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Maduro fracasó en diálogo con Estados Unidos y expone su debilidad ante militares y pueblo. La farsa del régimen quedó al desnudo.

Fecha: Martes 16 de septiembre de 2025 | Sección: La Voz del Lector
Cuando Nicolás Maduro fracasó en diálogo con Estados Unidos, no solo confirmó el aislamiento internacional de su régimen. También confesó ante los venezolanos y sus militares que la estrategia de manipulación y engaño se agotó. El verdugo, al fin, quedó sin máscaras.
Verdugo no pide clemencia
La expresión popular “verdugo no pide clemencia” cobra hoy más vigencia que nunca. Al reconocer que los canales con el “imperio” están deshechos, Maduro hizo una confesión pública: fracasó en su intento de entrampar otra vez a la Casa Blanca con diálogos interminables diseñados para ganar tiempo y aliviar presiones.
Lo que parecía ser una jugada astuta terminó en derrota política. El dictador, soberbio y acostumbrado a manipular a sus interlocutores, se mostró con rostro de frustración. Su cara delató lo que sus palabras intentaban ocultar: el fracaso rotundo de una estrategia gastada.
Los lectores lo interpretan sin piedad: “El verdugo que arrastró a un país entero a la ruina, hoy pide tiempo y comprensión, pero ya nadie se la concede”. La conclusión es inevitable: quien usó la violencia para perpetuarse, no puede esperar indulgencia cuando su trama se derrumba.
En palabras de Víctor Escalona: “A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.” Y el cambio, en este caso, consiste en entender que los diálogos con verdugos nunca liberan a las víctimas: solo fortalecen al victimario.
Padrino López: la voz quebrada del cómplice
El general Vladimir Padrino López, ministro de Defensa y sostén clave de la dictadura, intentó disfrazar su discurso de fortaleza. Sin embargo, su tono quejumbroso y nervioso al hablarle a los soldados estadounidenses reveló otra cosa: miedo. Habló de guerras, de sangre y de invasiones, como si aún tuviera autoridad moral para pronunciar esas palabras.
Los lectores lo ven con claridad: el mismo hombre que ha legitimado la represión interna, que ha sostenido la guerra de Maduro contra los venezolanos desde la derrota electoral del 28 de julio, ahora pretende venderse como víctima. Sus palabras, lejos de infundir respeto, mostraron a un militar desgastado, obediente a los carteles que se enriquecen a costa del dolor del país.
Un lector lo resume con crudeza: “El que habla de dignidad mientras protege a los verdugos del pueblo, no defiende la patria: defiende su nómina y sus negocios turbios”. La conclusión es clara: Padrino no le habla al pueblo ni a los soldados. Le habla a sus socios, los mismos que pierden millones con cada decomiso de droga.
Diosdado Cabello: el grito del “valiente” interesado
Por su parte, Diosdado Cabello, apodado en la calle “Diosdiablo”, hizo lo que mejor sabe hacer: gritar. Envalentonado frente a las cámaras, busca proyectar la imagen de guardián incorruptible de la revolución. Sin embargo, sus palabras no son más que un intento desesperado por asegurar su propio lugar en el tablero, en caso de que Maduro caiga.
Los lectores lo saben bien. “El que se llena los bolsillos con negocios sucios no puede posar de valiente”, escribe uno de ellos. Cabello, lejos de ser un líder firme, se ha convertido en un personaje grotesco que busca mantener relevancia en medio del desgaste general de la cúpula chavista.
El show de Diosdado recuerda más a un intento de sobrevivencia personal que a una verdadera defensa de ideales. La gente lo percibe, lo comenta y lo rechaza: “Nadie puede creerle a quien habla de moral con la boca llena de negocios y con la sombra del narcotráfico detrás”.
El fracaso del cartel disfrazado de revolución
Cuando Maduro, Padrino y Cabello hablan de soberanía, en realidad defienden intereses de una cúpula vinculada al narcotráfico. No es casualidad que, tras el decomiso de lanchas y cargamentos, el discurso del régimen se torne más desesperado. La gente lo interpreta como lo que realmente es: la queja de un cartel que perdió dinero.
La pregunta de los lectores es directa: ¿cómo puede un régimen que no controla ni sus cárceles, dominadas por pranes y megabandas, pretender combatir el narcotráfico internacional? La incoherencia es evidente. Mientras Venezuela sufre apagones, hambre y represión, la cúpula chavista gasta energías en justificar pérdidas millonarias de negocios oscuros.
- Los narcos usan “cargas señuelo” para distraer a las autoridades, mientras los grandes cargamentos pasan sin problemas.
