RadioAmericaVe.com / Política.
Reforma del PSUV. Maduro intenta transformar al PSUV en una estructura paramilitar bajo el disfraz de 'Comités Bolivarianos de Base Integral'. Un giro peligroso para Venezuela y la región.

Por Víctor Julio Escalona – RadioAmericaVe.com | Miércoles 12 de noviembre de 2025
Cuando Nicolás Maduro anunció la “reforma integral” del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), lo hizo con un tono más castrense que político. No hablaba como líder de un movimiento de masas, sino como comandante de un ejército. Y de hecho, eso es lo que pretende crear: una estructura de control social y territorial con apariencia de partido, pero con funciones de milicia civil. En palabras suyas, el objetivo es convertir al PSUV en una “fuerza de resistencia nacional”.
Este cambio no es casual ni simbólico. Es la señal más clara de que el chavismo ya no busca ganar elecciones —ni siquiera simulacros—, sino prepararse para sobrevivir sin ellas. El partido que alguna vez fue su maquinaria electoral ahora busca metamorfosearse en su cuerpo de defensa. Y eso, en una nación fracturada, empobrecida y militarizada, no puede sino despertar preocupación.
De maquinaria electoral a milicia civil
Durante años, el PSUV fue el instrumento que garantizó la permanencia del chavismo en el poder por vía del voto. No porque ganara elecciones limpias, sino porque las administraba desde el control institucional. Sin embargo, tras el colapso de su legitimidad y el masivo rechazo popular del 28 de julio, Maduro parece haber aceptado lo que siempre temió: ya no puede sostener su poder por medios electorales.
El nuevo plan del régimen apunta a multiplicar los llamados “Comités Bolivarianos de Base Integral”, una estructura que sustituye a los antiguos “jefes de calle”. Pasarían de 264.000 a 2.370.000 miembros, según los propios datos del partido. Un salto descomunal, digno de una campaña militar más que de una reorganización política.
El discurso que acompaña esta expansión habla de “defender la patria ante agresiones externas”, pero en la práctica busca afianzar un sistema de control total sobre la población, un modelo cubano de movilización forzosa. La diferencia es que Cuba nunca tuvo las dimensiones territoriales ni la diversidad social de Venezuela. Intentar copiar ese esquema en un país de 30 millones de habitantes solo puede degenerar en represión desorganizada o violencia localizada.
“Cambiar unas urnas por otras no parece una buena decisión, nunca. Y las urnas electorales ya hablaron.”
El espejismo de la fidelidad revolucionaria
El gran dilema de Maduro es que su base popular está agotada. Los beneficiarios del sistema de subsidios ya no creen en promesas, y los cuadros medios del PSUV —alcaldes, dirigentes comunales, operadores de misiones— se sienten traicionados o simplemente desplazados. En este contexto, la idea de reclutar millones de nuevos “combatientes civiles” suena más a maniobra de propaganda que a proyecto real.
Además, ¿de dónde saldrán esos dos millones de nuevos cuadros? ¿De las universidades vacías? ¿De los barrios desmovilizados? ¿De las cárceles que el propio régimen administra? Lo más probable es que el conteo incluya nombres duplicados, listas infladas y fantasmas burocráticos. El objetivo no es organizar a nadie, sino dar la sensación de que el régimen aún puede mover masas.
Pero en el fondo hay algo más inquietante: la creación de una estructura paralela al Estado. Una red que obedece a una lógica partidista y militar, no civil ni constitucional. Este tipo de modelos —los “colectivos”, las “milicias bolivarianas”, los “comités de defensa”— son los precursores de las guerras internas que después nadie sabe cómo detener.
El PSUV como reflejo del miedo
La metamorfosis del PSUV no se entiende sin el miedo. Miedo a la justicia internacional, miedo a las sanciones, miedo a la pérdida del control territorial. Cada vez que el régimen se siente acorralado, responde igual: militariza su discurso y refuerza su red clientelar.
