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Padrino López narcotráfico en Venezuela: la confesión inesperada
Padrino López narcotráfico en Venezuela: de negar todo a reconocer guerrilla, narcos y terroristas en el país.

Como por arte de magia, el ministro de Defensa Vladimir Padrino López ha pasado de negar con absoluta seguridad que en Venezuela existiera narcotráfico, a reconocer en apenas cinco semanas que el país está infiltrado por organizaciones criminales, narcotraficantes y hasta grupos terroristas internacionales. Lo que comenzó con declaraciones sobre el estado Sucre se amplió al estado Bolívar, y ayer alcanzó la frontera con Colombia, donde Padrino admitió la presencia de campamentos de las FARC y el ELN.
El viraje no es menor. Apenas unas semanas atrás, Padrino afirmaba que Venezuela era territorio libre de narcotráfico. Hoy, la narrativa cambió: el Tren de Aragua, las rutas del narcotráfico y los guerrilleros colombianos han entrado en el discurso oficial. ¿Qué ocurrió para que un gobierno que lo negaba todo de repente empiece a aceptar la existencia de lo que siempre se denunció? La respuesta es clara: la presión internacional. Y como suele suceder, cuando el agua llega al cuello, aparecen las confesiones disfrazadas de hallazgos.
“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.” — Víctor Escalona
Del “no existe” al “sí, ahí están”
El cambio de discurso de Padrino López parece sacado de un libreto repetido una y otra vez en el chavismo. Primero se niega la realidad con total descaro: ocurrió con la hiperinflación, con la migración masiva, con la escasez de alimentos, con las interminables colas por gasolina. Después, cuando la realidad se vuelve inocultable, se admite a medias, como si se tratara de un descubrimiento propio. Hoy la historia se repite con el narcotráfico y el terrorismo.
En agosto, el ministro juraba que el país estaba blindado. En septiembre admitió que había grupos operando en el oriente. Ahora, en octubre, reconoce que también existen en el sur y en la frontera con Colombia. El patrón es evidente: negación, contradicción y, finalmente, aceptación forzada.
¿Por qué ahora?
El giro no es espontáneo. Coincide con un incremento de la presión internacional, particularmente desde Estados Unidos y organismos multilaterales que han señalado al régimen de complicidad con estructuras criminales. La reciente inclusión del Tren de Aragua en listas oficiales como organización criminal transnacional ha puesto el foco sobre Caracas. Ya no se trata de denuncias opositoras: ahora son informes internacionales los que ponen al régimen contra las cuerdas.
El baño de agua fría viene del norte. Washington no solo sanciona: ahora señala con nombres propios a los actores de la narcopolítica. Y eso obliga al chavismo a modificar su relato, aunque sea a regañadientes. Padrino no habla por convicción, sino por necesidad.
El Tren de Aragua y la narrativa oficial
Durante años, las autoridades venezolanas negaron la existencia del Tren de Aragua como estructura criminal con alcance internacional. Hoy, el propio discurso oficial empieza a reconocerlo, aunque lo presente como un “problema heredado” o como una amenaza externa. La ironía es evidente: quienes toleraron y hasta se beneficiaron de estas organizaciones, ahora intentan mostrarse como víctimas de ellas.
De la negación a la aceptación
- Negaron la hiperinflación: terminó siendo la más alta del mundo.
- Negaron la migración: más de siete millones de venezolanos huyeron del país.
- Negaron la escasez: las colas interminables por comida y medicinas fueron noticia mundial.
- Negaron la crisis energética: hoy los apagones son parte de la cotidianidad.
- Negaron el narcotráfico: ahora lo aceptan, cuando ya es inocultable.
El ciclo de negación y aceptación muestra un patrón que desgasta cualquier intento de credibilidad. El oficialismo nunca dice la verdad a tiempo: siempre lo hace tarde, y solo porque ya no le queda alternativa.
La guerrilla colombiana en Venezuela
El reconocimiento de campamentos de la FARC y el ELN en territorio venezolano es especialmente revelador. Durante años, el chavismo negó cualquier relación con la guerrilla colombiana. Sin embargo, informes de inteligencia, testimonios de comunidades fronterizas y reportajes periodísticos señalaban la presencia constante de estos grupos. Ahora, Padrino lo admite. La pregunta es inevitable: ¿por qué justo ahora?
La respuesta está en la presión diplomática y militar que crece en la región. Colombia ha intensificado las denuncias, Estados Unidos ha aumentado sus operativos en el Caribe y las agencias internacionales han puesto el foco sobre las rutas del narcotráfico. El régimen no tiene margen para seguir negando lo evidente.
¿Qué dirán mañana?
Si hoy Padrino admite la existencia de narcos y guerrilleros, mañana podría admitir lo que hasta ahora ha sido tabú: los nombres y apellidos de los cómplices en las altas esferas del poder. La presión internacional no se detiene y cada paso en falso deja al descubierto un sistema corroído por la corrupción y la complicidad criminal.
La narrativa oficialista se tambalea. Hoy se acepta lo que ayer se negaba. Y mañana, tal vez, se revelen verdades más incómodas. Como dice el refrán: “la mentira tiene patas cortas”. En Venezuela, la verdad siempre termina alcanzando a quienes intentan ocultarla.
Preguntas frecuentes
¿Qué admitió Padrino López sobre el narcotráfico?
Reconoció la existencia de organizaciones criminales y terroristas en el estado Bolívar, en Sucre y en la frontera con Colombia, tras años de negarlo.
¿Por qué cambió el discurso oficial?
Por la presión internacional, en especial de Estados Unidos y organismos multilaterales, que han expuesto al régimen por su complicidad con el crimen organizado.
¿Qué significa para Venezuela este reconocimiento?
Implica que la narrativa oficial ya no puede sostener la negación. Es un paso forzado que confirma lo que la sociedad civil y la comunidad internacional denunciaban desde hace años.
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Cierre: la presión que desnuda la verdad
El reconocimiento de Padrino López narcotráfico en Venezuela no es un acto de honestidad, sino de supervivencia política. La presión internacional ha sido tan contundente que el régimen ya no puede ocultar lo evidente. Igual que con la hiperinflación, la migración o la escasez, la verdad termina imponiéndose sobre la mentira.
Lo que ayer era tabú hoy es confesión. Y lo que hoy reconocen a medias, mañana será imposible de ocultar. La verdad se abre paso, aunque sea lentamente. La pregunta no es si el régimen aceptará más realidades, sino cuándo y bajo qué circunstancias.
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