La igualdad ante la justicia en Venezuela sigue siendo una deuda pendiente con la democracia. Mientras algunos gozan de impunidad y poder, otros enfrentan condenas sin defensa ni recursos. La brecha entre el ciudadano común y las élites políticas y económicas se ha convertido en una herida profunda que fractura la confianza del pueblo en sus instituciones.
El fin de los privilegios no es un eslogan: es una exigencia ética, un punto de inflexión histórico que definirá si el país puede volver a creer en su sistema judicial. Porque cuando la justicia se vende o se teme, deja de ser justicia y se convierte en instrumento de control.
“Una nación no se mide por sus leyes escritas, sino por cómo las aplica a los poderosos.” — Víctor Escalona
La justicia en Venezuela: entre el poder y la impunidad
Durante décadas, el sistema judicial venezolano ha sido señalado por organismos internacionales como uno de los más politizados del mundo. Desde el Consejo de Derechos Humanos de la ONU hasta Amnistía Internacional, las denuncias son reiteradas: la justicia se aplica de forma selectiva, protegiendo a los aliados del régimen y castigando a los disidentes.
Los casos emblemáticos abundan. Funcionarios implicados en corrupción multimillonaria que nunca enfrentan juicio; violaciones de derechos humanos que se archivan; presos políticos que permanecen años sin sentencia. Esta desigualdad judicial ha convertido al poder en un escudo de impunidad y al ciudadano en rehén del miedo.
Mientras tanto, el venezolano común observa cómo el peso de la ley cae con fuerza sobre los débiles, mientras los privilegiados siguen libres, blindados por influencias, dinero o militancia política. Esa asimetría es el mayor enemigo de la justicia.
El principio de igualdad ante la ley: un ideal traicionado
La igualdad ante la ley es uno de los pilares de toda república. Está consagrada en la Constitución venezolana y en los tratados internacionales de los que el país es signatario. Sin embargo, el papel aguanta todo; lo que falla es su aplicación.
Cuando un ciudadano teme denunciar a un funcionario corrupto porque sabe que no será escuchado, el Estado ha fallado. Cuando un juez dicta sentencia siguiendo órdenes políticas, el Estado ha traicionado su esencia. La justicia deja de ser poder moral y se convierte en un instrumento de dominación.
El Nuevo Ideal Nacional (NIN) propone rescatar ese principio con hechos, no con discursos: una justicia verdaderamente independiente, con jueces elegidos por mérito y trayectoria, no por afiliación partidista. Una justicia abierta al escrutinio ciudadano y digitalizada para evitar manipulación y corrupción interna.
“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.” — Víctor Escalona
¿Cómo poner fin a los privilegios?
La igualdad ante la justicia no se logrará con decretos, sino con voluntad política, transparencia y participación social. A continuación, se destacan los principales pasos que todo sistema judicial moderno debe asumir:
- 1. Independencia judicial real: separación efectiva de los poderes del Estado y fin del control político sobre el sistema de justicia.
- 2. Meritocracia judicial: selección de jueces y fiscales mediante concursos públicos transparentes y auditables.
- 3. Tecnología y trazabilidad: digitalización de expedientes judiciales y uso de blockchain para evitar manipulación de casos.
- 4. Protección al denunciante: leyes que garanticen anonimato y seguridad a quienes revelen actos de corrupción o abuso de poder.
- 5. Educación ciudadana: promover la cultura del respeto a la ley desde las escuelas hasta los medios de comunicación.
El fin de los privilegios solo será posible cuando el pueblo deje de temerle a la justicia y empiece a confiar en ella. Cuando todos —ricos o pobres, poderosos o humildes— enfrenten las mismas consecuencias ante los mismos delitos.
El costo moral de una justicia desigual
La injusticia sostenida genera resentimiento social, violencia y desesperanza. Cuando la gente percibe que no existe un sistema justo, deja de respetar las reglas. Es el inicio del colapso moral de una nación. En Venezuela, la impunidad no solo destruyó la fe en las instituciones: destruyó la noción misma de lo que es correcto.
Recuperar la igualdad ante la justicia es también un proceso de reconstrucción espiritual. Requiere líderes éticos, ciudadanos activos y medios comprometidos en denunciar los abusos con rigor y valentía. Requiere, sobre todo, un nuevo pacto social donde nadie esté por encima de la ley.
Ejemplos internacionales que inspiran
Varios países han demostrado que el cambio es posible:
- Chile: reformó su sistema judicial para hacerlo totalmente independiente, estableciendo una escuela de jueces autónoma.
- España: implementó la digitalización total de los expedientes judiciales, reduciendo los tiempos de espera y la corrupción.
- Uruguay: cuenta con uno de los sistemas judiciales más confiables del continente gracias a la transparencia en la designación de magistrados.
Estos modelos prueban que la justicia puede evolucionar cuando se combina tecnología, meritocracia y vigilancia ciudadana. Venezuela no necesita copiar, sino adaptar lo que funciona a su realidad.
Preguntas frecuentes sobre la igualdad ante la justicia
¿Qué significa realmente la igualdad ante la justicia?
Significa que todos los ciudadanos son juzgados bajo las mismas leyes y condiciones, sin privilegios derivados del poder, dinero o influencia política.
¿Por qué en Venezuela no se cumple este principio?
Porque las instituciones judiciales han sido cooptadas por intereses políticos y económicos, eliminando la independencia necesaria para aplicar la ley con equidad.
¿Qué puede hacer la ciudadanía?
Exigir transparencia, apoyar iniciativas de justicia digital y participar en auditorías públicas y sociales que fiscalicen el funcionamiento de los tribunales.
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Una justicia igual para todos
El fin de los privilegios no es un sueño, es una urgencia nacional. Ninguna sociedad puede prosperar mientras la ley tenga rostro selectivo. Es momento de construir una justicia que no mire títulos, credenciales ni influencias, sino hechos y verdades.
Cuando todos los venezolanos sean iguales ante la ley, el país comenzará realmente a sanar. Ese será el verdadero signo de libertad.
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