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miércoles, 24 de septiembre de 2025

Estado de conmoción en Venezuela: el decreto que busca más control

RadioAmericaVe.com / Política.

 

Estado de conmoción en Venezuela: el decreto de Maduro busca justificar atropellos y consolidar la represión bajo un barniz de legalidad.

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Nicolás Maduro anunció, rodeado de los jefes de sus seudopoderes, un decreto para declarar el estado de conmoción en Venezuela, argumentando supuestas “agresiones externas” de Estados Unidos. Pero más allá del ruido mediático, lo cierto es que esta maniobra refleja la debilidad de un régimen que busca justificar con leyes rotas lo que ya ejerce con brutalidad: la represión diaria.

En un país sin Estado de derecho, donde la Constitución es letra muerta y los atropellos son la norma, el decreto no representa una novedad jurídica, sino una herramienta propagandística. La pregunta clave es: ¿qué intenta ganar Maduro al vestir de “legalidad” lo que ya ejecuta con violencia e impunidad?

Un decreto vacío en un Estado sin derecho

Según la Constitución venezolana, el estado de conmoción, sea interior o exterior, puede decretarse en casos de conflicto que pongan en peligro grave la seguridad nacional. Su duración máxima es de noventa días, prorrogables por otros noventa, y requiere la aprobación de la Asamblea Nacional. En teoría, busca otorgar facultades excepcionales para responder a amenazas reales, siempre con límites claros.

Sin embargo, en la Venezuela de 2025, ¿alguien cree que Maduro necesita un decreto para enmarcar sus atropellos? Sin conmoción ni excepción, reprime, desaparece, tortura y mata. Decretar la “conmoción exterior” solo ofrece un barniz de legalidad a la impunidad cotidiana. Es la misma práctica de siempre, pero ahora con un papel firmado que pretende disfrazarla de norma.

El verdadero objetivo: propaganda y control

Este anuncio no tiene que ver con resguardar derechos ni con garantizar la seguridad del país. Su propósito es otro: justificar nuevas restricciones, fortalecer la censura, cerrar más espacios de protesta y envolver todo en una narrativa nacionalista que acorrale a opositores.

La fórmula es antigua: inventar un enemigo externo para cohesionar a sus bases y presentarse como defensor de la patria. Sin embargo, cada vez más venezolanos ven la maniobra como lo que es: un recurso desesperado para prolongar la agonía de un poder que se resquebraja.

Los mensajes contradictorios

Resulta irónico que mientras Maduro anuncia el estado de conmoción exterior, figuras de su régimen como Diosdado Cabello insisten en que las amenazas extranjeras son puro humo. La incoherencia revela que ni siquiera entre ellos existe claridad sobre la narrativa a sostener.

El único estado de conmoción real

La conmoción verdadera no es la que Maduro pretende decretar. Es la que él mismo provocó al robarse las elecciones, pulverizar el bolívar borrando 14 ceros en 13 años, expulsar a más de siete millones de migrantes y condenar al país a niveles de pobreza inéditos en el hemisferio.

Esa es la conmoción que duele: la de las familias separadas, la de los salarios inexistentes, la de los hospitales sin insumos y la de las escuelas que cierran porque los maestros no pueden sobrevivir. Frente a esta tragedia, el decreto no es más que un teatro grotesco.

La respuesta internacional y regional

El anuncio no pasará desapercibido en la comunidad internacional. Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y varios gobiernos de América Latina ya han señalado que cualquier intento de legalizar la represión será denunciado. Declarar un estado de conmoción exterior con un enemigo inventado no engaña a nadie.

Por el contrario, aumenta el aislamiento diplomático y ofrece más razones para endurecer sanciones contra los jerarcas responsables de las violaciones de derechos humanos. El cerco se estrecha mientras la narrativa oficial se agota.

Los costos de sostener la mentira

  • Pérdida de legitimidad en organismos multilaterales.
  • Incremento de sanciones personales y económicas.
  • Mayor presión de países vecinos ante la crisis migratoria.
  • Aceleración del aislamiento financiero internacional.

La ciudadanía: entre la indignación y la resistencia

El pueblo venezolano sabe que el estado de conmoción es solo un pretexto. Lo que conmociona de verdad es la ausencia de justicia, la corrupción y el saqueo. La indignación sigue creciendo, y aunque la represión busca silenciarla, cada día se convierte en un recordatorio de que el poder de la gente supera cualquier decreto ilegítimo.

Como dijo Víctor Escalona en una de sus reflexiones:

“El destino siempre alcanza a los que juegan con el poder y la impunidad.”

Más represión, menos futuro

Con cada decreto, el régimen solo profundiza su aislamiento. La represión puede retrasar, pero nunca evitar el desenlace. La historia enseña que los estados de excepción son siempre la antesala del derrumbe de quienes los invocan sin razones legítimas.

El pueblo venezolano no necesita más decretos de conmoción, sino el restablecimiento de la soberanía popular expresada en las urnas el 28 de julio. Ese día quedó claro que la transición no se fabrica en laboratorios ni en consejos de ministros. La transición real la decidió la gente, con su voto y con su resistencia.

Preguntas Frecuentes (FAQ)

¿Qué significa el estado de conmoción en Venezuela?

Es una medida contemplada en la Constitución para enfrentar amenazas graves, internas o externas. En la práctica, Maduro busca usarla como excusa para intensificar la represión.

¿Cuánto puede durar un estado de conmoción?

Tiene una duración máxima de 90 días, prorrogables por otros 90, y debe ser aprobado por la Asamblea Nacional. Sin embargo, en el actual contexto, esos controles son inexistentes.

¿Cuál es el verdadero objetivo del decreto?

Justificar más atropellos y dar una apariencia de legalidad a lo que ya ocurre: detenciones arbitrarias, censura y persecución política.

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El único estado de conmoción que importa es el del pueblo venezolano, que vive bajo el peso de la miseria, el exilio y la represión. La dictadura puede inventar enemigos externos, pero no podrá esconder el grito de millones que exigen libertad.

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