Donald Trump y Venezuela 2025: una película diferente
La nueva política de Trump hacia Venezuela no es un remake. Es una estrategia total de ley, justicia y poder real.

Esto ya no es un déjà vu político. Lo que está ocurriendo entre Estados Unidos y Venezuela en 2025 no se parece en nada a la película que vimos hace unos años. Si en su primer mandato Donald Trump ofreció apoyo político y diplomático a la causa democrática venezolana, esta vez el enfoque es otro. Más duro, más coherente, más coordinado. Y, sobre todo, más legal.
En la primera administración, Trump entendió perfectamente la magnitud de la tragedia venezolana: un Estado capturado por el narcotráfico, una dictadura que destruyó el tejido económico y social del país, y un régimen que convirtió la corrupción en política pública. Sin embargo, el apoyo se quedó en el terreno simbólico. Las sanciones existieron, sí, pero el componente militar y de inteligencia funcionaba a destiempo, sin dirección unificada y con muchos intereses cruzados dentro de Washington.
“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.” — Víctor Escalona
Trump 1 vs Trump 2: del discurso a la ejecución
Durante su primer mandato, Trump apostó por un respaldo político al interinato y por sanciones dirigidas contra individuos específicos. Pero el Estado profundo estadounidense —el FBI, la CIA, el Tesoro y el Pentágono— actuaba sin sincronía. Mientras unos presionaban por la vía judicial, otros buscaban mantener abiertas las rutas de inteligencia o incluso preservar canales de negociación con el régimen.
Eso ya cambió. En esta nueva etapa, toda la maquinaria burocrática, judicial y militar de Estados Unidos está alineada. No se trata de “apoyar a la oposición venezolana”. Se trata de ejecutar una política integral de law enforcement: aplicar la ley contra quienes han convertido a Venezuela en una organización criminal transnacional.
La diferencia no es solo de estilo, sino de objetivos y coordinación. Lo que antes era diplomacia, hoy es una operación jurídica, económica y militar sostenida. El Departamento del Tesoro, el FBI, la DEA, la NSA, la CIA y el Departamento de Justicia operan ahora como un solo cuerpo. El mensaje es claro: el tiempo de la retórica se acabó.
Una coalición de agencias y una meta común
Las nuevas acciones contra el régimen venezolano no son improvisadas. Se trata de una política de Estado, ejecutada desde varios frentes:
- Departamento de Justicia: prosecuciones activas contra jerarcas chavistas y empresarios vinculados al lavado de dinero.
- Departamento del Tesoro: control financiero global de transferencias, criptomonedas y paraísos fiscales asociados al régimen.
- Departamento de Defensa: cooperación táctica con aliados regionales en el Caribe para neutralizar rutas del narcotráfico.
- CIA y NSA: inteligencia satelital y digital para seguimiento de movimientos financieros y logísticos.
La estructura que antes parecía dispersa hoy actúa con precisión quirúrgica. Cada movimiento de buques en el Caribe, cada sanción y cada orden judicial forma parte de una estrategia de cerco total.
El efecto psicológico en Miraflores
A Nicolás Maduro y su círculo de poder les cayó la locha tarde. Creyeron que se trataba de una secuela de la vieja película, donde podían negociar tiempo, ofrecer petróleo o jugar al desgaste diplomático. Pero esta vez la narrativa cambió: ya no es un asunto de política, sino de justicia internacional. Ya no se trata de “presionar al régimen”, sino de desmantelar su estructura criminal.
El propio discurso de Miraflores ha comenzado a mostrar nerviosismo. Los comunicados a la ONU, las denuncias sobre supuestas “agresiones” estadounidenses, los mensajes de victimización y los llamados a la “defensa de la patria” son síntomas de miedo. Y con razón: cada paso que da el gobierno de Estados Unidos parece dirigido a cerrar los caminos de escape financiero y político del chavismo.