Maduro sabe que ya no controla la narrativa internacional. Sabe que su régimen es visto como una estructura criminal, no como un gobierno legítimo. Por eso intenta convertir a sus militantes en una masa emocionalmente dependiente, dispuesta a ver en el enemigo externo la explicación de todos los males. Es el manual clásico de los totalitarismos en su fase terminal.
Sin embargo, este intento tiene un límite: la realidad. En el imaginario revolucionario, un ejército de resistencia puede sostenerse por la fe o la ideología. En el mundo real, necesita recursos, motivación y logística. Y en Venezuela no hay ni gasolina suficiente para mover ambulancias, menos aún para mantener millones de “combatientes populares”.
Un Estado sin ley ni ciudadanos
La contradicción es evidente. El régimen habla de soberanía mientras entrega el Arco Minero a mafias extranjeras; habla de defensa nacional mientras expulsa a millones de venezolanos que podrían defenderla; y habla de democracia participativa mientras elimina las elecciones competitivas. Su nuevo “ejército de base” es la metáfora de un Estado sin ciudadanos, donde obedecer sustituye a pensar.
El resultado de esta deriva es una sociedad civil cada vez más débil frente a estructuras armadas que no rinden cuentas. Una nación donde la lealtad al partido pesa más que la lealtad al país. Y en ese terreno, la justicia se convierte en un instrumento de dominación, no de equilibrio.
Entre la represión y la indiferencia
Muchos venezolanos ya no temen al régimen, sino que simplemente lo ignoran. La indiferencia se ha vuelto una forma de resistencia silenciosa. Pero el PSUV lo sabe, y por eso busca sustituir la política por la coerción. Si no pueden persuadir, intentarán obligar. Si no pueden conquistar corazones, intentarán ocupar territorios.
En el fondo, la reforma del PSUV es el síntoma de una transición que no se atreve a decir su nombre: la transición del autoritarismo civil al militarismo total.
La verdadera resistencia
Los venezolanos, sin embargo, tienen una larga historia de resistencias verdaderas, no decretadas ni uniformadas. Resistencias que nacen de la dignidad, de la fe en la justicia y del deseo profundo de libertad. Por eso, cuando el régimen intenta confundir la defensa de la patria con la defensa de su poder, comete un error estratégico: subestima la conciencia nacional.
“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.” — Víctor Escalona
La patria no se defiende con consignas, sino con instituciones. Y el mayor acto de defensa nacional que puede emprender un venezolano hoy es no rendirse a la mentira, no adaptarse a la corrupción y no aceptar que la violencia se vuelva rutina.
Preguntas frecuentes (FAQ)
¿Qué busca Maduro con la reforma del PSUV?
Consolidar un sistema de control territorial y social. El objetivo no es electoral, sino militar: crear una red de defensa que sustituya la política por la obediencia.
¿Qué riesgos implica para la sociedad venezolana?
La radicalización interna, la creación de estructuras paramilitares y el aumento del control ideológico sobre comunidades y organizaciones sociales.
¿Puede esta estrategia sostener al régimen?
Temporalmente sí, pero a largo plazo no. Ningún sistema basado en la coerción sobrevive indefinidamente cuando la población ha perdido el miedo y la fe.
También te puede interesar
- Venezuela después del 28J: la resaca del fraude
- El poder y el miedo en la era Maduro
- Cuando el pueblo habla, las urnas callan
Conclusión: el eco de las urnas
La reforma del PSUV no es una renovación ideológica, sino una confesión. Confiesa que el régimen perdió la calle, la legitimidad y la esperanza de volver a ganarlas. Pretenden sustituir la política por el miedo, y las urnas por la obediencia. Pero en un país donde las urnas ya hablaron, ninguna reforma partidista podrá silenciar lo que millones de votos gritaron el 28 de julio: que la era del chavismo se agotó.
¿Qué opinas? Escríbenos a [email protected]. Tu voz también cuenta.
RadioAmericaVe.com / Política.
No hay comentarios:
Publicar un comentario