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jueves, 23 de octubre de 2025

Maduro contra la Iglesia: el nuevo capítulo de su desesperación

RadioAmericaVe.com  / La Voz Del Lector.

 

Persecución religiosa en Venezuela. El régimen venezolano ataca a la Iglesia tras las palabras de Parolin y Porras, reflejo de un poder que se hunde entre miedo y represión.

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Por Redacción RadioAmericaVe.com  — Jueves, 23 de octubre de 2025

En un país donde la fe ha sido refugio y resistencia, el régimen de Nicolás Maduro vuelve a cruzar una línea roja: arremeter contra la Iglesia venezolana. Lo que comenzó como una respuesta airada a las palabras del cardenal Pietro Parolin y del arzobispo Baltazar Porras, terminó convirtiéndose en un nuevo acto de desesperación política. Maduro, acorralado por dentro y por fuera, busca enemigos donde solo quedan voces morales.

El dictador suspendió, de manera arbitraria, la celebración nacional por la canonización de José Gregorio Hernández y la Madre Carmen, en lo que sus propios voceros intentan justificar como una medida de “prudencia”. Pero en el fondo, fue una muestra más del pánico a la multitud, del miedo a que en cada iglesia y en cada barrio se escuchara el grito que más lo aterra: “¡Libertad!”

Un ataque calculado contra la moral del pueblo

Como lo expresó uno de nuestros lectores: “Lo dije antes, Maduro, el Pablo Escobar venezolano, iba a arremeter contra la Iglesia”. Y así fue. Lo que para el régimen parecía una decisión táctica, se transformó en un error estratégico: desatar la furia de los creyentes. Nadie en Venezuela ignora la influencia moral de la Iglesia Católica. Desde las homilías hasta los comedores populares, la fe ha sostenido al pueblo cuando el Estado lo abandonó.

Suspender una celebración tan significativa no solo demuestra insensibilidad, sino desconexión total con el alma de un país. En los barrios, las parroquias y hasta en los templos rurales, la decisión del gobierno generó rechazo. “Aunque intenten silenciarlo, el grito de libertad se oirá en cada iglesia”, nos escribió otro lector. Y es que Maduro puede apagar las luces de Miraflores, pero no las velas de la esperanza.

“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.” — Víctor Escalona

El mensaje que descompuso al régimen

El detonante fue claro. Las palabras del cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, pronunciadas durante la misa de canonización en Roma, fueron una bofetada moral al régimen: “Rompan todos los cepos, abran las prisiones injustas y liberen a los oprimidos.”

Fue un mensaje directo. Sin diplomacia innecesaria. Sin frases ambiguas. Parolin no habló de “diálogo” ni de “negociaciones”, habló de libertad, y eso en Miraflores sonó a sentencia. La reacción del régimen fue inmediata: atacar, distorsionar, victimizarse y, finalmente, cancelar un acto religioso nacional. Todo, mientras continúan las detenciones arbitrarias y los juicios sin justicia.

El eco del cardenal Porras y la indignación ciudadana

El cardenal Baltazar Porras también se convirtió en blanco de los ataques del aparato oficialista. Su llamado a liberar a los presos políticos y denunciar la “situación moralmente inaceptable” del país tocó una fibra profunda. En cualquier democracia, ese sería un mensaje pastoral. En Venezuela, es un desafío al poder.

Pero esta vez, la gente no calló. Desde las redes hasta las calles, el repudio fue masivo. En comunidades católicas y evangélicas, en universidades y hasta en grupos de trabajadores públicos, se repite el mismo sentimiento: la fe no se censura.

La dictadura contra el alma nacional

La ofensiva de Maduro contra la Iglesia no es un hecho aislado. Es parte de un patrón que busca desmantelar cualquier institución que aún conserve autoridad moral. Primero fue la educación, luego la prensa, más tarde las ONG y, ahora, la fe.

Al cancelar la “fiesta de la santidad”, el régimen demuestra su miedo a la espiritualidad popular. Lo que teme no es la misa, sino la fuerza de una oración colectiva. Lo que teme no son los santos, sino la conciencia de un pueblo que no olvida. No hay decreto ni censura que logre suprimir el poder de una comunidad que reza por su libertad.

La estrategia del miedo como último recurso

Los tiranos, cuando se sienten débiles, necesitan fabricar enemigos. En su desesperación, Maduro ha pasado de acusar a empresarios, docentes, estudiantes y ahora sacerdotes. Pero esa táctica ya no engaña a nadie. La persecución contra la Iglesia refleja lo que muchos analistas llaman el síndrome de la fortaleza sitiada: un régimen que se aísla, se encierra y termina devorando lo que antes le daba sustento.

En la práctica, el madurismo ha convertido los templos en trincheras de dignidad. Lo que pretendía ser un acto de intimidación terminó convirtiéndose en un acto de fe nacional. Miles de venezolanos se unieron en oración y protesta silenciosa. Las velas reemplazaron a las pancartas. Las campanas sustituyeron los gritos. La resistencia cambió de tono, pero no de propósito.

Cuando Roma habla, Miraflores tiembla

Las tensiones entre el Vaticano y el régimen venezolano no son nuevas, pero esta vez alcanzan un punto de no retorno. Las palabras de Parolin se suman a las de líderes europeos como Josep Borrell, que llamó a Maduro “tirano sangriento”, y a las de distintos gobiernos latinoamericanos que han dejado de encubrirlo bajo el disfraz de la soberanía.

Mientras tanto, los jerarcas del chavismo insisten en su retórica vacía de conspiraciones extranjeras y amenazas imperiales. Sin embargo, cada día es más evidente que el aislamiento internacional del régimen se profundiza. Ni Catar, ni el Vaticano, ni los organismos multilaterales pueden salvar a un poder que perdió legitimidad ante los ojos del mundo.

La Iglesia, último refugio moral del pueblo

En medio de la crisis, la Iglesia se mantiene como el último bastión de confianza social en Venezuela. Su papel humanitario, educativo y espiritual ha sido vital. Donde el Estado no llega, llegan los sacerdotes y las monjas. Donde la justicia calla, ellos denuncian. Y donde reina el miedo, ellos levantan la voz.

Quizá por eso el régimen los teme tanto. Porque no hay forma de encarcelar la fe ni confiscar la conciencia. “A veces, las dictaduras se derrumban no por los cañones, sino por el silencio de una misa”, escribió un lector. Esa frase resume la verdadera batalla que se libra hoy en el país: no es solo política, es moral.

Conclusión: cuando la represión se queda sin excusas

La suspensión de las festividades religiosas y el ataque a figuras como Parolin o Porras no solo exhiben el cinismo del régimen, sino su debilidad. Maduro puede controlar los medios, las instituciones y los ejércitos, pero no puede controlar el alma de un pueblo que ya lo superó.

“No hay casualidades, solo causalidades”, decía otro lector. Y quizás tenga razón. El grito de libertad que resonó en Roma no se detendrá en las murallas del Vaticano. Cruzará los mares y volverá a Caracas, a cada barrio, a cada parroquia, a cada corazón venezolano que aún cree que la fe y la libertad pueden marchar juntas.

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