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🔥 Editorial | Miércoles 11 de junio de 2025

Venezuela no necesita repetir errores: necesita acción real. Este editorial analiza el vacío tras el 28J y propone nuevas rutas hacia la transición.
Venezuela camina sobre el filo de una navaja. Tras el fraude del 28J de 2024, el régimen se aferró al poder mediante una farsa electoral con cifras que nadie cree y una abstención que habla por sí sola. Pero el verdadero drama no está en el resultado manipulado, sino en el vacío estratégico que lo sucede. El dilema no es solo “poder o no poder cambiar las cosas”, sino si realmente estamos dispuestos a replantear las formas.
Transición: palabra vaciada
Durante años, la palabra "transición" ha sido bandera de discursos, campañas y cumbres internacionales. Pero hoy, más que una propuesta concreta, parece una muletilla sin contenido. ¿Transición hacia dónde? ¿Con quiénes? ¿Bajo qué condiciones? Repetirla sin redefinirla es un autoengaño colectivo. En el contexto actual, hablar de transición sin una hoja de ruta realista es casi una forma más de prolongar la espera indefinida.
El riesgo de la resignación
Mientras tanto, una parte del país se sumerge en la resignación. Algunos aceptan el desastre como normalidad, otros se desconectan, y muchos se van. Pero hay algo que no se ha roto: la capacidad de resistencia silenciosa. Esa que no sale en cadenas de WhatsApp ni en ruedas de prensa, pero que sigue viva en los comedores comunitarios, en los hospitales que improvisan con nada, y en los barrios donde la decencia no ha sido derrotada.
El espejo de los otros países
La historia reciente de América Latina ofrece lecciones claras. Ninguna transición fue concedida por voluntad de las dictaduras. Siempre hubo un punto de inflexión: huelgas masivas, protestas sostenidas, fracturas internas o presión internacional eficaz. En Venezuela, el quiebre sigue pendiente. Y la pregunta es si llegará por decisión organizada o por colapso incontrolado.
Reorganizar la lucha
El reto hoy no es insistir en la única estrategia que ha fracasado una y otra vez, sino rediseñar el plan completo. Eso implica:
- Dejar de fingir unidad donde hay fractura.
- Renunciar al culto del mesías político.
- Apoyar liderazgos comunitarios reales.
- Construir una resistencia organizada, descentralizada y sostenida.
La esperanza está, pero necesita cuerpo. La indignación está, pero necesita dirección. Y el dolor está, pero necesita convertirse en fuerza moral y logística.
Conclusión: ¿Y ahora qué?
Ahora toca decidir si seguimos esperando una transición que no llega, o si construimos la condición para que esa transición sea inevitable. No basta con denunciar el desastre: hay que desmontarlo. Con ideas, con estructuras, con acción. Venezuela no está condenada a repetir el ciclo del fracaso, pero tampoco está exenta del abismo si no se reorganiza desde lo profundo.
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✅RadioAmericaVe.com / Editorial.
Victor Julio Escalona
Editor.
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