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martes, 5 de agosto de 2025

Presos políticos en Venezuela: más de 850 vidas en espera de justicia

Presos políticos en Venezuela: más de 850 vidas en espera de justicia

 

Venezuela mantiene a más de 850 presos políticos. Este artículo expone el dolor humano y el impacto social detrás de cada caso.

RadioAmericaVe.com | Nacionales – Política | Martes 5 de agosto de 2025

Caracas amanece, pero no despierta. Su cielo encapotado refleja la opresión que pesa sobre miles de familias. En lo profundo de este país herido, más de 850 venezolanos siguen encarcelados por razones políticas. Cada uno representa una historia silenciada, una voz apagada, una vida rota.

Ya no se trata solo de cifras. Se trata de rostros, madres, hijos, jóvenes estudiantes y trabajadores que hoy permanecen tras barrotes por el “delito” de opinar diferente. El país vive un apagón moral, donde la justicia se administra a conveniencia y la disidencia se castiga con tortura, incomunicación o el olvido.

“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana”, dice Víctor Escalona, ‘El Estoico’, fundador de este medio. En Vierne5 decidimos pensar en quienes no pueden alzar la voz, y hablar por ellos.

Este reportaje busca no solo informar, sino conmover, despertar y exigir. Porque mientras haya un solo preso político, no podemos hablar de democracia. Mientras haya una sola madre esperando justicia, el mundo tiene la obligación de mirar a Venezuela con otros ojos.

Historias que duelen: el dolor de las madres, los hijos, los ausentes

En un edificio modesto del oeste de Caracas, Marta R. pasa sus días frente a un teléfono que rara vez suena. Su hijo, Alejandro, fue detenido en enero de 2025 durante una protesta pacífica en la Universidad Central de Venezuela. Tenía 21 años y soñaba con ser médico. Hoy, Marta solo lo ha visto dos veces en seis meses. Siempre con esposas, con la cabeza baja, con miedo.

“Lo único que pido es que mi hijo no sea un número más en esa lista de presos políticos. Que lo devuelvan a casa. A su futuro”, relata Marta, con la voz quebrada.

Como ella, cientos de madres y padres en todo el país repiten la misma rutina: visitan tribunales sin audiencias, preguntan a fiscales que no dan respuestas, y enfrentan funcionarios que se limitan a decir: “no hay novedades”.

En Venezuela, tener conciencia crítica puede costarte la libertad. Lo saben bien quienes protestaron, quienes escribieron tuits incómodos, quienes se organizaron en sindicatos o denunciaron abusos desde las regiones. Lo saben los estudiantes, los trabajadores petroleros, los militares disidentes, los periodistas. Todos ellos han sido blanco de una maquinaria de represión sistemática.

La política del terror: encarcelar para callar

De acuerdo con el Foro Penal, hasta el 1 de agosto de 2025, hay al menos 857 presos políticos en Venezuela, cifra que no disminuye desde hace años. La represión opera bajo un patrón que la ONG ha definido como “puerta giratoria”: por cada liberación anunciada, nuevos arrestos compensan la cifra.

“Esta no es una política de justicia. Es una política de castigo ejemplarizante”, afirma Gonzalo Himiob, abogado del Foro Penal. “El mensaje es claro: si te atreves a cuestionar, vas preso. Si protestas, desapareces”.

La lógica del Estado no es judicial, es política. Las detenciones ocurren sin órdenes legales, sin acceso a abogados, sin pruebas. Los juicios se alargan por años y las condenas se dictan en base a confesiones obtenidas bajo presión. Los calabozos de la DGCIM y el SEBIN se han convertido en cámaras de tortura y miedo.

“Callar es ser cómplice”, repite Víctor Escalona. “Y nosotros no vinimos a ser cómplices. Vinimos a decir la verdad, aunque duela”.

Una tragedia sin fronteras: el éxodo continúa

Mientras tanto, las fronteras siguen abiertas… pero hacia afuera. Según datos actualizados de ACNUR y la OIM, más de 8,5 millones de venezolanos han abandonado el país, la mayoría en condiciones precarias, y sin intención de regresar en el corto plazo.

Colombia, Perú, Chile y Ecuador continúan siendo los principales destinos. Sin embargo, desde finales de 2024 y durante este año, ha habido un nuevo repunte de cruces irregulares por el Darién rumbo a Estados Unidos. Las imágenes son las mismas: niños cargados a hombros, mujeres embarazadas, abuelos con muletas atravesando ríos infestados de serpientes.

“El venezolano no emigra por aventura. Emigra porque quedarse puede costarle la vida o el futuro”, explica el sociólogo Tomás Páez.

La comunidad internacional: entre el silencio y la estrategia

Tras el fraude electoral del 28J, la comunidad internacional expresó su rechazo, pero las sanciones no se tradujeron en acciones concretas que afectaran al poder real. Washington revirtió parcialmente las licencias económicas otorgadas a Chevron, pero aún mantiene canales de comunicación abiertos con figuras del régimen.

Por su parte, la Unión Europea ha mantenido un discurso ambiguo, priorizando la contención migratoria sobre los derechos humanos. En palabras de una fuente diplomática en Bruselas: “Nadie quiere un nuevo Mar Mediterráneo en América Latina”.

Para los venezolanos, la sensación es clara: la política internacional los usa como ficha en un tablero que no controlan.

El dilema de los países receptores

Mientras tanto, países como España, Chile o México enfrentan el desafío de integrar a una diáspora que llega con talentos, esperanzas, pero también con heridas profundas. Las remesas venezolanas en el exterior se han convertido en el principal sustento para millones de familias en el país.

Pero el desarraigo es real. La diáspora lleva años construyendo comunidades nuevas, identidades híbridas, pero no olvida. A lo lejos, siguen pendientes de una nación que les duele. Que sangra.

Conclusión: entre la resignación y la resistencia

Un año después del fraude electoral de 2024, Venezuela sigue atrapada en un círculo vicioso donde la pobreza, la desesperanza y la represión se retroalimentan. A pesar de ello, la sociedad civil, los jóvenes, los gremios y los movimientos en el exilio no se han rendido.

Hoy más que nunca, el futuro del país está en juego. El despertar de una nueva generación política, el impulso del venezolano común dentro y fuera de sus fronteras, y la presión sostenida de la comunidad internacional podrían marcar un giro en este guion de dolor repetido.

Pero todo dependerá de una decisión colectiva: resistir, organizarse y no claudicar ante la desesperanza.


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