuencia y la violencia de estos fenómenos en África subsahariana, donde la degradación ambiental y la deforestación aumentan el riesgo de deslaves.
En Sudán, la falta de infraestructura y la pobreza extrema convierten un fenómeno natural en una catástrofe humanitaria. Mientras que en otros países un deslave puede significar evacuaciones y daños materiales, en Darfur significa muerte, hambre y olvido.
Reacción internacional y silencio global
La noticia del deslave en Darfur llegó tarde y con poca fuerza a los medios internacionales. Mientras la comunidad global se concentra en crisis políticas y económicas, tragedias como la de Tarasin apenas logran unas pocas líneas en las agencias de noticias.
La ONU y algunas ONGs ya han expresado preocupación y estudian la posibilidad de un puente aéreo de emergencia para llevar alimentos, medicinas y personal médico a la zona. Sin embargo, los problemas de seguridad interna y la fragilidad del gobierno central amenazan con retrasar cualquier esfuerzo coordinado.
Un espejo para América Latina
La tragedia de Darfur no es ajena a los latinoamericanos. En países como Venezuela, Colombia, Perú o Guatemala, comunidades enteras han sufrido deslaves e inundaciones que borraron pueblos y dejaron cicatrices imborrables. La precariedad de las infraestructuras, la desigualdad social y la falta de previsión hacen que las similitudes sean inevitables.
Para las diásporas y migrantes de nuestra región, la historia de Tarasin es un eco doloroso. La sensación de abandono, de invisibilidad y de pérdida absoluta conecta a comunidades separadas por miles de kilómetros, pero unidas por el mismo sufrimiento humano.
¿Qué puede ocurrir ahora?
- Cifras mortales al alza: aún hay cientos de cuerpos atrapados bajo el lodo, lo que podría elevar drásticamente el número de fallecidos.
- Crisis humanitaria inmediata: los sobrevivientes enfrentan hambre, falta de agua potable y riesgo de epidemias.
- Intervención internacional limitada: la inseguridad en la región podría frenar la llegada de equipos de rescate y ayuda.
- Desplazamiento forzado: cientos de familias podrían abandonar la zona en busca de refugio en otras provincias.
Preguntas frecuentes sobre el deslave en Darfur
1) ¿Cuántas personas murieron en el deslave?
Las cifras oscilan entre 370 y 1.000 muertos, según reportes iniciales. La falta de acceso dificulta confirmar números exactos.
2) ¿Por qué fue tan devastador?
La intensidad de las lluvias, sumada a la falta de infraestructura, carreteras y sistemas de alerta, convirtió el deslave en una catástrofe total.
3) ¿Qué respuesta ha habido hasta ahora?
Organizaciones internacionales estudian un puente aéreo de asistencia, pero los problemas de seguridad interna dificultan la llegada de ayuda.
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El pueblo que desapareció
El territorio Tarasin ya no existe. Con él se extinguió no solo un pueblo, sino también la esperanza de cientos de familias que soñaban con un futuro en medio de la adversidad. El siniestro en Darfur 2025 es más que un desastre natural: es el recordatorio de que el abandono y la pobreza convierten a la naturaleza en verdugo.
La comunidad internacional no puede seguir mirando hacia otro lado. Cada minuto que pasa sin acción significa más hambre, más enfermedad y más olvido. El mundo debe elegir si deja que Darfur se hunda en el barro del silencio o si extiende la mano de la solidaridad.
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