El Pentágono se involucra de lleno
La diferencia más clara respecto a 2019 o 2020 es la posición del Pentágono. Antes, la opción militar directa se consideraba políticamente riesgosa. Hoy, el enfoque no pasa por una invasión ni por golpes de efecto, sino por un esquema de contención activa: bloqueo de rutas marítimas, control del espacio aéreo regional y cooperación con países aliados como Colombia, Panamá y Brasil.
El despliegue naval estadounidense en el Caribe no es simbólico. Cada patrulla, cada destructor y cada avión de reconocimiento cumple una función precisa: cortar los flujos del narcotráfico, interceptar cargamentos de oro ilegal y detectar redes logísticas que sostienen económicamente al régimen. Todo eso ocurre bajo un marco legal sólido, respaldado por acuerdos multilaterales.
La narrativa interna: del victimismo al desconcierto
Maduro intenta vender la idea de que Venezuela es víctima de una “agresión imperialista”. Pero dentro del país, esa narrativa suena cada vez más hueca. El pueblo sabe que la verdadera agresión la ha cometido el régimen contra los venezolanos: con hambre, represión y miseria. Las imágenes de lanchas interceptadas, testaferros extraditados y funcionarios señalados en tribunales internacionales desmontan el viejo discurso del antiimperialismo heroico.
Lo que estamos presenciando es un cambio de paradigma. El chavismo ya no se enfrenta a una oposición fragmentada, sino a una coalición internacional con herramientas legales, financieras y militares que entiende perfectamente cómo opera el crimen de Estado venezolano.
Trump no improvisa esta vez
Quienes subestimaron a Trump creyendo que su estilo directo equivalía a falta de estrategia, hoy están desconcertados. Su equipo de seguridad nacional ha tejido una red global de cooperación en inteligencia y justicia que abarca desde Europa hasta América Latina. El objetivo no es derrocar por la fuerza, sino asfixiar económicamente a la dictadura y obligarla a una transición real.
Esta es una película diferente: con guion, dirección y plan de rodaje. Y aunque aún quedan capítulos por escribir, los primeros actos ya muestran una diferencia esencial con respecto a 2019: esta vez hay un equipo completo trabajando con sincronía.
El mensaje para los venezolanos
La sensación de que “esto apenas comienza” vuelve a cobrar fuerza. Los venezolanos, dentro y fuera del país, perciben que la comunidad internacional ya no solo habla de democracia, sino que actúa. Hay sanciones más específicas, hay investigaciones judiciales en marcha y hay una presión real sobre los pilares económicos del régimen.
Lo más importante: ya no se trata de esperar un milagro, sino de entender que los engranajes de la justicia internacional se mueven lentamente, pero se mueven. Y cuando lo hacen, las consecuencias son inevitables.
Preguntas frecuentes (FAQ)
¿Qué diferencia hay entre la política de Trump 1 y la actual?
En la primera etapa, el apoyo fue diplomático y político. En esta segunda, se trata de una acción legal, militar y financiera integral contra el crimen de Estado venezolano.
¿Significa esto una intervención militar directa?
No necesariamente. El enfoque actual es de contención, sanción y cerco internacional, no de invasión. Se busca desarticular al régimen desde sus bases económicas.
¿Qué impacto tiene esto en los venezolanos?
El impacto inmediato será más presión sobre las estructuras de poder, pero a mediano plazo puede abrir el camino hacia una transición democrática auténtica.
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Conclusión
Esta no es una secuela. Es otra historia. Y como toda historia con final inevitable, ya se perciben los créditos de cierre para una dictadura que creyó eterna. Donald Trump ha pasado de las palabras a los hechos, y eso tiene consecuencias. No se trata de política exterior, sino de justicia global.
El guion cambió, los actores también. Pero el protagonista sigue siendo el mismo: el pueblo venezolano, que resiste y espera ver caer el telón final de esta tragedia.
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