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Un año después del 28 J, centros vacíos revelan la resistencia latente. ¿Abstención o estrategia para derrotar al régimen?

Hace un año exacto —el glorioso 28 de julio de 2024— millones de venezolanos convirtieron una emboscada en plebiscito: arriesgaron vida y libertad para demostrar quién tenía el respaldo de la soberanía popular. Las actas existieron, pero jamás vimos los resultados oficiales mesa a mesa. ¿Por qué? Pregúntenle al cuarteto del CNE que, entre servilletazos, borró votos y trituró la esperanza, empezando por presidente del CNE Elvis Amoroso, quien se vendía como “puente democrático”.
Un año después, la escena es otra. Este domingo 27 de julio de 2025 los centros electorales lucieron tan anémicos que ni el chavismo pudo disfrazar la abstención (ver «Chavismo se queda solo en las municipales». La maquinaria oficial hizo agua. Ningún aspirante pudo exhibir actas ni cifras sólidas. La gran mayoría simplemente pasó de largo, aguardando un instante más propicio para volver a intentarlo.
La herida del 28 J aún sangra
Los venezolanos ya saben que votar en comicios amañados no basta. Lo demostraron en 2024: con actas en mano, derrotaron al régimen numéricamente, pero la dictadura respondió con fraude y represión. Desde entonces, la bifurcación es clara: resistencia o resignación. Ni la abstención masiva legitima al régimen, ni la participación acrítica lo desmantela.
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¿Votar o no votar? El dilema que divide
Los llamados a “participar de cualquier modo” suenan hoy a eco resignado, como advertía Vierne5: «El tiro por la culata» – participar sin condiciones sólo fortalece al poder. Sin embargo, insistir en el boicot perpetuo tampoco genera ruta de salida. El aprendizaje duro de 2024 es que el voto necesita respaldo de calle, presión internacional y unidad estratégica.
Centros vacíos, dictadura fundida
A diferencia del 28 J, el régimen se encontró con un desierto electoral. Ni las amenazas de CLAP ni la propaganda oficial movieron masas. Ese vacío revela una grieta: el miedo ya no moviliza, pero la esperanza aún carece de vehículo.
¿Resignación? No. Gestación de resistencia
Lo aparentemente desolador —centros desiertos— también es un mensaje potente: la población ha dejado de validar farsas. La abstención consciente puede ser el prólogo de una gran convergencia ciudadana. Históricamente, los regímenes autoritarios pierden piso cuando la sociedad deja de fingir normalidad y busca métodos no convencionales de presión: paros escalonados, bloqueos creativos, desobediencia fiscal y, sobre todo, documentación masiva de abusos para exponerlos ante la comunidad internacional.
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La fórmula que falta: unidad + calle + presión externa
La experiencia del 28 J mostró que la voluntad popular existe, pero debe articularse con disciplina, transparencia y liderazgo coordinado. Sin esos tres elementos el régimen gana tiempo, Chevron bombea más crudo y las liberaciones selectivas maquillan la represión. Unidad sin egos, calle con propósito y sanciones focales son, hoy, la ecuación mínima para fracturar el statu quo.
La bifurcación persiste
El país sigue parado en la misma encrucijada que hace un año: romper el cerco o acostumbrarse al oprobio. Quien crea que todo conduce a la consolidación definitiva olvida que las dictaduras se desmoronan cuando la sociedad combina coraje, estrategia y persistencia. El 28 J fue la chispa; la ausencia masiva de ayer demuestra que la brasa no se ha apagado: aguarda oxígeno de organización y propósito.
¿Qué viene ahora?
- Registro unificado de abusos electorales: actas, testimonios, fotos geolocalizadas.
- Plataformas de apoyo mutuo: redes vecinales que protejan a denunciantes.
- Cabildeo internacional coordinado: presión sobre licencias petroleras y visados a jerarcas.
- Narrativa de futuro: no solo denunciar, sino mostrar el país posible tras la transición.
Conclusión: el 28 J no murió, está suspendido en el aire
Hace un año quedó claro que los votos existen y la esperanza no es un recurso agotable. Lo ocurrido este domingo confirma que el régimen ya no inspira ni miedo ni entusiasmo. La batalla pasa a la fase de resistencia civil sostenida. Si la oposición transforma abstención en acción estratégica, la dictadura se enfrentará a su talón de Aquiles: la pérdida total de legitimidad interna y externa.
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