- Las incautaciones mediáticas sirven más como espectáculo propagandístico que como golpes reales al crimen organizado.
- El discurso militar no protege al pueblo: protege los intereses económicos de los carteles aliados al régimen.
La conclusión es inequívoca: el fracaso de Maduro en el diálogo con Estados Unidos y la reacción histérica de su cúpula revelan la magnitud del colapso interno. Hoy, más que nunca, la gente sabe que no se trata de ideología, sino de negocios ilícitos.
La confesión disfrazada de discurso
Al admitir que los canales con Washington están rotos, Maduro se confiesa. No lo dice de forma explícita, pero lo grita con su gesto derrotado: ya no tiene cartas de negociación. Las veces anteriores pudo engañar, ganar tiempo, oxigenarse. Hoy no. Hoy el verdugo quedó atrapado en su propio juego.
En la tradición venezolana, hay un refrán que se repite: “Verdugo no pide clemencia”. Y en este contexto, cobra doble sentido. Maduro y su cúpula fueron verdugos del país. Reprimieron, encarcelaron, desaparecieron personas. Y ahora, cuando las presiones externas se intensifican, pretenden mostrarse como víctimas de la injusticia internacional. Los venezolanos no se lo creen. Los lectores tampoco.
“Quien derramó sangre inocente no puede hablar de paz. Quien secuestró la justicia no puede pedir diálogo. Verdugo no pide clemencia.”
Paciencia y justicia
Los lectores coinciden en un punto esencial: la justicia llega a su tiempo. “Paciencia piojo, que el pelo es largo”, dice un refrán popular que hoy cobra fuerza. La desesperación de Maduro, Padrino y Cabello solo confirma que sienten el peso de la persecución internacional acercándose.
Los venezolanos saben que Estados Unidos y la comunidad internacional no actúan a capricho. Las investigaciones avanzan, los expedientes crecen, y las pruebas se acumulan. El país está cansado, pero consciente de que los días del régimen se cuentan en retroceso.
La cúpula en el espejo de la derrota
El rostro desencajado de Maduro, las palabras temblorosas de Padrino y los gritos de Diosdado reflejan el mismo cuadro: debilidad. No es la imagen de un poder sólido, sino de una estructura corroída que intenta sostenerse en amenazas huecas y discursos gastados. El pueblo lo percibe así. Ya no ven gigantes invencibles, sino hombres asustados que saben que el tiempo se les acaba.
En las calles de Venezuela, la gente repite lo mismo: “Si no pudieron detener a un pueblo desarmado el 28 de julio, menos podrán enfrentar las presiones internacionales que vienen”. El aislamiento del régimen es político, económico y social. Pero sobre todo es moral: nadie cree en ellos, ni siquiera sus propias bases.
El pueblo sin miedo
Mientras los verdugos hablan de guerras y sangre, los ciudadanos enfrentan la vida diaria con una valentía silenciosa. Las colas por comida, los salarios miserables y el exilio forzado son las verdaderas trincheras. Y sin embargo, el pueblo resiste. Esa resistencia, sin fusiles ni tanques, es la que verdaderamente debilita al régimen.
“El verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana”, dice Víctor Escalona. Y eso es lo que hoy distingue a millones de venezolanos: un cambio de mentalidad que ya no tolera farsas ni diálogos inútiles. La gente sabe que la dictadura no ofrece salidas: solo prolonga la agonía.
Preguntas frecuentes (FAQ)
¿Qué significa que Maduro fracasó en el diálogo con Estados Unidos?
Significa que la estrategia de usar diálogos como excusa para ganar tiempo ya no funciona. Washington no cayó en la trampa y Maduro quedó expuesto.
¿Por qué Padrino López y Diosdado Cabello reaccionan con tanta desesperación?
Porque cada decomiso, cada pérdida de cargamento y cada sanción afecta directamente los negocios del cartel que sostiene al régimen. Sus discursos son reflejo de ese temor.
¿Qué pueden esperar los venezolanos tras este fracaso diplomático?
Mayor aislamiento del régimen, más presión internacional y la confirmación de que la salida no vendrá por diálogos vacíos, sino por la combinación de resistencia ciudadana y acciones externas coordinadas.
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Cierre
La historia lo demuestra una y otra vez: los verdugos que pidieron clemencia jamás la recibieron. Maduro y su cúpula ya no engañan a nadie. El fracaso en el diálogo con Estados Unidos no solo los dejó sin estrategia, también confirmó que el fin de su régimen se acelera.
El pueblo lo sabe, lo siente y lo espera. Paciencia, porque la justicia llega. Y cuando llegue, no habrá discursos ni gritos que puedan salvarlos. Verdugo no pide clemencia.
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