SECCIÓN: CULTURA – RadioAmericaVe.com
Eligió descansar en la Basílica de Santa María la Mayor, lejos de San Pedro, reafirmando su vida de humildad y cambio. Así, Francisco dejó un mensaje eterno que reescribe la cultura papal.

Por el equipo de Cultura de RadioAmericaVe.com
En vida, el papa Francisco rompió esquemas que durante siglos parecían inamovibles. En su muerte, fiel a su espíritu de cambio, también desafió la tradición. Su decisión de no ser enterrado en las grutas de la Basílica de San Pedro, sino en la Basílica de Santa María la Mayor, no es solo un acto simbólico. Es un mensaje poderoso, una última lección que revoluciona la cultura de la Iglesia.
Francisco, el primer Papa sudamericano, el primer jesuita, el primer pontífice en llevar el nombre del santo de Asís, fue el Papa de las primeras veces. Su vida pastoral fue un constante llamado a la sencillez, al acercamiento real con el pueblo, al abandono de los oropeles del poder. Su lugar de descanso final confirma esa coherencia radical.
Más de 200.000 fieles, reunidos en Roma para su funeral, no solo despidieron a un líder religioso. Despidieron a un hombre que, incluso en su adiós, volvió a derribar muros invisibles y a construir nuevos caminos para la Iglesia.

Santa María la Mayor: más que una tumba, un testamento espiritual
Francisco visitó Santa María la Mayor casi 100 veces durante su pontificado. Allí acudía antes y después de cada viaje apostólico, a rezar ante la imagen de la Virgen Salus Populi Romani, protectora del pueblo romano. Allí encontró consuelo, inspiración y refugio.
No sorprende, entonces, que eligiera este lugar para su descanso eterno. No fue una elección política ni estratégica. Fue una elección de fe. Santa María la Mayor representa la cercanía con el pueblo, la devoción sincera, el rechazo a la monumentalidad vacía.
Al preferir esta basílica sobre la monumentalidad de San Pedro, Francisco enseña que el centro de la Iglesia no está en sus cúpulas doradas, sino en la fe viva de su gente.
Otros papas que descansan en Santa María la Mayor
La decisión de Francisco lo coloca en una lista exclusiva. Muy pocos papas reposan en Santa María la Mayor. Entre ellos se encuentran:
- San Pío V (1566-1572), conocido por su defensa de la fe católica durante la Reforma Protestante y por su impulso al rezo del Rosario.
- Sixto V (1585-1590), quien reformó radicalmente la administración eclesiástica y urbanística de Roma.
- Pío IX, temporalmente, antes de ser trasladado a San Lorenzo.
No obstante, ninguno de ellos había logrado convertir su elección de sepultura en un acto de ruptura tan cargado de simbolismo como lo ha hecho Francisco.
El Papa que vivió como predicó
Francisco no vivió en el Palacio Apostólico. Eligió habitar en la modesta Casa Santa Marta. No usó zapatos rojos. No permitió que los signos externos del papado le alejaran del pueblo.
Fue el primer Papa en visitar Irak, en firmar una declaración de fraternidad con líderes islámicos, en abrazar públicamente a refugiados musulmanes. Cada acto suyo fue un paso fuera del protocolo, pero dentro de la esencia cristiana más pura.
Y ahora, su elección de descanso final sella esa coherencia. No quiso ser parte del panteón de mármol reservado a los príncipes de la Iglesia. Quiso permanecer cerca de la Virgen, cerca del pueblo, cerca de la sencillez que predicó hasta su último aliento.
El Papa de los puentes, no de los muros
San Juan Pablo II será recordado como el Papa de los récords. Francisco será recordado como el Papa de los puentes. Un constructor incansable de encuentros, un enemigo de la exclusión.
Su funeral, su elección de sepultura y todo su pontificado conforman un legado que desafía al poder entendido como dominación y lo reinterpreta como servicio humilde.
Francisco no fue un pontífice que gobernó desde un trono de oro. Fue un peregrino de la misericordia que, en vida y en muerte, eligió caminar entre su pueblo.
Un legado que desafía a las futuras generaciones
La cultura que Francisco deja tras de sí no es estática. Es un desafío vivo. Obliga a la Iglesia a repensarse, a abandonar seguridades viejas, a buscar siempre el rostro de los olvidados.
Su tumba en Santa María la Mayor no será solo un lugar de peregrinación. Será un recordatorio constante de que la fe verdadera no necesita mármoles majestuosos. Necesita corazones abiertos.
Hoy, el mundo llora su partida. Mañana, el mundo deberá decidir si quiere recoger su antorcha.
Francisco ya hizo su parte. El puente está construido. Ahora nos toca cruzarlo.
RadioAmericaVe.com / Cultura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario