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viernes, 19 de septiembre de 2025

Víctimas y verdugo en Venezuela: la verdad que Maduro no puede ocultar

RadioAmericaVe.com  / Opinión. 

 

Víctimas y verdugo en Venezuela: Maduro secuestró el veredicto popular y se mantiene en el poder con represión y violencia.

Víctimas y verdugo en Venezuela: dictadura al descubierto

Víctimas y verdugo en Venezuela. Hace más de un año, el pueblo venezolano decidió de manera soberana un cambio político y democrático en las urnas, el 28 de julio de 2024. Sin embargo, Nicolás Maduro secuestró el veredicto popular y se mantiene en el poder, a sangre y fuego, violentando la Constitución y las leyes. Desde entonces, la represión no ha cesado: cientos de inocentes permanecen encarcelados, activistas desaparecen y las comunidades son militarizadas para imponer miedo y silencio. Lo que está a la vista no necesita anteojos: Maduro se presenta como víctima de Estados Unidos, pero en realidad es el verdugo de los venezolanos.

El 28 de julio de 2024: la verdadera decisión del pueblo

Aquel día, millones de venezolanos acudieron a las urnas con la esperanza de abrir un nuevo capítulo democrático. El resultado fue contundente: la mayoría exigió un cambio político. Sin embargo, en lugar de respetar ese mandato, el régimen optó por el secuestro del resultado electoral. Los organismos de control, convertidos en simples sellos de goma, avalaron el fraude y cerraron las puertas a la alternancia. La soberanía popular fue traicionada y con ella se quebró el principio más básico de cualquier república: la voluntad del pueblo como fuente de poder.

Maduro como “víctima”: un relato vacío

Maduro insiste en presentarse como víctima de Estados Unidos y de una supuesta conspiración internacional. Según su discurso, él es el blanco de ataques imperiales que buscan despojarlo de su legitimidad. Sin embargo, la realidad contradice sus palabras. El verdadero drama no lo vive Maduro, sino los millones de venezolanos sometidos a la pobreza, la represión y el exilio. Los supuestos “ataques” contra él no son más que sanciones contra un régimen que se niega a rendir cuentas por sus crímenes.

En este relato distorsionado, Maduro es el perseguido, cuando en realidad es el perseguidor. Los verdugos no suelen vestirse de víctimas, pero en su teatro político todo es posible. Lo cierto es que, mientras él se victimiza en foros internacionales, en Venezuela las celdas se llenan de estudiantes, activistas, periodistas y ciudadanos cuyo único delito fue soñar con libertad.

Las víctimas invisibles de la dictadura

Detrás de cada número en los informes de derechos humanos hay una historia humana. Una madre que espera noticias de su hijo desaparecido. Un joven que jamás volvió a su casa tras una protesta. Una familia que se refugia en silencio por miedo a ser señalada. Esas son las verdaderas víctimas de este régimen: ciudadanos comunes que pagaron un precio alto por alzar la voz.

Los reportes de organizaciones internacionales documentan cientos de detenciones arbitrarias, torturas sistemáticas y desapariciones forzadas. Pero más allá de las estadísticas, lo que golpea es la normalización de estas prácticas. Se ha naturalizado que en Venezuela la represión sea parte del paisaje político. Y esa naturalización es quizás uno de los peores daños que se le puede hacer a una sociedad.

El verdugo y sus esbirros

Maduro no actúa solo. Lo acompaña un aparato represivo compuesto por cuerpos de seguridad, colectivos armados y estructuras militares que ejecutan la represión en cada rincón del país. Estos actores no solo cumplen órdenes: también participan activamente en el saqueo de la nación. En esta ecuación, el verdugo no es uno, sino muchos. Es un cartel de poder en el que la represión y la corrupción son dos caras de la misma moneda.

La militarización de las comunidades es prueba de ello. Al desplegar uniformados y armamento en barrios y pueblos, el régimen no busca seguridad ciudadana, sino control político. Se trata de silenciar, intimidar y disciplinar. Es un teatro de fuerza que, sin embargo, evidencia debilidad: un gobierno que necesita mostrar armas para compensar su falta de legitimidad.

El costo humano del miedo

Vivir bajo un estado policial permanente erosiona la dignidad de las personas. La simple idea de organizar una reunión, de expresar una opinión o de protestar pacíficamente se convierte en una actividad de alto riesgo. El miedo se instala como un compañero cotidiano. Y el miedo, cuando se prolonga, destruye la confianza social, divide comunidades y alimenta la desconfianza mutua.

Ese es el costo humano del miedo que impone Maduro. No es un costo abstracto, sino uno que se mide en silencios, en autocensura, en sueños pospuestos. El verdugo se alimenta del miedo de las víctimas, y por eso necesita mantenerlo vivo.

El burdo teatro en La Orchila

Las puestas en escena del régimen alcanzan niveles grotescos. El reciente espectáculo en La Orchila, con uniformados y armamento exhibido como trofeos, es un ejemplo de ello. Se trató de un acto pensado para mostrar poder y disuadir a la oposición. Sin embargo, lo que mostró fue la desesperación de un gobierno que necesita recurrir al teatro para ocultar su falta de legitimidad.

Lo que está a la vista no necesita anteojos: ni las islas ni los escenarios montados pueden disfrazar el hecho de que la mayoría del país rechaza a Maduro. El burdo teatro no convence a nadie. Solo reafirma la distancia entre el poder y la gente.

El dilema internacional

La comunidad internacional observa con atención. Aunque algunos gobiernos aún mantienen una postura ambigua, cada vez resulta más evidente que la narrativa de Maduro como víctima carece de sustento. Estados Unidos y la Unión Europea han dejado claro que la represión y las violaciones de derechos humanos no quedarán sin respuesta. Incluso gobiernos que antes fueron aliados comienzan a marcar distancia.

El dilema internacional no es si Maduro es víctima o verdugo: la evidencia lo coloca claramente en el rol de verdugo. El dilema es cómo apoyar a los venezolanos sin agravar su sufrimiento. Y esa es una discusión que seguirá en la mesa de los organismos multilaterales.

Reflexión estoica: la fuerza del espíritu

En medio de este panorama, la filosofía estoica ofrece una luz. Como diría Víctor Escalona: “A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.” Esa fuerza del espíritu, esa capacidad de resistir desde lo íntimo, es la que mantiene viva la esperanza de millones. El verdugo puede controlar cárceles, armas y escenarios, pero nunca podrá controlar la dignidad de un pueblo que ya decidió su destino.

Preguntas frecuentes (FAQ)

¿Por qué se habla de Maduro como verdugo?

Porque su gobierno es responsable de detenciones arbitrarias, torturas, desapariciones y represión sistemática contra quienes lo adversan.

¿Qué ocurrió el 28 de julio de 2024?

Ese día la mayoría de los venezolanos votó por un cambio político. Sin embargo, el régimen secuestró los resultados y se negó a reconocer la voluntad popular.

Cómo afecta la militarización a las comunidades?

Genera miedo, inhibe la protesta y convierte la vida cotidiana en un escenario de control policial, debilitando el tejido social.

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Cierre

Maduro no es víctima, es verdugo. No lo dicen solo los opositores, lo gritan los hechos, las cárceles llenas y las comunidades sometidas. El pueblo venezolano decidió un cambio y ese mandato sigue vigente, a pesar del miedo y la represión. El verdugo podrá exhibir armas, montar teatros y victimizarse en discursos, pero no podrá borrar la verdad: la soberanía ya habló y la democracia sigue siendo el horizonte de un país que se niega a rendirse.

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