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María Corina Machado y la narrativa del extremismo: desmontando la mentira
María Corina Machado no es extremista, sino radicalmente demócrata. El régimen usa esta etiqueta para aislarla del cambio que exige Venezuela.

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La caricatura que intentan algunos hacer de María Corina Machado como “extremista” no es casualidad. Se trata de una operación deliberada del régimen —o, cuando menos, alineada con sus intereses— destinada a deslegitimar su liderazgo, aislarla de sectores clave como la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y fracturar el respaldo que millones de venezolanos le dieron con su voto el pasado 28 de julio de 2024.
El relato es claro: si la presentan como alguien fuera de los márgenes de la política aceptable, creen que neutralizan su fuerza y vuelven a controlar el tablero. Pero lo que logran, en realidad, es reforzar la convicción de que María Corina encarna una amenaza real para la dictadura.
“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.” — Víctor Escalona
La estrategia del silencio y la descalificación
El ataque contra Machado no comenzó ayer. Primero intentaron invisibilizarla: medios, ONGs y políticos “moderados” evitaron mencionarla, repitiendo la censura que desde Miraflores imponían. Luego, cuando ya no pudieron callarla, apelaron a los mismos calificativos del régimen: “extremista”, “loca”, “fuera de la realidad”.
El problema para ellos fue que la primaria opositora y la posterior sustitución de su candidatura no hicieron más que reforzar su legitimidad. María Corina mostró que no solo tenía respaldo popular, sino que también tenía la madurez política de ceder espacio para fortalecer la unidad. Al acompañar la campaña de Edmundo González y luego mantenerse firme, consolidó un liderazgo que ningún calificativo podía borrar.
El juego de los “moderados” y el servicio involuntario al chavismo
Lamentablemente, algunos opositores aún repiten la narrativa de que María Corina es “inviable” porque supuestamente se aleja de los márgenes aceptables. En realidad, al hacer eso trabajan para el chavismo, porque legitiman un discurso diseñado para fracturar la oposición. No hay que ser ingenuos: ignorarla o descalificarla es abrirle espacio al régimen.
En política, las etiquetas importan porque moldean percepciones. Al instalar la idea de “extremista”, buscan no solo quitarle apoyo interno, sino restarle legitimidad frente a actores internacionales que prefieren negociar con interlocutores supuestamente más moderados. El resultado es perverso: darle oxígeno a un sistema que ha destruido la vida de millones de venezolanos.
El verdadero extremismo: el chavismo
Conviene dejar algo claro: el extremismo en Venezuela no está en María Corina Machado. El extremismo real es el de quienes han secuestrado el poder, manipulado elecciones, perseguido opositores, encarcelado inocentes y sumido al país en la mayor crisis humanitaria del continente.
- 14 ceros eliminados en el bolívar en apenas 13 años.
- Más de 7 millones de migrantes expulsados de su tierra natal.
- Violaciones sistemáticas a los derechos humanos documentadas por la ONU.
- Colapso económico que llevó a Venezuela de ser una potencia petrolera a un país dependiente de remesas.
Si algo es extremista, es haber llevado a la miseria a toda una nación mientras se predica “socialismo”. En contraste, María Corina propone un cambio radical, sí, pero radicalmente democrático, basado en instituciones sólidas, separación de poderes y prosperidad económica.
El 28 de julio: un parteaguas político
Las elecciones del 28 de julio de 2024 marcaron un antes y un después. Ese día, millones de venezolanos votaron con valentía, dejando claro que querían un cambio real. Aunque el régimen se negó a reconocer los resultados, quedó en evidencia que el respaldo popular está del lado democrático.
María Corina se convirtió en símbolo de esa voluntad. Y por eso la etiquetan como “extremista”: porque representa la voz mayoritaria de un pueblo que ya no se deja engañar. Como suele ocurrir en la historia, los que luchan por la libertad son llamados radicales por los que temen perder sus privilegios.
La geopolítica también juega su rol
El contexto internacional tampoco es ajeno. Con la Armada estadounidense desplegándose en el Caribe y las sanciones avanzando sobre testaferros y fortunas mal habidas, el régimen sabe que su margen de maniobra es cada vez menor. En ese escenario, demonizar a Machado es parte de una estrategia para distraer y ganar tiempo.
Pero la realidad es tozuda: los aliados internacionales ya entienden que el 28 de julio marcó un mandato popular difícil de ignorar. Y que el verdadero extremismo sería desconocerlo.
Radicalidad democrática: la verdadera definición
Se puede ser radical sin ser extremista. María Corina Machado es radical en su compromiso con la democracia, la transparencia y la verdad. Su radicalidad es la de quien no negocia principios básicos, como la libertad, los derechos humanos y la dignidad de los ciudadanos.
El régimen, en cambio, es radicalmente autoritario, radicalmente corrupto y radicalmente violento. Esa es la diferencia esencial que pretenden borrar con etiquetas. Pero los venezolanos saben distinguir entre una defensa firme de la democracia y la brutalidad de un sistema que gobierna con represión.
Preguntas frecuentes (FAQ)
¿Por qué llaman extremista a María Corina Machado?
Porque es una estrategia del régimen y de algunos opositores “moderados” para restarle legitimidad y aislarla de sectores clave como la FANB.
¿Cuál es la diferencia entre radical y extremista?
Ser radical es tener un compromiso firme con principios democráticos; ser extremista es recurrir a la violencia o la intolerancia. Machado es lo primero; el régimen lo segundo.
¿Qué significa el 28 de julio de 2024 para este debate?
Fue la fecha en que los venezolanos dejaron claro que querían un cambio. Demonizar a Machado es un intento de desviar la atención de ese mandato popular.
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Conclusión
La etiqueta de “extremista” es una manipulación más del régimen y sus aliados. Pero la verdad es más fuerte que cualquier narrativa: María Corina Machado es radicalmente demócrata, y ese es precisamente el liderazgo que Venezuela necesita en este momento histórico.
El 28 de julio ya decidió, y ningún intento de caricaturizar a la oposición podrá borrar lo que millones de votos expresaron con claridad. La historia se escribe con coraje, no con etiquetas interesadas.
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