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martes, 9 de septiembre de 2025

Secuestros en Venezuela: la barbarie institucionalizada del régimen

RadioAmericaVe.com  / La Voz Del Lector.

 

Secuestros en Venezuela: la dictadura de Maduro convierte a familias en rehenes y viola sistemáticamente los derechos humanos.

Fecha: Martes 9 de septiembre de 2025 | Sección: La Voz del Lector

Los secuestros en Venezuela ya no son obra exclusiva del hampa común. La dictadura de Nicolás Maduro ha convertido la desaparición forzada en una política de Estado: detener sin orden judicial, encerrar sin juicio y usar a inocentes —niños, ancianos y familias enteras— como rehenes del poder.


El secuestro como herramienta de terror

La denuncia es unánime: el régimen de Nicolás Maduro ha institucionalizado el secuestro como mecanismo de control social y político. No se trata de hechos aislados ni de excesos puntuales. Es una maquinaria organizada que combina fuerzas de seguridad, tribunales serviles y cárceles convertidas en centros de tortura psicológica y física.

Lo que ocurre en Venezuela no es gobernabilidad, es barbarie institucionalizada”, nos escribe un lector indignado. Y la frase resume el sentir de miles de venezolanos dentro y fuera del país. Cada nuevo caso de desaparición forzada, cada familia arrancada de su hogar, confirma que el terror ya no es subproducto de la represión: es su núcleo operativo.

En palabras de Víctor Escalona: “A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.” Y en este contexto, ese cambio significa entender que callar equivale a ser cómplice de un régimen que ha hecho del secuestro una política oficial.

La maquinaria de la represión

El secuestro como táctica del Estado sigue un patrón bien definido:

  • Detenciones arbitrarias: agentes de seguridad irrumpen en hogares sin orden judicial, arrancando a personas de sus familias en plena madrugada.
  • Desaparición temporal: los detenidos pasan días o semanas sin que se informe su paradero. Sus familiares deambulan entre cárceles, tribunales y ministerios, sin respuestas.
  • Judicialización simulada: cuando aparecen, son presentados en tribunales con expedientes fabricados y jueces que responden a la política del miedo.
  • Uso de rehenes: en muchos casos, se detiene a familiares de dirigentes opositores para presionar, chantajear o enviar mensajes de intimidación colectiva.

El poder judicial, lejos de frenar estas arbitrariedades, actúa como cómplice. Sus decisiones no buscan justicia sino avalar la represión. Así, las cárceles del país se convierten en bodegas humanas donde se almacena el dolor de inocentes.

Impacto en familias y comunidades

Cuando una persona desaparece o es secuestrada por el régimen, no sufre solo el detenido: toda su familia se convierte en víctima. Niños que quedan huérfanos de padres presentes, abuelas que no saben si volverán a ver a sus nietos, comunidades enteras que aprenden a callar por miedo a represalias.

Un lector desde Maracay nos escribió: “No solo se llevan a mi hermano, también nos arrancan la paz, nos llenan de angustia y nos obligan a vivir con el terror constante”. El secuestro, entonces, no busca solo castigar al individuo, sino sembrar miedo en toda la sociedad.

Niños y ancianos como rehenes del poder

El régimen ha cruzado todas las líneas rojas. No se limita a opositores visibles o activistas reconocidos. También ha detenido a niños y ancianos, utilizándolos como piezas de presión. Cuando un gobierno es capaz de secuestrar a una niña de dos años o a una abuela de setenta, se confirma que ya no existe ningún límite moral en el ejercicio del poder.

La práctica revela la perversión política de un sistema que ve en cada ciudadano una amenaza o una oportunidad de canje. Y la comunidad internacional, aunque condena con comunicados, sigue sin generar la presión suficiente para frenar estos abusos.

Impunidad como política de Estado

La impunidad es el cemento que sostiene esta maquinaria. Ningún funcionario es investigado, ningún juez es sancionado, ninguna fuerza de seguridad es depurada. Por el contrario, quienes ejecutan estas prácticas son ascendidos o premiados. En la lógica del régimen, reprimir es sinónimo de lealtad.

Un país donde el secuestro se convierte en política oficial ya no es un Estado, es una mafia organizada”, resume otro lector desde Caracas. El comentario sintetiza la percepción de un pueblo que se sabe gobernado por una estructura criminal y no por instituciones legítimas.

La condena internacional: necesaria pero insuficiente

Los secuestros en Venezuela han sido denunciados ante la ONU, la OEA y la Corte Penal Internacional. Existen informes de organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional que documentan patrones sistemáticos. Sin embargo, la dictadura ha aprendido a resistir comunicados y sanciones, mientras multiplica sus prácticas represivas.

La presión internacional es vital, pero solo será efectiva si se acompaña de medidas concretas que impacten en el círculo íntimo del poder. De lo contrario, la condena seguirá siendo un eco sin consecuencias reales para quienes secuestran y desaparecen a ciudadanos indefensos.

Preguntas frecuentes (FAQ)

¿Qué significa que el régimen use el secuestro como política de Estado?

Significa que no son hechos aislados cometidos por funcionarios descontrolados, sino una práctica organizada, planificada y tolerada desde las más altas esferas del poder.

¿Quiénes son las principales víctimas de los secuestros en Venezuela?

Opositores políticos, activistas sociales, periodistas y, cada vez más, familiares de estos. Incluso niños y ancianos han sido usados como rehenes.

¿Qué puede hacer la comunidad internacional?

Además de la condena diplomática, debe generar presión económica y judicial directa contra los responsables. Los secuestros y desapariciones forzadas son crímenes de lesa humanidad que no prescriben.

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Cierre: basta de silencio

Los secuestros en Venezuela son la prueba más contundente de que el país no vive bajo un sistema democrático, sino bajo un aparato criminal que se disfraza de gobierno. Cada niño secuestrado, cada anciano arrancado de su hogar, cada opositor desaparecido, grita al mundo que lo que ocurre no es política: es barbarie.

Los lectores lo resumen en una sola palabra: ¡Basta!. Basta de indiferencia, basta de complicidad, basta de esperar que el cambio llegue solo. La condena y la protesta deben seguir hasta que esta maquinaria de terror sea desmantelada.

¿Qué opinas? Escríbenos a [email protected]. Tu voz también cuenta.


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