RadioAmericaVe.com / Editorial.
El miedo del régimen a la verdad revela la fragilidad del poder autoritario. La censura no protege al Estado, lo delata.

“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.” — Víctor Escalona
En toda dictadura, el mayor enemigo no es la oposición ni los gobiernos extranjeros. Es la verdad. Aquella que, al pronunciarse, desarma el miedo, rompe el silencio y revela que el poder no es más que una ilusión sostenida por el control. En Venezuela, ese temor ha alcanzado proporciones que van más allá de la censura: se ha convertido en una política de Estado. Y como toda política basada en el miedo, está destinada a derrumbarse cuando la verdad logra filtrarse, aunque sea en un susurro.
El régimen y su obsesión con el control de la narrativa
Durante más de dos décadas, el poder político venezolano ha desarrollado una maquinaria comunicacional que no busca informar, sino imponer una versión de la realidad. A través de medios controlados, persecución a periodistas, leyes ambiguas y manipulación emocional, el régimen ha intentado crear un relato único: el del enemigo interno y externo que justifica todos los males.
El miedo del régimen a la verdad se traduce en una necesidad patológica de controlar cada palabra, cada imagen, cada historia. Las voces disidentes no son debatidas, son destruidas. Los medios independientes, bloqueados. Los periodistas, acosados o forzados al exilio. El resultado es una sociedad donde la verdad se susurra en privado y la mentira se grita en cadena nacional.
La censura digital: un nuevo frente de guerra
En la era de Internet, donde cada ciudadano puede convertirse en emisor, el control informativo se ha trasladado al mundo digital. Plataformas bloqueadas, páginas intervenidas y amenazas a comunicadores en redes sociales se han vuelto parte de la cotidianidad. Según Reporteros Sin Fronteras, más de 200 medios digitales en Venezuela han sufrido bloqueos o ataques cibernéticos en los últimos cinco años.
Pero el efecto más devastador no es técnico, sino psicológico: el ciudadano promedio ya no sabe en qué creer. Y esa confusión es el triunfo del poder. Porque cuando la verdad se fragmenta, el régimen ya no necesita convencer: solo necesita agotar.
El miedo como herramienta de poder
Todo sistema autoritario se sostiene en tres pilares: el miedo, la ignorancia y la dependencia. El primero, el miedo, es el más eficaz. El miedo al castigo, al desempleo, a la exclusión, al silencio. Es el pegamento que mantiene unida la estructura del poder, incluso cuando todo a su alrededor se derrumba.
“Un régimen que teme la verdad es un régimen que ya sabe que ha perdido su legitimidad.” — Víctor Escalona
En los pasillos del poder, la verdad es un riesgo. Quien la diga puede perderlo todo. Pero en las calles, esa misma verdad es la chispa que enciende la resistencia. Cada testimonio, cada video grabado a escondidas, cada noticia filtrada, es un golpe al sistema de mentiras que intenta sostener una apariencia de normalidad.
La verdad no se destruye: se esconde
Por más esfuerzos que haga un régimen por suprimirla, la verdad siempre encuentra grietas. A veces llega disfrazada de rumor, otras veces de testimonio. Incluso cuando se manipulan las estadísticas, los rostros del hambre y la migración masiva son imposibles de ocultar.
El miedo del régimen a la verdad no es un miedo infundado: sabe que si la verdad se expone sin filtros, su estructura se desmorona. Por eso persigue, encarcela y silencia. Pero también por eso la historia demuestra que ninguna dictadura sobrevive eternamente a su propio engaño.
La verdad como acto de resistencia
En Venezuela, decir la verdad se ha convertido en un acto de resistencia. Desde el maestro que enseña historia sin manipular los hechos, hasta el periodista que publica una investigación desde el exilio, todos ellos forman parte de una red silenciosa de resistencia civil.
Esta lucha no ocurre en el campo de batalla, sino en el campo de la información. Las redes sociales, los medios alternativos y los proyectos comunitarios son las nuevas trincheras. Cada noticia verificada, cada dato comprobado, cada historia contada con honestidad, es una victoria contra la mentira institucionalizada.
El precio de la verdad
Decir la verdad en un país gobernado por la mentira tiene un costo. Algunos lo pagan con el exilio, otros con la cárcel o el silencio forzado. Según la ONG Espacio Público, solo en 2024 se registraron más de 400 ataques a la libertad de expresión en Venezuela. Periodistas detenidos, emisoras clausuradas, bloqueos digitales y amenazas anónimas componen el paisaje cotidiano de la censura moderna.
Sin embargo, el régimen olvida algo esencial: el miedo es contagioso, pero la verdad también. Y una vez que el ciudadano ha visto la realidad, no hay propaganda capaz de hacerlo olvidar.
Cuando la mentira se vuelve Estado
El problema no es solo la censura, sino la institucionalización de la mentira. Las cifras oficiales son alteradas, los resultados electorales manipulados, los discursos distorsionados. Y mientras tanto, se construye un relato que intenta hacer creer que el país avanza, cuando en realidad retrocede.
En este contexto, la verdad se convierte en una amenaza existencial. Por eso el poder teme a los periodistas, a los defensores de derechos humanos, a los académicos, e incluso a los ciudadanos comunes que se atreven a contar lo que ven. El régimen no le teme a los enemigos: le teme a la evidencia.
El despertar del ciudadano crítico
Aunque el panorama parezca sombrío, algo está cambiando. Una nueva generación —esa que no vivió el país de las promesas sino el de las ruinas— está aprendiendo a identificar las mentiras y buscar la verdad por su cuenta. Esta generación no confía en los medios oficiales, sino en la verificación independiente y en el testimonio directo.
La era digital, aunque vigilada, ha permitido que la verdad circule por caminos imposibles de controlar. Y eso explica el miedo. Porque el régimen sabe que cada vez son menos los que creen y más los que dudan. Y cuando un pueblo empieza a dudar, el poder tiembla.
La verdad como punto de no retorno
La historia demuestra que ninguna dictadura sobrevive indefinidamente al peso de sus mentiras. En algún momento, la verdad se impone, como un río que desborda las presas que intentan contenerlo. En Venezuela, ese momento no ha llegado del todo, pero cada acto de honestidad lo acerca un poco más.
El miedo del régimen a la verdad no es solo político, es moral. Porque enfrentarse a la verdad implica aceptar la responsabilidad de los crímenes, de la corrupción, del hambre, del éxodo y de la ruina nacional. Y ese espejo, ningún tirano quiere mirarlo.
La verdad vencerá al miedo
Mientras más intente el poder ocultarla, más grande se hace. La verdad no necesita permiso para existir. No depende de decretos ni de cadenas de mando. Es, en sí misma, una fuerza natural que termina por salir a la luz. Y cuando eso ocurra, no habrá propaganda ni ejército que la detenga.
“La verdad no grita, pero siempre encuentra cómo ser escuchada.” — Víctor Escalona
Conclusión: el fin del miedo
El día en que la verdad vuelva a ocupar su lugar en el debate público, el miedo cambiará de bando. Los que hoy censuran serán juzgados por lo que intentaron ocultar, y los que fueron silenciados serán recordados por lo que se atrevieron a decir. Porque en toda nación, tarde o temprano, la verdad vence al poder que la teme.
Por eso, seguir diciendo la verdad, aunque parezca inútil, es el acto más revolucionario de nuestro tiempo. Porque una sociedad que se atreve a hablar es una sociedad que empieza a sanar.
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Vierne5. / Editorial.
Victor julio Escalona.
Editor.
 
 
 
 
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