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El miedo como sistema de gobierno: cómo el poder somete a una nación

Miedo como sistema de gobierno: detecta las tácticas que manipulan tu vida y aprende a desactivarlas sin caer en la resignación.
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El miedo no es solo una emoción. En manos del poder, se convierte en un instrumento de control, una herramienta invisible que moldea conductas, destruye voluntades y anula la capacidad de reacción de un pueblo. En Venezuela —y en otros países donde la democracia se ha degradado hasta volverse caricatura— el miedo se institucionalizó. Es parte del engranaje político. Una maquinaria que no necesita tanques ni fusiles para dominar: basta el terror psicológico, la incertidumbre económica y la represión selectiva.
El miedo como política de Estado
Todo sistema autoritario necesita un enemigo constante, real o inventado. Esa es la esencia del miedo político: mantener a la sociedad en un estado permanente de tensión, donde cada ciudadano sospecha, cada palabra se cuida y cada pensamiento se autocensura. El gobierno no solo reprime: enseña a temer. Y ese aprendizaje, repetido por años, se transforma en una cultura.
La persecución a los medios, las detenciones arbitrarias, el espionaje digital, la vigilancia comunitaria y la propaganda omnipresente no son errores del sistema: son el sistema. A través del miedo, el poder se hace ubicuo. Está en la esquina, en la pantalla, en el rumor. El miedo sustituye a la ley; el silencio reemplaza a la justicia.
Una sociedad que respira miedo deja de pensar
El objetivo del miedo político no es solo infundir terror, sino paralizar. Cuando el ciudadano siente que cada acto puede tener consecuencias, deja de actuar. Cuando cada protesta puede terminar en cárcel, deja de salir. Cuando cada palabra puede costarle el trabajo, deja de hablar. Y cuando el silencio se vuelve costumbre, el poder se eterniza.
“A veces, el verdadero cambio no empieza en la calle, sino en lo que decides pensar cada mañana.” —Víctor Escalona
El miedo económico: la otra cara del control
En Venezuela, el miedo no solo se impone con armas, sino con hambre. La inflación, la devaluación y la pobreza se convirtieron en formas de dominación. La dependencia del subsidio, la bolsa CLAP o el acceso limitado a los servicios públicos forman parte de un sistema de castigo y recompensa. Se obedece para sobrevivir. El ciudadano ya no busca libertad: busca comida. El miedo, entonces, se convierte en necesidad básica.
La economía del miedo no necesita cárceles, necesita colas. No necesita discursos, basta con una factura impagable de luz o un sueldo que no alcanza para el transporte. En ese contexto, el miedo deja de ser abstracto y se vuelve cotidiano. Vive en la nevera vacía, en el apagón nocturno, en el niño que llora por hambre.
El miedo como herencia psicológica
El miedo deja huellas profundas. La sociedad venezolana, marcada por décadas de represión y crisis, ha desarrollado una especie de trauma colectivo. Ese trauma se manifiesta en la desconfianza, el aislamiento y la apatía política. El ciudadano común evita involucrarse, incluso cuando sabe que el país se derrumba. Es un reflejo de supervivencia aprendido: “mejor no meterse”.
Este fenómeno no es exclusivo de Venezuela. En regímenes autoritarios de América Latina, Asia y Europa del Este, el miedo fue usado históricamente como anestesia social. El poder totalitario no solo busca obediencia: busca resignación. Y cuando el pueblo asume que nada puede cambiar, el sistema ha ganado.
Las nuevas formas del miedo: el control digital
En la era moderna, el miedo ya no se impone con fusiles, sino con algoritmos. Las redes sociales, los registros biométricos y la vigilancia en línea han reemplazado a los viejos métodos de represión. El Estado sabe qué consumes, qué piensas, a quién sigues y qué compartes. La libertad de expresión es una ilusión que habita en una red vigilada.
La censura digital no solo borra publicaciones, también manipula tendencias, invisibiliza denuncias y propaga desinformación. Se trata de un nuevo tipo de miedo: el miedo al descrédito, al linchamiento mediático o a la cancelación pública. Así, el poder no solo domina los cuerpos, sino las mentes.
La resistencia frente al miedo
Sin embargo, cada sistema basado en el miedo tiene un punto débil: el despertar de la conciencia. Cuando las personas descubren que el miedo pierde fuerza al ser compartido, el control se resquebraja. La resistencia nace en lo cotidiano: en el periodista que sigue escribiendo, en la madre que protesta por sus hijos, en el joven que decide quedarse y reconstruir.
En los últimos años, el miedo ha dejado de ser un muro y se ha transformado en combustible. Las nuevas generaciones entienden que callar también mata, que el silencio perpetúa la opresión. Por eso, el cambio empieza cuando el miedo deja de ser un mandato y se convierte en memoria.
“El poder teme a quien deja de tener miedo.” —Víctor Escalona
Preguntas frecuentes (FAQ)
¿Qué significa que el miedo se use como sistema de gobierno?
Significa que el poder político utiliza el miedo —a la pobreza, la represión o la exclusión— como mecanismo para controlar el comportamiento social y mantener su dominio.
¿Cómo se combate el miedo político?
Con información, organización y solidaridad. El miedo se disuelve cuando la gente se une, comparte conocimiento y recupera la esperanza colectiva.
¿Puede una sociedad sanar después de vivir bajo el miedo?
Sí, pero requiere tiempo, justicia y verdad. Sanar el miedo implica reconstruir la confianza entre ciudadanos y en las instituciones democráticas.
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Conclusión: el miedo no gobierna para siempre
El miedo puede inmovilizar a una sociedad por un tiempo, pero nunca de manera indefinida. La historia demuestra que todo régimen basado en el terror termina devorándose a sí mismo. Las dictaduras caen, los pueblos resurgen, y la libertad, aunque parezca dormida, siempre encuentra el modo de renacer.
En Venezuela, el miedo ya no paraliza a todos. Cada voz que se alza, cada denuncia que se publica y cada ciudadano que se niega a callar es una grieta en la muralla del control. El cambio empieza en la mente, pero se materializa en el coraje de actuar.
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RadioAmericaVe.com / Editorial.
Victor Julio Escalona
Editor.
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